Nos resultan tan habituales que ya ocupan un lugar en el almanaque leonés, casi tanto como las fiestas de guardar o los cumpleaños de los amigos. Hablamos de los aniversarios históricos, de las conmemoraciones, de las fechas memorables que rescatamos de los archivos para trasladarlas a la actualidad convertidas en festejos y las más veces, en juegos de niños. Con el mes de junio llega el tiempo del León romano, del recuerdo de una legión que alteraría el rumbo de nuestra historia, de los desfiles, las conferencias para todos los públicos y los campamentos de aficionados a la reconstrucción.
En sí mismo, el del orgullo por el pasado no debe ser un aspecto criticable, de no ser porque en los últimos años da la sensación de que es el único recurso con el que miramos hacia el futuro. León se está convirtiendo en un anciano que repasa una y otra vez un álbum de fotos en blanco y negro, y de vez en cuando suspira. Miramos atrás buscando fechas que nos reafirmen, las elevamos, idealizamos y damos a conocer, pero a veces hay que pensar en el recuerdo que dejaremos los que estamos vivos. No pasamos por un momento especialmente memorable, lo vemos en la flaqueza de León, de su economía y de su paisaje rural, y sin un buen plan que cambie las cosas, acabaremos por ser aire que corre y que nadie jamás habrá de respirar.
Pero por el momento recordamos, gritamos a todos los vientos que fuimos corazón de un reino, que tuvimos fuero y cortes, que nos alzamos contra el conquistador francés y que dejamos de ser indígenas para convertirnos en romanos. De esto último hace casi dos mil años. Por eso ahora el León romano recuerda su pasado, cuando antes que ciudad fue campamento militar, y propone un extenso programa de actos para que los amantes de la historia y los profanos en la materia puedan celebrar el Natalicio del Águila, nada menos que los 1.950 años desde la fundación de una legión militar que lo cambió todo: la Legio VII Gemina. Pero la historia del León romano es todavía más antigua…
LEGIO VI VICTRIX: EL ORIGEN DEL LEÓN ROMANO
Cuando el princeps Octavio Augusto se convirtió en el hombre más importante de Roma y por extensión del mundo conocido, ordenó la conquista de los pueblos cántabros y astures que habitaban el noroeste de la península Ibérica. Fueron los deseos de victorias militares y la riqueza en metales de la zona lo que le animó a emprender tal empresa, que culminó prácticamente en diez años (29-19 a.C.).
En estas guerras de conquista ya participó una legión militar que había sido fundada por el propio Augusto, la Legio VI Victrix, llamada a jugar un papel muy destacado en el sustrato arqueológico del León romano. Para que el control territorial de la zona fuese más efectivo al término de la contienda contra los pueblos de las montañas, las autoridades romanas ordenaron a la legión afianzar su posición estableciendo un campamento. Eligieron una llanura ligeramente elevada entre los ríos Torío y Bernesga, donde levantaron el acuartelamiento aproximadamente quince años antes del nacimiento de Cristo. En ese mismo lugar, mucho tiempo después, se alzaría piedra a piedra, la ciudad de León.
La sucesión de los años motivó también la de los emperadores dentro de la dinastía Julio-Claudia, hasta que en el año 54 de nuestra era aparece entre los palacios la sombra de Nerón, un gobernante precedido por su oscura leyenda. La investigación más rigurosa parece decantarse por la idea de que los primeros cinco años del gobierno de Nerón resultaron bastante positivos para la estabilidad del Imperio, pero todo empezó a cambiar hacia el 59: excentricidades y abusos, el asesinato de su madre Agripina, el intento de identificarse con el dios Helios sobre la tierra, la caída en desgracia de las personas de su confianza y del Senado, aquel confuso incendio de Roma del año 64… poco a poco la situación del buen gobierno derivó hacia la dominación, y en el Imperio estalló un alzamiento rebelde donde los soldados y las legiones adoptaron un papel protagonista.
LA LEGIO VII GEMINA Y EL NATALICIO DEL ÁGUILA
Estamos en el año 68 d.C. La península Ibérica está dividida en tres grandes provincias: al sur la Bética, al oeste la Lusitania y por último la Tarraconense, que ocupa la mayor parte de Hispania y a la que pertenecía tanto el León romano como el territorio actual de León. Al sur de los Pirineos sólo había una legión romana, la ya conocida VI Victrix, en su flamante campamento entre el Torío y el Bernesga, de modo que respondía a las órdenes del gobernador tarraconense Servio Sulpicio Galba. Éste sería uno de los nombres clave en la sublevación contra Nerón.
Sin embargo, sabiéndose demasiado débil para enfrentarse al poder imperial contando sólo con el apoyo de la sexta legión, decidió fundar una nueva unidad militar compuesta exclusivamente por hispanos, que llevaría el numeral siete. Fue la Legio VII, bautizada entonces como Galbiana o Hispana, por el nombre de su fundador y su lugar de origen. La Legio VII nació en Clunia (Burgos), y recibió sus estandartes militares en la fecha del 10 de junio del año 68. Es lo que se conoce como el Natalicio del Águila, el momento en el que una legión se pone en pie alzando al aire por vez primera la enseña sagrada del águila, y el vexillum, una señal identificativa con el nombre y el símbolo de la unidad.
Pocos días después de la fundación de la Legio VII Galbiana, se conoció la noticia de la muerte del emperador Nerón. Así, el que fuera gobernador de la provincia Tarraconense, Galba, ocupó el cargo imperial durante un breve espacio de tiempo, hasta que la inestabilidad creada y las luchas por el poder terminarían también con su vida. En cuanto a la legión, se había trasladado desde Hispania a Roma, aunque en un proceso habitual de movimiento de fichas sobre el tablero de Europa, había tenido que salir de la capital hacia la frontera del Imperio en el norte, que en este momento lo delimitaba el río Danubio.
Los soldados terminarían apoyando a un candidato llegado de Oriente, de nombre Vespasiano, empuñando las armas, y decidiendo la suerte de Roma en la batalla de Bedriacum, al norte de Italia. Se dice que la séptima legión luchó con rabia, tanta que quedó seriamente reducida. Una vez llegado el breve tiempo de la paz fue reconstruida, y para ello se emplearon unidades militares procedentes de otras legiones. Es entonces cuando recibe nuevos apelativos para ser conocida como Legio VII Gemina Felix.
Con el emperador Vespasiano llegó de nuevo la estabilidad al gobierno, y se inició una nueva dinastía, la de los emperadores Flavios. En ese tiempo, en el año 74 la Legio VII Gemina regresa de nuevo a Hispania, asentándose en el campamento construido tiempo atrás por la Legio VI. Permanecería aquí, en el suelo del León romano hasta el siglo IV, momento en el que los cimientos del Imperio romano de Occidente ya se tambaleaban peligrosamente. En todo ese tiempo levantaron un nuevo campamento con edificios más sólidos y una muralla de cubos más resistente que todavía se alza orgullosa —al menos en parte—, entre las calles de la ciudad moderna.
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