Cuando César Bona García (Ainzón, Zaragoza, 1972) toma asiento para atendernos apenas le queda voz. Ha sido el encargado de poner el broche final al ciclo de conferencias «Educando para el futuro» organizado por el centro comercial Espacio León. Durante dos tardes consecutivas ha logrado completar el aforo. El público, eminentemente femenino y cautivo, le adora y, lo que es más importante, le escucha. Un verbo, el de escuchar, que César ha repetido hasta el quiebre de su voz.
Aunque no lo necesita, sabe cómo ganarse a la audiencia desde el principio. Cuando le presentan bajo el título de «Mejor profesor del mundo» matiza que en realidad, sólo es un maestro con suerte al que dan la oportunidad de contar experiencias y formas de trabajar que muchos otros maestros y maestras también viven y ponen en práctica. También tiene palabras para ensalzar el trabajo de «Huellas Inquietas», el proyecto de fomento de la empatía con los animales sacado adelante por alumnos de la localidad leonesa de Vilecha incluido en la red «Children for animals», la protectora de animales virtual puesta en marcha por el propio César Bona en 2012.
En su talante está tener mano izquierda —la misma con la que firma sus ejemplares al finalizar la conferencia— y por eso para César Bona no hay problemas, sino retos. En el tú a tú emana cautela, prudencia y un afán envidiable por contagiarnos, con cada una de sus respuestas, de su visión positiva de la vida.
Durante los claustros y reuniones con padres, ¿la gente está tan implicada y se tratan temas con tanta enjundia como en tus conferencias —sobre todo en el turno de preguntas—?
De todo hay en todos los sitios, como en cualquier profesión. Yo he vivido claustros que se hacen largos, y he vivido claustros que no quería que acabasen nunca. Pero reuniones con profesores y reuniones con padres implicados también hay y tenemos que saber valorarlo. Tenemos que aprender a valorar el compartir cosas, no sólo a recibir. Exactamente igual que con los niños, no son sólo recipientes, también tienen mucho que decir y aportar. Por eso siempre digo y repito que escuchar es la base de todo. No somos meros receptores, ninguno, ni los adultos, ni los niños y niñas. Y para eso, para que sean útiles, nos tenemos que sentir implicados.
Llevas una larga «gira» de conferencias y charlas por toda España. ¿Valoras en algo diferente al público de León?
En primer lugar me ha encantado que este ciclo de conferencias «Educando para el futuro» se haya hecho en un centro comercial. Elegir este espacio supone acercar a todos, a todo el mundo, la educación. Me parece una idea genial. Da igual quién hable, da igual quién comparta…lo importante es que se habla para todos de educación. Por otro lado, aquí he visto muchísima implicación. En dos días, se ha quedado gente fuera, sin poder entrar porque no había más sitio y dentro estábamos 500 personas…Eso es maravilloso. Ver gente que se reúne para hablar de educación es una gran noticia.
Desde tu candidatura en 2015 a «Mejor profesor del mundo» probablemente has pasado más tiempo rodeado de periodistas que de niños. ¿Tu mensaje, tu filosofía profesional, ha quedado reflejada en los medios de manera correcta? ¿Hemos hecho los deberes?
Valoro el tiempo que he compartido con los medios en dos sentidos. Como hacéis muchas preguntas, a uno le hacen reflexionar y esto es genial, porque intentas sacar y analizar dónde estás, hacia dónde vas, qué estás viendo… para intentar compartir con los demás. Esa invitación a la reflexión, por un lado, es muy interesante. En segundo lugar, creo que tenéis un papel crucial en el proceso de cambio de la educación. Podéis influir en la sociedad mostrando las noticias de gente que ya está haciendo cosas en proyectos que de momento son anónimos, pero que mañana pueden dejar de serlo gracias a los medios. Vuestra labor es muy interesante.
Uno de los elementos clave de los que hablas tanto en tus libros —La nueva educación (2015), Las escuelas que cambian el mundo (2016)— como en tus conferencias es el «factor humano» de la educación. ¿Se había convertido en un elemento olvidado?
No, no digo que se haya perdido. Digo que es necesario enfatizar en el factor humano porque es lo que somos. Tenemos que fijarnos en la sociedad para ver cuántas cosas debemos mejorar. Un sentido de la competitividad brutal, cánones de belleza inalcanzables, presión, estrés…todo eso es lo que tenemos a diario y que debemos intentar cambiar para que los niños no lo sufran porque, sin darnos cuenta, lo hacen. Tenemos que ser conscientes de que los niños son la proyección de los padres y los padres son la proyección de la sociedad. Por eso es necesario el cambio, y considero que el mejor lugar para empezar a hacerlo es la escuela. Hay que invitar a los niños a pararse, a reflexionar, a intentar ser mejores para dar un paso e intentar mejorar el mundo en donde viven… y eso se puede hacer en las escuelas. Para mí, la mejor definición de escuela es esa, es el lugar donde ayudar a los padres a educar a sus hijos.
Otros de los valores educacionales por los que apuestas son el fomento del respeto, la empatía, la imaginación, la autonomía, la resolución de problemas reales… Sigues en parte la línea de programa de la llamada «educación activa» orientada a fomentar la iniciativa personal, la individualidad o el desarrollo de la afectividad y la conciencia profunda ¿Qué opinas de las escuelas Montessori?
Nada de lo que yo digo ahora no se hacía hace cuarenta años. Nada. Yo no hablo de métodos nuevos, ni nada por el estilo. Simplemente tengo la oportunidad ahora mismo de tener un micro y hablar de cosas de sentido común, de cosas que hacen muchísimas personas y que se hacían hace 40 años. Debemos dar valor a eso, al factor humano que es tan necesario. En este sentido, cualquier centro que tenga en cuenta que no sólo somos individuos, sino que cada paso que damos influye en el entorno donde vivimos, está haciendo las cosas y enfocándose hacia donde se supone que debe de ir la educación.
¿Qué opinión te merece el fenómeno conocido como Homeschooling que en España va creciendo, aunque en medio de un vacío legal?
Yo no soy quién para decir si esto es así o asá. Lo que sí puedo decir es que he hablado con unas cuantas madres y padres que hacen homeschooling que están muy satisfechos… así que ¿qué vas a decir al respecto? Si ellos han tomado esa decisión porque, no les preocupa, sino que les ocupa la educación de sus hijos y ven que funciona ¿qué vas a decir? Hay otros que a lo mejor dirán que eso no permite una socialización como se espera, pero al fin y al cabo son los padres los que han tomado esa decisión y dicen que están contentos. Si ellos ven la progresión de sus hijos y ven que se socializan igual que el resto… ¿qué les vamos a decir?
A los niños ¿hay que decirles siempre la verdad?
Tienes que invitarles a que ellos vayan descubriendo cosas. La ilusión juega un papel muy importante. Son los padres y madres los que más peso tienen que dar a ese aspecto de la vida de los niños. La escuela ha de ayudar a los padres y madres a educar a sus hijos. Si trabajamos en equipo los padres sabrán bien cómo encaminar eso.
Una parte importante, por no decir la más importante, de un docente universitario es la investigación. ¿Sigues los trabajos académicos de algún investigador nacional o internacional? ¿Crees que tienen una aplicación o sentido práctico en la educación?
A veces sí que tienen conexión. De hecho, yo he conocido a bastantes profesores universitarios que hacen investigación en las escuelas o que tienen relación directa con las escuelas. No siempre sucede así, pero obviamente eso existe. Es muy interesante porque es investigar para aplicar directamente donde se necesita, que es en la escuela y el día a día.
Para los maestros, el período de prácticas, el primer contacto real con los niños, suele ser crucial en su experiencia profesional ¿Cómo se desarrolló en tu caso?
Yo no hice prácticas porque soy filólogo, pero sí que he vivido ser tutor de alguien de prácticas, y se trata de una tarea muy importante, porque también les vamos a marcar como tutores de futuros tutores de maestros de prácticas.
Precisamente otro momento crucial es el de primer día como profesor, como tutor. ¿Cómo se presentó César Bona el primer día y cómo lo hace ahora?
Yo caí en una clase casi por casualidad. Me tocó un aula con veinticinco alumnos y pensé «buah, se me va a hacer esta primera hora eterna. No sé si la conseguiré rellenar de cosas o no». Y ahora entro muchas veces esperando ver cómo es ese nuevo día y ver qué me pueden ofrecer, y descubro que eso me inspira. Me inspira el saber que cuando entre no sólo los niños y niñas van a aprender algo nuevo, sino que yo también.
¿Cómo se dirigen a ti, como César, profe…?
Me llaman César. En un colegio concertado me llamaban Don César y yo me reía. Obviamente estaba establecido que fuera así, yo me reía y les decía, bueno tú llámame Don César yo te llamaré Don Carlos… [ríe].
¿Con qué concepto te identificas más: docente, maestro o profesor?
Maestro. Para mí esa palabra es muy especial. La envuelve cariño. Cuando echas la vista atrás siempre te acuerdas de algún maestro. Da igual que trabajes en infantil, primaria, secundaria, bachillerato, que seas catedrático… para mí una persona que te deja marca, siempre va a ser un maestro.
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