Entrevistas, Literatura, Música — 16/10/2017

Héctor Escobar: «En una sociedad culta la figura del librero debería ser especial y esencial»

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Conversar con Héctor Escobar Zamora (Palencia, 1967) implica necesariamente repasar algunos de los hitos culturales más significativos de la historia de León. A los tres años llegó a la ciudad y prácticamente desde entonces su mente inquieta y su sensibilidad por las cosas bellas le llevaron a formar parte de proyectos tan especiales como el grupo de música mod Los Flechazos o la galería de arte Maese Nicolás. Nos encontramos con él en la Librería Universitaria de León, su última pequeña gran apuesta por la cultura.

Héctor Escobar Leotopía

«La única cosa que quiero es un trozo de carbón, para pintarme la cara, para cambiarme de color». ¿Eso fue lo que conseguisteis Los Flechazos, cambiar el color de la música de la época?

[Ríe].  No, creo que pudimos cambiarla para un tipo distinto de público. Ten en cuenta que, en lo que llamaban la movida de los años 80, salían grupos de distintos ámbitos con mucho criterio, grupos que hacían pop, rock, punk…, había muchas facetas dentro de la música en aquel momento. ¿Qué pasa? Que nosotros encontramos el hueco en nuestro espacio. Era el año 1987 y Alejandro [Díez Garín, Cooper] que venía de Ópera Prima y yo, que venía de Los Nietos de Ghandi, decidimos montar algo exclusivamente mod. Luego llegaron Pedro Alonso y Elena Iglesias. Los cuatro fuimos la banda más larga que hubo en la etapa de Los Flechazos.

Éramos mods y nos gustaba nuestra música, una música de los años 60, el revival de The Jam, de The Who, de los Kinks…, al ser fans lo tuvimos muy fácil, teníamos ganas de pasarlo bien e hicimos una banda en homenaje a los grupos que nos gustaban, y francamente, nos fue bien. Pero creo que no cambiamos absolutamente nada. Lo que pasa es que tuvo cierta trascendencia, sobre todo a nivel nacional y algo a nivel internacional. Fueron diez años muy buenos en todos los ámbitos, desde la cantidad de conciertos que dimos, los ocho discos grabados, muchísimas sesiones de fotografía, de estudio, de televisión, muchísimos viajes por Europa… Hablabas de pintar la cara de color, de cambio y precisamente los títulos de nuestros discos siempre tenían una faceta muy explosiva: Preparados,  Listos,  Ya (1991),  En Acción! (1992), Viviendo en la era pop (1988)… Invitaban a la juventud, al movimiento, a la búsqueda y a pasarlo bien. Eso era lo que queríamos transmitir con las letras y con la música que hacíamos.

Corría el año 1987. ¿Entonces ya sabías lo que querías o aún te rebelabas contra ello?

Creo que nunca me rebelé contra nada. Tampoco tuve  nunca claro lo que quería. Pensaba que había que vivir el día a día, y esa ha sido la constante de mi vida. Nunca he tenido planes de futuro. Todo lo que ha ido ocurriendo en mi vida ha sido día a día, tanto en el mundo de la música como en el del arte y ahora en el terreno editorial. Nunca pienso en el futuro. Hago las cosas porque creo que tengo que hacerlas y las hago en el momento. Unas veces me equivoco, otras veces no. Cuando lo hago, trato de corregir este tipo de actitudes, aunque luego resulta que sigo siendo el mismo y vuelvo a equivocarme con bastante frecuencia… [ríe].

De Los Flechazos a Los Modernos, ¿qué ha sido del movimiento mod?

Dejé Los Flechazos en el año 94, y fundamos Los Modernos en 2016,  así que han pasado veintidós años, imagínate. Creo que en el movimiento mod no ha cambiado absolutamente nada. Sigue habiendo una constante que es la música, otra constante que es la imagen y todo lo que conlleva, desde las Scooter Run a las concentraciones mods, el hecho de pinchar en fiestas la música que nos gusta…, básicamente eso sigue siendo lo mismo. Quizás para las personas han cambiado las circunstancias del día a día, sobre todo en lo relativo al terreno laboral. Ahora España está en un momento bastante  convulso con la economía y el paro, pero creo que a uno nunca se le quitan las ganas de vivir y tampoco las de disfrutar. Creo que ese es el sentido de la filosofía mod, el hecho de la acción.

Nunca he tenido planes de futuro. Todo lo que ha ido ocurriendo en mi vida ha sido día a día, tanto en el mundo de la música como en el del arte y ahora en el terreno editorial. Nunca pienso en el futuro. Hago las cosas porque creo que tengo que hacerlas y las hago en el momento

Este ha sido el año de los reencuentros musicales y televisivos ¿Volveremos a ver juntos a Los Flechazos?

No. Celebramos nuestro treinta aniversario, pero no sólo de Los Flechazos, sino también de Alex [Copper], 30 Años Viviendo En La Era Pop. Alejandro es una persona que tiene un talento impresionante. Él sí que tenía planes de futuro. Todo lo que se ha propuesto en la vida lo ha ido consiguiendo a base de esfuerzo, de sacrificio y, sobre todo, de talento.

Este año ha sido muy bonito para todos recordar treinta años de música y acompañar a Alejandro en algunos conciertos. Todo eso te traslada a un tiempo atrás que parece que… lo que te voy a decir es una tontería, pero han pasado tantos años que apenas recordaba la época de Los Flechazos. El estar otra vez sobre un escenario y delante de un montón de gente haciendo lo que nos gustaba entonces.

¿Ahora ya no?

Sí, claro, pero quizás con otra exigencia, simplemente la de disfrutar. En aquella época había mucha exigencia, porque éramos chicos muy responsables, la verdad, y por la gente que venía a vernos y pagaba teníamos la obligación de hacerlo bien.

Vamos con otra de tus facetas, la que más te ha ocupado en el tiempo. Eres, desde hace más de 18 años, el responsable de la Librería Universitaria en León.

Sí, me incorporé en el año 1998. Hubo un impás entre Los Flechazos y la Librería Universitaria en el que me dediqué a trabajar en aspectos que tenían que ver con la decoración y con el arte. Trabajaba con Jaime Quindós en la galería de arte Maese Nicolás, que ha sido un referente en León de arte, de cultura y del buen gusto por las cosas bonitas. Por esta faceta del diseño dejé incluso Los Flechazos, y en cierto modo, no me he desvinculado de ella, porque sigo suscrito a un montón de revistas de diseño, visito con mucha frecuencia galerías de arte, de vez en cuando vendo obra gráfica y grabados… Algunos de mis mejores amigos se dedican al mundo del arte.

 

Héctor Escobar Leotopía

Está en activo desde 1980 y se ha especializado en libro técnico, universitario, libros UNED y libros de idiomas. ¿Entonces surgió como una necesidad o como una oportunidad?

El hecho de ser una librería especializada era una oportunidad y creo que lo sigue siendo. Cuando yo entré aquí ni siquiera estaba informatizada, era otro concepto de negocio mucho más personalista. Le di un cambio radical en todos los aspectos.

Supongo que es este intento por adoptar un rol dinamizador en el sector por el que te consideras/consideran «agitador cultural hiperactivo y disperso».

Eso es algo que llevo dentro desde que era chaval. Siempre que me dicen lo de agitador cultural me imagino dentro de un frasco y que alguien me mueve así, de un lado para el otro… [ríe]. Pero qué va, no, yo creo que eso es una forma de ser. ¿Hiperactivo? Sí… [ríe] y disperso, mucho, eso no lo voy a negar nunca.

En este sector del libro universitario ¿se ha vivido de igual forma la caída en las ventas o, como sucede con los textos para los colegios, salvan el año a las librerías?

Puede que antes sí que fuera así. Ahora ya no. En este país hay un problema muy gordo: no se suelen cumplir las leyes que defienden a los creadores. Dentro del mundo desarrollado, España es el país donde más se piratea, tanto música, como cine y libros digitales. En el mundo universitario está el problema de la fotocopia del libro, algo que constantemente va a más y que puede acabar terminando con las librerías especializadas.

Los grandes maestros de las distintas facetas del conocimiento dejarán de escribir y todas las editoriales que se dedican al libro de texto universitario y científico acabarán desapareciendo. ¿Por qué? Porque no se respeta el trabajo ni el esfuerzo, tanto de los investigadores como de los creadores. Es un problema muy serio. Como la sociedad ha terminado por legitimar este tipo de actitudes totalmente ilegales, el gobierno no mete mano, es de una tristeza increíble. Y no lo digo porque viva de ello. Te voy a ser muy sincero. En mi vida he bajado una película, nunca he fotocopiado un libro y jamás he descargado una canción, entre otras cosas porque no sé, ni tampoco quiero aprender a hacerlo. No me interesa absolutamente para nada. Mi amigo Manuel Tejada llevaba siempre una camiseta que decía «Soy Original».

En cierto modo, el hecho de comprar los discos y las películas es lo que hace que podamos aportar algo para la supervivencia de estas industrias. Pero no hay conciencia y eso a mí me parece  increíble. Hay  gente que ha cogido ya el hábito de piratear y le da igual tener dinero o no. Podría  recurrir a las bibliotecas donde prestan libros, cine y música, pero no, se lo descargan. En este país la gente es muy frívola y a veces escuchas decir cosas como «ayer me bajé dos mil libros». Lo más fácil es que esa persona no lea ni diez de esos dos mil. Cada vez que oigo esas cosas siento dolor, es una falta de respeto hacia el trabajo de los demás.

Cuando tocaba con Los Flechazos lo último que me interesaba era el aspecto económico, así de claro. Lo que me gustaba era disfrutar con la gente, pero existen unas normas y unos criterios, la gente trabaja para algo. Yo no voy a un bar, me pido una cerveza y me voy sin pagarla. Nuestra sociedad ha optado por una decisión: entre pagar dos euros o no pagar nada la gente prefiere no pagar, sin tener en cuenta el daño que hace a la industria.

En este país hay un problema muy gordo: no se suelen cumplir las leyes que defienden a los creadores. Dentro del mundo desarrollado, España es el país donde más se piratea, tanto música, como cine y libros digitales

Manolo Quijano nos contaba hace un tiempo que la gente no entiende los derechos de autor porque la SGAE no había logrado explicar bien su labor. ¿Sucede lo mismo con CEDRO —la asociación de autores y editores de libros, revistas, periódicos y partituras?

No me fío de estas entidades. No me gustan porque en cierto modo parecen la inquisición. En CEDRO he visto cosas increíbles, casi legitimando según qué conductas a cambio de pagar por una licencia comercial. No me interesan en absoluto. Lo que me importa es que se cumplan las leyes, porque para eso están. Es un tema duro, que me quema mucho.

Pasamos a otro, entiendo que más grato. ¿Cómo definirías tu experiencia como Presidente de la Asociación de Libreros de León?

Lo fui desde el 2001 hasta 2006. Después hubo una pausa, y volví a serlo en 2009-2010. Este año me ha vuelto a tocar hacerme cargo del gremio y de la feria del libro.

Lo más interesante del cargo quizás sea la relación que mantienes con la gente del mundo de la literatura, con la que tienes una vinculación bastante importante, incluso con autores de primer nivel o grandes editoriales. Todo eso te enriquece mucho. El de los libreros es un gremio demasiado anquilosado, necesita una transformación. También es verdad que cada día se pierden muchos lectores. Los que nunca lo han sido prácticamente nunca lo serán, los que han leído algo han dejado de hacerlo y los grandes lectores han dejado de serlo. Siguen leyendo, pero el tema de las nuevas tecnologías, las redes sociales y un montón de circunstancias de este nivel han provocado que la lectura tradicional haya dejado de ser un asunto casi de referencia.

En España se publica y se edita muchísimo, pero ahora no hay ningún filtro, especialmente con el tema de la autoedición. Cualquiera saca un libro. Se produce mucho, pero ahora todo vale, se ha perdido la noción de lo que es bueno o malo. En la literatura se ha hecho mucho daño al buen gusto con la aparición de las editoriales digitales, la autoedición y demás. Es lícito, pero hace un daño enorme al conjunto de la literatura, al estilo literario, al buen uso de la palabra y a la escritura. No se tiene cuidado en el proceso de corrección. Todo está muy embarullado.

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¿Cuál es el papel del librero en la sociedad? ¿Ha perdido su función como prescriptor? ¿Ahora lo son las redes sociales?

El problema es básicamente que la gente ha dejado de visitar las librerías. Es una lástima porque hay libreros que tienen un gusto exquisito y saben lo que hacen cuando recomiendan libros. El día que estos libreros desaparezcan será un drama. Con Internet todo vale. Cualquiera sin demasiada experiencia en la lectura, pero con capacidad de influencia, puede recomendar un libro que le ha gustado o bien ha podido ser pagado por una editorial para hacerlo.

En una sociedad culta la figura del librero es fundamental, debería ser especial y esencial. Otro de los problemas es que en las grandes superficies no hay libreros, sino dispensadores de libros. Eso también es un drama porque vender un libro es una cosa especial.

El País intenta desde 2016 convertir Librotea en una especie de Goodreads.

Sí, pero por temas económicos. Ya lo hizo con Babelia, que no deja de ser un catálogo de los libros de su propio grupo editorial, Santillana. Para mí la revista cultural dentro del aspecto periodístico español que más criterio ha tenido es el ABC Cultural, porque no tenía ningún canon de ningún grupo editorial potente detrás.

Formatos televisivos como Convénzeme ¿ayudan o frivolizan sobre la materia y la labor de un buen prescriptor? 

Bajo mi punto de vista, frivolizan mucho.

Me da «miedo» preguntarte por el fenómeno literario en torno a los Youtubers…

No me interesa absolutamente nada. Son modas que hoy están y mañana pasan, no aportan absolutamente nada porque no hay un estilo literario. A mí me gusta la gente que escribe bien, y ellos forman parte de lo que llamo la generación del frío. Pero hablo desde la experiencia del paso del tiempo, de mi punto de vista. A lo mejor si tuviera dieciocho años estaría leyendo lo que escriben…

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¿E-book o papel?

Me gusta mucho más leer en papel porque ya nos pasamos el día entero delante del ordenador, del teléfono móvil, de las pantallas… Para mí es muy placentero leer un libro en papel, pero no sólo por el hecho de leer sino también por romper el plástico, contemplar la tipografía, la letra, los colores de las portadillas, el olor…

El Instituto del Futuro del Libro dirigido por Robert Stein —pionero de la producción de libros electrónicos—, estudia las consecuencias del cambio de la lectura del papel a la pantalla, experimentando con la plataforma Social Reader, concebida como «lectura social» a través de notas, comentarios y formas de destacar el contenido que se pueden compartir con otros lectores. Su teoría es que la inclusión de elementos sociales ayudará a convencer a lectores más jóvenes.

Puedo estar de acuerdo en parte, aunque creo que la lectura es una cosa personal e intransferible. La tienes que disfrutar tú mismo, y luego, si quieres, comentarla.

Como en un club de lectura ¿no? Por cierto, ¿qué opinión te merecen?

Son una cosa maravillosa y fantástica, porque están hechos para todas las edades y todo tipo de gente. Es una forma de agarrarse a algo que puede dar rienda suelta a la imaginación e incluso ayudar a liberarse del estrés diario. Quienes llevan a cabo estos planes de fomento de la lectura hacen una labor impresionante, son guías del buen gusto que ayudan a expandir la imaginación de la gente y a liberarles del peso del día a día.

Ese también es en parte el objetivo de las ferias del libro. Tú estuviste al frente de la I Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil «Leer León» en 2006.

Una y no más… Estuvimos un año entero trabajando por amor al arte, pero cuando hubo que tomar decisiones importantes entró la política. En cuanto terminó yo dimití porque no me sentí respaldado. El proyecto que se llevó a cabo no era lo que teníamos en mente las personas que lo pusimos en marcha. Me pareció una falta de respeto. Una cosa que podía haber sido un referente importantísimo de la ciudad se quedó en nada, en deudas. A pesar de todo, fue visitada por muchísimas personas.

No ha sido tu único «desengaño». Algo parecido ocurrió en 2009, cuando propusiste hermanar las Ferias del libro de León y Valladolid. Alegabas el poder establecer sinergias entre ambas y sacar provecho de la potencia de nuestra vecina…

Sí, y casi me comen. Hicimos un acto súper bonito en Valladolid con los leoneses que viven allí, con la Casa de León, y no gustó. El hecho de que yo estuviera allí se interpretó como una falta de respeto y el alcalde de León decidió no ir a la inauguración.

Estas son las cosas que pasan en León. El día en que alguien piense en gobernar para los leoneses y en hacer de esta provincia, de esta ciudad, algo importante, nos irá bien. Pero aquí todo es partidista. Mis proyectos nunca han sido políticos, siempre han sido proyectos para la ciudad, para los leoneses.

Los políticos piensan muy poco en los leoneses. Así está la ciudad, así está la provincia. Aquí viene gente los fines de semana a tomar tapas. Es un turismo que no aporta absolutamente nada a la ciudad. Quieren vendernos la moto de que va genial, pero cada vez hay más paro, menos industria y sobre todo una despoblación brutal. Si no lo quieren ver, que no lo vean.

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Roberto Bolaño en Entre Paréntesis (2004) escribió «Todos tenemos la librería que nos merecemos, salvo los que no tienen ninguna».

Estoy totalmente de acuerdo. Nos la merecemos porque es la que hemos buscado y la que hemos creado.

Vale, ¿y por qué vendría definida, por los libros que tiene o por los que no tiene?

Una librería se define por el servicio que da al lector, por el criterio de saber recomendar un libro y por poder crear un ambiente de vis a vis entre el librero y el cliente. Pero hay libros que no tendré aquí nunca porque no quiero tenerlos. Ese criterio también marca el matiz de una librería.

En 2015 se crearon en España 293 nuevas editoriales y en 2016, 403. ¿Cómo se explica este fenómeno?

Son pequeñas editoriales que apuestan por los nuevos formatos de literatura. En cierto modo reflejan esa necesidad de la gente de buscarse un hueco en la vida. El problema en este sector, como en todos, es que no todo es bonito, también hay dificultades. Tienes que trabajar mucho y también tener mucha suerte. Saber apostar y no ser tan disperso… [ríe].

En el caso de la tuya Eolas Ediciones¿por qué apostaste?

Mi vida son ciclos. Cuando era niño jugaba al fútbol (jugué toda la vida en La Cultural). Dejé La Cultural por Los Flechazos, dejé Los Flechazos por Maese Nicolás, dejé Maese Nicolás por la librería, y no quería dejar la librería por otra cosa, pero quería hacer algo más. Por eso monté la editorial, porque mi vida son ciclos. Igual dentro de dos o tres años me da por la fotografía [ríe].

De todas formas Eolas Ediciones somos tres personas: Raúl Sánchez, Héctor Escobar  y Marta Escobar. Decidimos usar el gaélico tanto para el nombre de la editorial como para el de algunas colecciones —Caraid, por ejemplo—  en honor a Raúl, un amante y apasionado de Irlanda. Además, Eolas significa conocimiento en gaélico.

No puede ser más sugerente. He leído afirmaciones tuyas en las que adviertes un futuro próspero para la literatura leonesa de la mano de una nueva generación de escritores jóvenes. Como editor ¿crees que tienes un mayor grado de responsabilidad para con las nuevas generaciones?

Sí, aquí tenemos mucho talento. Tengo esa responsabilidad, claro que la tengo, por eso trabajo con ellos. Y además no le pongo pegas a nada, me encantaría que todos terminaran publicando en editoriales muy potentes. Me gusta apostar por la gente con talento. ¿Sabes por qué? Porque a mí me dieron la oportunidad cuando tenía dieciséis años de empezar a grabar un disco.

Lo que les pido a estos chicos que escriben es que entiendan que una cosa es el talento y otra que hay que trabajar mucho. La lástima es que mucha gente se queda con el día de la presentación, las fotos en Facebook, y luego no leen. Si no leéis y escribís es imposible que triunféis.

También es verdad que en León la gente con talento tiene muchas opciones, porque aquí hay mucha gente que hace muchísimas cosas por la cultura. Me dejaré gente fuera, pero es importante que se sepa la maravillosa labor que hace Pepe Tabernero en la Universidad organizando actividades culturales o Natalia Méndez organizando congresos de literatura; Juan José de la Rosa desde el Ayuntamiento de León; Luís García en el Instituto Leonés de Cultura; gente del ámbito musical como El Gran Café o Yago Belmondo; Rafael Saravia y el Club Leteo; lo que hace Samuel Rubio con el Festival de Órgano de la Catedral de León, el Purple Weekend, el Festival de Magia, Javier Cambero con Eje Producciones, El MUSAC, El Museo de León….

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Uno de los debates eternos del sector es ¿quién es mejor editor, el que publica buenos libros o el que logra venderlos?

Ninguno de los dos. Creo que es el que tiene buen gusto. Un buen editor tiene que tener buen gusto y tiene que publicar a gente con nivel y con criterio. El otro es un comerciante, alguien que se mueve por intereses económicos. Pero al final la vida es más que eso, tienes que disfrutar de lo que haces y cuando todo pasa y ves lo que has hecho… poder sentirte orgulloso.

¿Siguen funcionando como estrategia de marketing los premios literarios? Ya son muchas las voces autorizadas que consideran que están desmontados, desprestigiados

A mí de premios literarios me interesan el Premio Leteo, los premios de la Fundación MonteLeón… los premios en definitiva, en los que veo que realmente el jurado es un jurado libre y limpio, y que no hay ningún tipo de interés detrás. Los otros no me interesan en absoluto porque es evidente lo que son… favores que se hacen unos a otros.

A pesar de estar denostados… ¿se siguen vendiendo más los libros que han ganado?

Creo que ya no tanto. El Planeta, a lo mejor.

¿Alguna vez has apostado por alguien que, una vez pasa a ser reconocido, da el salto a otra editorial?

A mí eso no me importa. La verdad es que muchas veces me resulta más fácil trabajar con gente que ya tiene libros publicados en editoriales potentes que con noveles. No suelen ser muy agradecidos, y además mantienen una actitud de sospecha sobre el editor… no sé. En cambio gente como Tomás Sánchez Santiago, Avelino Fierro, César Gavela, Juan Carlos Pajares, Ignacio Sanz… son gente con peso, con la que hemos publicado y que siempre se han mostrado agradecidísimos.

¿Por qué crees que sucede?

Por vanidad. Son más vanidosos los que empiezan que los que ya llevan un tiempo y tienen un recorrido, porque se mueven en círculos en los que intentan destacar por encima de sus amigos.

En vuestro catálogo la poesía ocupa un lugar preeminente. ¿Está experimentando un nuevo auge o se mantiene como un género minoritario?

Es el género que más me gusta, y eso se nota. Cuando montas una editorial, la montas teniendo en cuenta tus gustos. En Eolas tenemos cinco colecciones de poesía… imagínate.

Pero contestando a tu pregunta, sí, se mantiene como género minoritario. Nosotros, por ejemplo, son  los libros que menos vendemos. No sé si es mejor o peor, porque creo que la gente no está preparada para leer buena poesía. A veces me da esa sensación. La gente  no lee, y al no leer no tiene la necesaria capacidad de interpretación que la poesía requiere.

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¿No supone una contradicción que, sabiendo que es lo que menos se vende, sea lo que más editáis?

Claro, porque como he dicho antes, para mí hay dos clases de editores, los que quieren ganar dinero y los que quieren hacer las cosas bien. Yo soy de los que intenta hacer las cosas bien. Moriré pobre, seguro, pero por lo menos feliz… Siempre digo que tengo superávit en felicidad cuando hago estas cosas. Por una cuestión puramente económica no me renta tener una editorial, pero el superávit emocional que me aporta es muy importante.

¿Existe un equilibrio en vuestro catálogo entre autores y autoras?

Habitualmente hay más autores que autoras en todos los aspectos y en todos los ámbitos. En el último libro que hemos publicado de fotografías, de retratos fotográficos de personas relevantes en el mundo del libro en León, sólo aparecen cuatro o cinco mujeres, de treinta que se recogen. Pero seguramente si sacamos un segundo libro estén a la par. De todas formas, creo que tenemos bastantes mujeres en nuestro catálogo editorial.

¿Cuántos libros edita Eolas al año y cómo es su proceso de selección?

Editamos en torno a cuarenta, entre técnico y literatura. Seguimos una especie de calendario. Primero se selecciona a qué colección van: narrativa corta, poesía… Luego se escogen los científicos. De fotografía publicamos dos o tres al año, y de literatura infantil y juvenil otros dos o tres al año.

¿Qué libro te hubiera encantado editar?

Cualquier libro de César Vallejo. Es mi poeta preferido de toda la vida, mi ídolo.

¿Te ha supuesto algún disgusto con un amigo o familiar?

Imagino que sí. No te lo dicen, pero imagino que sí. No sé si será legítimo o no pero… me imagino que sí. De todas formas nosotros no trabajamos de manera que se puedan sentir ofendidos, en plan «este sí, este no».

La autoedición es lícita, pero hace un daño enorme al conjunto de la literatura, al estilo literario, al buen uso de la palabra y a la escritura

Cuéntame algo más sobre este último proyecto que te ha unido con Amancio González y Amando Casado en Palabra, Luz, Materia (2017).

Es un proyecto en el que llevamos trabajando desde el año 2008. Amancio ha trabajado los bustos primero en barro y después en bronce. Amando ha hecho la selección de los retratos fotográficos y yo me he encargado de la elaboración del libro, de la edición de este libro tan bonito.

¿Cuál era nuestra intención? Hablar con las instituciones para que, igual que hay una ruta del Camino de Santiago, que hubiera una ruta literaria en la provincia de León, en la que se pudieran poner los bronces en los distintos pueblos o ciudades de los que son cada uno de ellos (han nacido, han veraneado o tienen una vinculación importante o especial). Pero de momento no ha salido nada más que el libro. Espero que por lo menos podamos hacer alguna exposición de las fotografías y que en algún momento alguien crea que se pueden hacer otras cosas aparte de traer a la gente a tomar tapas.

En 2009 el Ayuntamiento propuso un proyecto destinado a que León optara a convertirse en Ciudad de las Letras por la UNESCO. Silván en 2015 incluyó en su campaña electoral la promesa de colocar la ciudad como capital de las Letras…

Bueno, aquí se prometen muchas cosas. Yo tengo un amigo que en la dedicatoria del libro puso «A fulanita. Te prometí versos» y a los tres meses se separaron… [ríe]. Se prometen muchas cosas porque a la gente se le sigue tratando por tonta en cierto modo, y durante las campañas electorales ni te cuento. No dudo que en algunos casos haya buena intención, pero…

¿Te constan movimientos en este sentido?

No, no me consta que se esté haciendo absolutamente nada.

¿Quién lee lo que Héctor Escobar escribe en la intimidad?

Héctor Escobar, sólo y exclusivamente. Soy muy pudoroso. Escribo mucho, me gusta mucho escribir, pero publicar no. Cuando me muera a lo mejor sacan algo… el editor maldito escribió esto…

Héctor Escobar Leotopía

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