Se define a sí misma como artivista de la economía humanista, y de la vida en general. Desprende con cada palabra lo vivaracho y extremadamente sensible de su carácter. Fuma con nervio. Se apoya en cada calada para materializar verbalmente sus inquietudes, anhelos, intuiciones e impulsos. Durante su larga trayectoria profesional ha sido, entre otras muchas cosas, comisaria de arte en España, Francia, Estados Unidos, Corea y Japón, presentando muestras en algunos de los principales centros de arte contemporáneo a nivel mundial —Centre George Pompidou de París, Museo Hara de Tokio, CCCB de Barcelona—. La vocación artística de María Cruz Morán Marcos (León, 1977) halló un buen aliado en su gusto por viajar, comprender y absorber lo mejor de cada cultura, religión o ideología. Ha tenido la oportunidad de conocer y entrevistar a figuras notables de la escena artística como Dennis Oppenheim, Dara Birnbaum o Nina Sobell. Hoy nos toca a nosotros entrevistarla a ella, a la Macu Morán artista, hija, madre y guerrera indomable.
¿Con qué soñaba y dibujaba la Macu Morán de unos pocos años?
La Macu de unos pocos añitos casi no hablaba, pero dibujaba, según decían, bastante bien. Y era prácticamente en lo que destacaba en el colegio, porque suspendía casi todo desde primero de EGB. El mío es un ejemplo de fracaso escolar temprano como consecuencia de un sistema educativo rígido, que no se adapta a las personas que tienen otra forma de pensar.
Esto hizo que durante muchos años me sintiera, no tonta, pero sí claramente diferente.
Esas diferencias ¿quedaron evidenciadas en esos primeros dibujos? Dices que apenas hablabas. ¿Dibujabas para expresar lo que sentías?
Sí. Los niños, en cuanto encuentran un avatar (una marioneta, un dibujo…), dejan salir todo lo que les está pasando y no pueden o saben expresar de otro modo.
Tengo muy en mente todos mis dibujos de esa época, porque ya reflejan el universo en el que más menos he seguido «viviendo». En mi mente continúo soñando con ese posible universo, y sigo intentándolo crear de alguna u otra manera. Ya no tanto con pinturas, pero sí con otras acciones.
¿Eras consciente entonces?
No, nunca lo eres, siempre llega a posteriori. Vuelves a mirar un dibujo tiempo después de hacerlo y te das cuenta de lo que significaba en ese momento, pero no cuando lo estabas haciendo. Es increíble la significancia que puede tener y lo importante que puede ser en determinados momentos de nuestra vida.
Fue a través de un dibujo, por ejemplo, como en parte me llegaron a diagnosticar hipomanía. Tal vez por eso me ha interesado mucho conocer las creaciones de las personas desde un punto psicológico. Por desgracia, hay mucha relación entre las enfermedades mentales y el arte. Está latente en gran parte de los artistas, de una u otra manera.
La arte terapia me ha cambiado mucho esa perspectiva, que menosprecié durante gran parte de mi vida. Cuando hice en Barcelona el curso intensivo de arte terapia me transformó por completo. Vi claramente el poder sanador de las artes plásticas. Entendí la importancia de lo que emerge en tus creaciones menos racionales y más impulsivas, y la posibilidad que el arte nos brinda para conocernos mejor y ayudarnos a superar nudos, bloqueos, traumas…
Comienzas tu formación plástica a los ocho años, ¿cómo una actividad extraescolar más o ya se veía venir que lo tuyo con el arte iba para largo?
La pintura fue mi única actividad extraescolar, ¡ya se veía venir! De todas formas, aunque la formación es importante, siempre me he sentido muy identificada con la rama del arte contemporáneo que se llama outsider art [1], y que hace referencia a los artistas autodidactas.
Es un arte mucho más intuitivo y menos racional que la línea que predomina hoy en día, tanto en el mercado, como en la academia. Creo que se está dejando poco espacio a la intuición dentro del arte, cuando éste es prácticamente el único ámbito donde podemos desarrollar esa capacidad humana tan especial.
¿Así que te consideras una outsider artist?
Como artista sí, como profesional del arte —como comisaria—, no.
Todos mis dibujos han ido por esa línea siempre, aunque yo no sabía que existía como tal hasta que a mediados del año 2003, lo descubrí haciendo un curso en la Universidad de Nueva York. Lo impartía Roger Ricco, de la galería Ricco/Maresca. Ahí descubrí a mis colegas [ríe], y todo lo que llevaba guardado dentro.
¿Guardado por qué?
Mis dibujos nunca han salido a la luz, y no sé si lo harán, la verdad. Es una faceta que siempre he tenido escondida y de la que, incluso, me sentía un poco avergonzada. Cuando trabajaba en el circuito del arte intentaba mantener las formas, y sabía que si mis obras outsider se veían, quedaría de manifiesto que no era una comisaria al uso.
Decidiste primar esa faceta, la de comisaria por encima de la de artista.
Durante un momento de mi vida sí. Cuando ejercí como comercial de obra artística en Nueva York —en Wall Street—, tenía que ser una ejecutiva. Durante muchos años lo intenté con todas mis fuerzas, pero llegó un momento en el que me di cuenta de que esa no era yo. No era feliz, e incluso llegué a rechazar profundamente el mundo del arte, a huir conscientemente de él.
¿Qué hizo que no lo abandonaras?
La respuesta es un quién no un qué. Gemma García Blanco, profesora de pintura, directora de la Galería Cinabrio de León y la artista mujer que más brilla en la ciudad. Ha sido clave en mi trayectoria.
La conocí embarazada, una semana antes de quedarme embarazada yo, y supo comprender con su extraordinaria empatía el momento por el que estaba pasando. Consiguió remodelar el mundo del arte para mí, y ayudarme —casi obligarme— a sacar mi voz, a no sentirme avergonzada, sino a aprender a darme espacio y tiempo para sacar lo que llevaba dentro de la mejor manera posible.
Ella me brindó la oportunidad de hacer mi primera exposición en solitario, y mucho más que eso. Porque en «Kepler-186f» por fin reconocí mi mundo y mis pensamientos. Por primera vez me atreví a sacar esa parte de mí más personal.
Es verdaderamente emocionante escucharte. Requiere de mucha valentía saber parar, valorar nuestras prioridades y emprender de nuevo el camino.
Sí. Por eso, miro hacia atrás y no puedo dejar de ver a Gemma brillando en mi camino, como una de las personas más extraordinarias que he conocido y que más me han ayudado en los aspectos más fundamentales de mi desarrollo como artista.
Esta primera exposición en solitario de la que hablas se inaugura en 2016, precisamente en la Galería Cinabrio, pero la Macu Morán artista comenzó a exponer mucho antes. Bill Viola, pionero en el desarrollo del videoarte, contó en una entrevista que su primera muestra fue en la guardería, con cinco años. Tú, con diez años expones en la Academia de dibujo y pintura un búho a carboncillo.
Sí, fue mi primera obra seria de arte. ¿Te puedes creer que no lo encuentro? Tengo que hacerlo porque fue importante para mí, me llenó de orgullo. Quedó como si no lo hubiera hecho yo de lo magnífico que era [ríe].
Pero siempre me sucede lo mismo. En cuanto domino una técnica, sea cual sea, empiezo a modificarla, a machacarla, a darle tres mil vueltas…
Esa se supone que es la base de la innovación, ¿no?
Sí, eso decía Picasso: «Cada acto de creación es en primer lugar un acto de destrucción». Pero en mi caso, casi no me doy tiempo a demostrar que tengo esa capacidad. Me pasó con el carboncillo, pero también con la cerámica, con la porcelana, la fotografía… Aunque en el caso de la fotografía tuve que desistir por la falta de recursos materiales. Durante mi estancia en Nueva York asistí en el ICP —International Center of Photography— a un curso impartido por Bill Armstrong sobre la técnica que a día de hoy sigue siendo una de mis favoritas: la fotografía analógica en color manipulada. Me quedé fascinada con los ánimos que me dio para seguir trabajando en ello, porque me dijo que había sido bastante excepcional en ese campo. Era diferente porque me gusta trabajar la fotografía como arte plástico, como pintura, utilizando la luz como un pincel en el laboratorio. Cuando volví a España intenté continuar practicando en laboratorios de Madrid y Barcelona, pero me fue imposible.
Hoy en día, en un mundo tan globalizado ¿podemos hablar de determinismo geográfico más que tecnológico?
Creo que en el arte influyen ambos, y añadiría el determinismo económico. No sólo con la fotografía, también con los súper 8, por ejemplo. Todavía hay muchas técnicas que sólo pueden trabajarse en Nueva York, así que te obligas a cambiar de procedimiento, de sistema. Y no es fácil. Yo por ejemplo, odié la fotografía digital durante muchísimos años.
Me tiré casi cinco años sin hacer fotografía porque mi primera cámara digital me dejó completamente bloqueada. Todo quedaba fatal, plano, real. Nada me gustaba. No volví a trabajar la fotografía hasta que no me encontré con la Fuji X100, una cámara mirrorless [sin espejo], manual, pero con buena calidad digital, con la que pude empezar a hacer cosas bonitas otra vez.
Me permitió volver a tener sombras, por ejemplo. Lo que busco con la fotografía, con cada uno de mis shots [tiros], es captar la magia que nos rodea. A veces incluso siento que ni siquiera soy la dueña de la fotografía, que simplemente es el resultado de dejarme llevar por esa magia.
Por el instinto, la intuición de la que hablábamos…
Sí, por ese instinto e intuición que no nos enseñan a trabajar, a dejar salir con naturalidad. Hay capacidades del ser humano que no sólo no están en la escuela, sino que están extrañamente prohibidas y mal vistas, estigmatizadas.
En tu caso, esta percepción que te lleva a aunar sensibilidad y ciencia en eso que defines como «código orgánico» tiene también mucho de congénito, ¿no?
Por supuesto. Ser hija de un joyero-relojero [Alejandro Morán] y de una científica microbióloga [Charo Marcos], me ha influido mucho a la hora de concebir y trabajar el arte en general, y el concepto de código orgánico en particular.
Por un lado está la maquinaria, la tecnología de la relojería, y el tiempo. El videoarte no es otra cosa que arte basado en tiempo. Cuando mi padre me preguntaba qué hora era, miraba el reloj e intentaba leer las agujas, pero no entendía el concepto de tiempo en sí, su importancia como concepto vital. El tiempo es el que nos hace seres vivos, el que limita nuestra vida.
Por otro lado, junto a mi madre y su hermana, (Esperanza Marcos, una astrónoma aficionada con la que también me crié), descubrí desde pequeña el microcosmos —a través de las filminas y los trabajos microbiológicos de mi madre—, el macrocosmos —con las enseñanzas de mi tía sobre el espacio sideral— y, por supuesto, todo lo que existe entre ambos.
Cuando veía las ondas del agua al caer una piedra, las formas orgánicas del detergente, de la gasolina… veía un código abstracto y orgánico detrás de la realidad visual, que trasciende a la belleza y a la matemática. Ese código orgánico siempre ha sido un eje de la intuición, influyendo imperceptiblemente al elegir una cosa u otra. Lo hago, o no lo hago, queda bien o no queda bien, en función de la organicidad del flujo energético.
Concibo la belleza —no esa que nos están intentando vender objetualizando y sexualizando a la mujer— como la belleza del cosmos, que también existe en las personas como seres orgánicos con movimientos relacionales orgánicos. Para mí ese es el eje de la belleza y, girar en torno a ella, una buena forma de mantenerse en la armonía natural. Justo lo opuesto a la frivolización estética que nos ciega hoy en día.
Y en la esencia de la verdadera belleza —¡Qué valor hay que tener para decir simplemente estas dos palabras, verdadera belleza!— está, como eje de todo, la naturaleza. Respetar la belleza implica respetar la naturaleza, y hacerlo por encima del ser humano como exigencia para la supervivencia de las demás especies, de la vida en sí misma.
Todas las leyes del futuro, de ahí mi vinculación política, han de ser biocéntricas o no serán, no habrá futuro.
Hablaremos más delante de tu relación con Podemos, pero antes, cuéntame cómo llega esa niña a convertirse, en primer lugar, en graduada en Dirección Internacional de Empresas.
Eso se lo debemos a un leonés, uno de los mejores empresarios que tenemos en esta ciudad, a Alejandro Casas. En el momento de decidir qué estudiar éramos novios, así que le dije que estudiaría lo que él quisiera mientras lo hiciéramos donde yo eligiera [ríe].
Yo me quería ir fuera de España, viajar, conocer la inmensidad de culturas que tenemos… Así que nos fuimos a Róterdam a estudiar Economía, pese a que también me aceptaron en la Universidad de León en la carrera de Historia del Arte. En ese momento, no tenía claro lo que era Economía, pero tampoco sabía que existía un circuito del arte como tal. No le veía muchas salidas profesionales, la verdad.
También tuve muchas dudas con respecto a la tesis doctoral una vez finalicé la carrera. Propuse una investigación en torno al concepto de capitalismo cultural, pero me lo tiraron, así que tardé en encontrar algo que me interesara de verdad.
Y ese algo, finalmente, te devolvió al mundo del arte con tu tesis «Desafíos filosóficos, económicos y comerciales del mercado del arte en el Siglo XXI».
Claro, al final me di cuenta de que podía trabajar en torno a la idea del mercado del arte y me lancé. Recopilé y fotocopié todo lo que encontré relacionado con el arte y la economía (catálogos razonados, precios de obra, caché de los artistas, precios de subasta) por las bibliotecas de medio mundo: España, Nueva York, Londres, París, Holanda, Róterdam… Y comencé determinando y delimitando qué era una pintura artística y cómo ha cambiado el concepto de arte a través de la historia. Es curioso porque, a día de hoy, el arte sigue siendo un concepto muy dinámico. Por ejemplo, ahora se habla mucho de artesanías o de terapia frente al high art [arte de élite].
Lo de artesanías sí que lo he escuchado, pero ¿a qué te refieres con terapia?
Pues por ejemplo a Jim Carrey. Algunos dicen que sus pinturas no son arte, que pinta sólo a modo de terapia. No estoy de acuerdo. Lo que hace es arte con mayúsculas, porque hace lo que le sale de dentro, tal vez no sea arte contemporáneo o high-art, pero si es arte.
Como Jordi Mollá u otros actores que ahora se han dedicado un poco más al arte, a expresarse personalmente. Simplemente lo tienen más difícil para que la academia les valide, puesto que no cuentan con la formación específica y raro será que resulten ser unos genios, pero por el simple hecho de pertenecer o venir de otro sistema/mercado/disciplina diferente, no se les debería quitar la oportunidad de expresarse en otros medios. Para mí no es así, el arte nos toca a todos, y si son buenos actores, no es extraño que tengan otras inquietudes artísticas. Otra cosa es que vendan como churros por ser famosos, en detrimento de otros profesionales, pero la validación del mercado es bastante subjetiva de todas formas. Todos los seres humanos deberíamos utilizar el arte como una forma de conocernos, de expresarnos, de desarrollarnos. Porque en el fondo, el arte es una forma de pensar.
No debería estar limitado a cuatro intelectuales que trabajan las formas más modernas o las aportaciones más «modernizadoras» de la historia del concepto del arte.
Hay gente que va al MUSAC y dice, «no entiendo, no sé de arte y no valgo para esto» al ver lo expuesto sin preparación, y, como resultado, nunca jamás cogen un lápiz para intentarlo. Así, lo que hacemos es bloquear las capacidades expresivas de toda la población, y, a nivel evolutivo, eso es lo peor que nos puede pasar. Por eso es clave que se mantenga formación artística en la educación, tanto teórica como práctica. Con esto no quiero menospreciar la relevancia que tiene el continuo avance de la investigación artística de la realidad -el high art- y sus constantes aportaciones en la creación y comprensión de nuestro imaginario colectivo, pero si es importante dar cabida a la praxis artística de todo individuo, puesto que como decía, es una vía de conocimiento sensible útil para todos y que sin duda podría transformar nuestra sociedad.
Hay quien dice eso, y quien afirma que el arte contemporáneo es una tomadura de pelo. Que intentan convencernos de que el mero hecho de trasladar un objeto cotidiano (como una cuchara) de su contexto natural a un museo o una galería de arte, supone un cambio de estatus que lo convierte en un objeto de arte.
El sacar de contexto objetos comunes fue el inicio del arte contemporáneo con Duchamp. Es una de las perogrulladas que todos los artistas estamos constantemente haciendo. Lo llamo perogrullada con todo el respeto, porque son visiones diferentes de nuestra realidad, muy útiles para poder ver desde todos los ángulos el mundo en el que vivimos. Al final, el arte analiza la realidad con diferentes métodos. Y esas perogrulladas muchas veces son fascinantes, aunque es verdad que algunas empiezan a repetirse un poco…
¿Se nos ha ido de las manos?
Lo que se nos ha ido de las manos es que los estudiantes de arte estén tan ultracionalizados, creo que demasiado academizados por la filosofía del arte, por la teoría del arte. A veces tengo la sensación de que le estamos haciendo a personas con capacidades muy interesantes lo mismo que le hicimos a Van Gogh en su momento. Y hay mensajes innovadores que no van a llegar basándose en la teoría conocida hasta el momento, tenemos que dejar hueco para que surja más libremente.
Para tener una mediana visibilidad se les está exigiendo tener un portfolio perfectamente elaborado racionalmente. ¿Desde cuándo un pintor tiene que tener la capacidad de expresarse verbalmente y de defender su obra como un comunicador de la CNN? ¿Por qué a una persona que tal vez no sepa hablar—porque lo que sabe es trasmitir visualmente—, le vamos a exigir que venda su obra como un comercial? Este es uno de los problemas de que el mercado del arte esté dominado por racionalistas.
En el fondo yo siempre he pensado que para ser un buen vendedor, como yo fui en su época, no tienes que saber nada, de hecho cuanto menos sepas, mejor. Los mercaderes nunca han sido los escribas de la sociedad. Los mercaderes son los mercaderes. Pero ahora compran arte y dirigen mediante el dinero el pensamiento, y eso no puede ser. Como explico en uno de mis artículos, el pensamiento no puede estar sometido al dinero, porque acabamos sirviendo a un sistema que nos come. Nos come el propio ámbito de libertad intelectual que debería tener el arte.
Es un ámbito de pensamiento libre que no es metódico como en la ciencia, y precisamente por no tener ese método científico, tiene otras posibilidades diferentes y amplias. Y en este contexto de libertad, es cierto que la gente puede llegar a interpretar algunas obras como «tonterías», pero, realmente, para llegar a exponer en un museo, son muchos los filtros que han tenido que pasar. Si están ahí, seguramente merezca la pena informarse bien de ellas para comprenderlas antes de juzgarlas, aunque no siempre conecten con nuestro momento personal y sean capaces de instruirnos su mensaje. Para gustos existen los colores, pero es importante brindarle la oportunidad, ofreciéndole nuestro tiempo y atención.
Y aprovecho para mencionar otro ejemplo polémico, para mí hay una obra del estratega sobrevalorado Damien Hirst, la calavera de diamantes, de carbono puro, que, muy a mi pesar, tiene un importantísimo valor histórico. Es un verdadero símbolo de nuestra civilización, y si un alien la encontrase, una vez nuestra especie quedara extinguida, representaría la humanidad y la vida, incluso al valor material que la llevó a la extinguirse, el dinero.
Qué pasa con esa tendencia del arte contemporáneo que se asienta en el precepto de que «si no se explica la pieza no se entiende». ¿Por qué? ¿Es arte fallido? ¿Lo que falla es la educación artística?
Los mensajes de la investigación del artista a veces son tan complejos que no tiene la capacidad plástica para expresarlo sin una contextualización escrita y hablada. Comprendo ese hándicap, pero no podemos dejar que los pensamientos de la conceptualización del arte dejen de evolucionar a los niveles más altos porque la mayoría no los entienda.
Estamos hablando de una disciplina compleja que necesita formación. Ahí es donde, efectivamente, creo que estamos fallando. No podemos salir de la Escuela Secundaria Obligatoria sin unas bases en arte contemporáneo. Yo apenas llegué a ver a Picasso y apenas lo entendí. Pero cuando, a través de las las doctrinas de Miguel Cereceda, Fernando Castro Flórez o José Luis Brea, me desmigajaron el siglo XX, las vanguardias, la relación del arte con la sociedad, con el momento histórico… en cuanto empecé a ver esa dimensión, me fasciné. Me abrieron una puerta que ojalá se abriese de manera cotidiana durante la educación secundaria.
En países como Estados Unidos o Gran Bretaña, con la implementación de los estudios en Liberal Arts [Artes Liberales], su población más joven ya tiene esa puerta abierta. Han conseguido aumentar su nivel intelectual, de manera que ni un americano, ni un británico, ni un alemán te dice a la salida de un museo que no ha entendido nada de nada.
Vámonos a Wall Street.
A conocer al enemigo [ríe].
Te doctoras en 2001. ¿Cómo llegas a convertirte en Directora de Nuevos Mercados de una multinacional como Artnet?
Tuve suerte [ríe]. Durante mi investigación para la tesis estudié a muchas de las empresas que entonces trabajaban en el mercado del arte, como Christie’s o Sotheby’s… pero para mí Arnet era una pasada. Me parecía que su idea era brillante. Democratizar el acceso virtual a la producción artística de prácticamente todo lo que te pudieras imaginar. Ponernos en contacto inmediato con obras que, hasta entonces, sólo podíamos conocer a través de manos privadas, me parecía fantástico.
No lo dudé. Colgué mi currículum en Monster.com y al poco tiempo me llegó un email del presidente de Arnet. Le contesté de inmediato y me marché a Nueva York en dos días.
¿Te incorporaste de manera inmediata?
No. Me entrevistaron tres días después y, hasta que comencé a trabajar con ellos, me busqué la vida. Trabajé en una tienda de póster en Bleecker Street, cerca de la casa de John Lennon. Creo que ha sido uno de los mejores trabajos de mi vida. Era una galería de pósteres con una gran selección de artistas (Rothko, Picasso, Rauschenberg, Klein, impresionistas claro, y muchos Warhols y Boteros, por supuesto..). Obras de salón, que tenían que servir para decorar una casa, reproducciones de calidad con precios accesibles. Venía gente de todos los países y yo disfrutaba un montón explicándoles la vinculación entre unos y otros, descubriéndoles artistas…
Luego ya pasé al mundo de la oficina, de las ferias, la arrogancia, la superficialidad, el ego…
¿Esto es un poco inevitable en el mundo del artista en general, no?
Del mundo del artista no, del circuito del arte. Los artistas suelen ser seres bastante atormentados, con un ego fuerte porque tienen una personalidad interna fuerte que quieren transmitir, que quieren sacar adelante.
Pero el ego al que me refiero es el de los intelectuales, que pugnan por ver quién es más listo. Eso siempre me ha sacado de quicio. Los sabios son generosos, simplemente comunican, comparten y te embelesan. Los wannabe son competitivos e insoportables.Nunca fui la más lista, y nunca quise serlo, la verdad. No era académica, no era crítica, no era comisaria ni siquiera. La primera vez que me llamaron comisaria que no sabía ni lo que era.
Según el Instituto de Arte Contemporáneo de España (IAC), tu función como tal, como comisaria o curadora de arte, era la de entre otras cosas, acometer las labores de supervisión, diseño y control del montaje de las obras. ¿Es complicado llegar a un acuerdo con el autor? ¿Se entra en colisión con el propio artista?
Existe lo que se llama el «efecto comisario estrella», que eclipsa a los propios artistas. La función del comisario es necesaria, pero hasta un punto, si no, se convierte en el vampiro del circuito. Hay una nueva tanda de comisarios jóvenes o nuevos integrados en el sistema que dan repelús. Tienen un afán de notoriedad, que… ¡eso sí que son egos mal gestionados! Quieren conseguir un estatus intelectual que por sus propios medios no consiguen, y lo hacen a costa de los artistas, vampirizándolos.
Y luego está el tema económico, claro. Una de las cosas por las que yo me llamaba a mí misma la «anticurator» es porque no cobraba si los artistas no lo hacían. Hay veces que parece que de este mercado viven todos, menos los propios artistas.
Yo estoy de su lado, porque siempre me he sentido más artista que curator, aunque nunca haya tenido las narices de vivir del arte, de hacer lo que ellos hacen: arriesgar toda su vida, su conocimiento, sus capacidades intelectuales y económicas, sus sueños, sus aspiraciones… y apostar por un mundo casi sin ingresos. Nunca tuve esa valentía.
No en su momento, pero ahora sí.
Bueno… ahora soy artista de cuarta o quinta categoría, artista terapeuta, artista por no volverme loca [ríe]. Pero respeto mucho a los artistas profesionales, y por eso muchas veces no me quiero llamar ni siquiera artista, porque sé todos los sacrificios que han tenido que hacer desde su infancia. No puedo ponerme a ese nivel.
¿Qué crees que debe ser, ante todo, un artista?
¿En el mercado, te refieres? Porque ya te he comentado que, en mi opinión, todos tenemos esa capacidad.
Sí, sí en el mercado.
Dentro de la academia te exigen que tu producción artística tenga una relevancia intelectual y conceptual que aporte por encima de lo que ya se ha aportado históricamente. Esa es la mirada académica, en muy resumidas cuentas.
En el mercado cumplen una función más decorativo, o, en ocasiones, de puro coleccionismo. A día de hoy muchas obras van directamente del estudio del artista al almacén o hangar del comprador. Se compran como acciones de empresas y no llegan a verlas ni Artnet ni nadie. Si alguna de ellas resulta ser una obra esencial para la evolución intelectual de nuestra especie… hemos cometido un error garrafal.
¿Te suena la serie Riviera (Neil Jordan, 2017)?
No, no la conozco.
Como serie es malísima, pero en la base de su guion se encuentran muchas de estas cuestiones. Refleja un mercado del arte ingobernable y cínico, una suerte de caladero de corrupción.
Te voy a contar una anécdota al respecto. Como directora de Nuevos Mercados en Artnet, acudía a todas las inauguraciones que podía en las galerías de Nueva York. Conocí a gente interesantísima, y sentía que el arte fluía de una manera muy libre. Al contrario de lo que me pasaba cuando venía a España. El mercado del arte aquí era mucho más rígido, más hermético. Me lo ponían muy difícil. Tardé muchísimo, por ejemplo, en que la directora de ARCO me hiciera el más mínimo caso. ¿Por qué? Porque durante muchos años, mucha gente estuvo en contra de que las obras de arte figuraran en Internet, con precio incluido, como pasaba en Artnet.
El mercado del arte era un canal muy efectivo a la hora de lavar dinero ilícito, pero para eso tenía que mantenerse un nivel de secretismo y anonimato que plataformas como Artnet ponían en solfa. Por eso yo era la enemiga pública número uno en muchos círculos. Esa clarificación del mercado del arte gracias a Internet era peligrosa para ellos.
La revista 1843 de The Economist ha publicado recientemente un artículo en el que concluye que invertir en arte es mucho más rentable que en bolsa.
Efectivamente. Existe un juego de especulación impresionante con el que yo no estoy de acuerdo, porque al final todo acaba estando en manos de los mismos. Es un juego tan agresivo y perjudicial como el de los mercados financieros. Por un lado está bien que un sector cultural como es el artístico, genere dinero. Esto permite, por ejemplo, que otros players [actores] como las pequeñas revistas artísticas, tengan su hueco y puedan salir adelante. Por el otro, la realidad es que existe una disparidad económica salvaje, insostenible y hasta asesina.
El mercado especulativo es dinero digital, números en ordenadores, ceros y unos que compran propiedades físicas, tierras, acuíferos, energéticas, petrolíferas… Dinero ficticio con el que se está comprando materialmente lo que es de todos. Ahí hay una ilegalidad. Ya mataron a Kennedy, el primero que dijo que un país que no era dueño de su moneda no era un país. Deberíamos trabajar desde la ley y las políticas, el modo de acabar con esa deformación generada por los sistemas financieros y los intereses megalómanos por las industrias clave de los sectores estratégicos de la civilización.
Entiendo que es por eso que, en parte, abandonas ese mundo después de diez intensos años…
Me desencanté, la verdad. Fueron diez años en los que cada día pensaba que me echarían al día siguiente [ríe]. Creo que así es como vive la gente en Nueva York, pensando siempre que le van a echar.
Una vez fuera del circuito me enteré de que no había sido, ni mucho menos, la única en tomar esta decisión. El respetadísimo crítico de arte Robert Hughes, por ejemplo, dejó clara su opinión en el documental La maldición de la Mona Lisa (Mandy Chang, 2012), donde explica cómo el mercado del arte actual ha corrompido incluso el devenir de la filosofía. Porque el dinero y el capitalismo limitan y dirigen la producción artística, de manera que el arte muta a mero instrumento de inversión.
Surge entonces esa Macu Morán indomable. Por cierto, ¿cuál es tu opinión con respecto al papel de la mujer en el arte, a la capacidad que éste nos otorga a la hora de reivindicarnos?
Creo que las características especiales o diferentes de la mujer con respecto al hombre tienen que aportar algo a la civilización, tienen que ayudar en su desarrollo emocional. Antes te he dicho que el futuro será biocentrista o no será. Y el papel de la mujer tiene mucho que ver con ese biocentrismo, y no sólo por nuestra capacidad de ser madres, pero también. Por eso creo de igual forma que el futuro será feminista, o no será. O aportamos nuestros valores, y dejan de estar discriminados, o seguiremos camino a la destrucción.
Como representación material de esta línea de pensamiento está mi proyecto Snake Feathers, de la serpiente alada. Es una colección de pendientes de plumas con los que trato de vincular el cielo con la tierra, el mundo de las ideas con los actuales movimientos feministas, de empoderamiento de la mujer, de sorororidad…
Debemos unirnos y luchar fuertemente contra los machismos encubiertos, pero también contra nuestras propias limitaciones. Como comisaria organicé en 2009 el ciclo Mujeres Indomables, en el que ya hablaba de los instintos dentro de la psique femenina que a veces nos limitan.
En el catálogo de la exposición se dice, efectivamente «Indomables por el mero hecho de que nadie ha sido capaz de moldearlas con la horma; Indomables porque los mecanismos de dominación, tanto endógenos como exógenos, concebidos por una larga historia llevada a cabo por y para el hombre, no han funcionado con ellas».
Exacto.
Y en esa misma línea va tu vídeo-creación When wild instincts revive, predator sharpens the knife (2007).
Sí. En esa pieza no hablo de la opresión machista en contra de la libertad de la mujer. Hablo de la opresión psicológica presente de nuestra propia psique, de las limitaciones intrínsecas que tenemos nosotras mismas, y de las que no culpo directamente al hombre, porque seguramente en otra vida fui un hombre y le prohibí a las mujeres hacer lo que tenían que hacer. también desde el miedo instintivo a lo diferente. Me interesaba visualizar lo que arrastramos dentro, y aniquilar el depredador de la psique, ese fantasma producto de nuestra historia que desde el instinto nos invita a auto-domesticarnos. Faltaría traer a la consciencia el depredador en la psique del hombre y acabar también con él y con los actos a los que invita. Pero parece que esto ya está saliendo a luz naturalmente y avergonzándonos a todos.
Lo importante es que ahora, en este momento de la historia, a las mujeres nos toca cumplir un papel fundamental que debemos llevar a cabo y en el que el hombre tiene que decidir «apartarse», no interferir. Sobre todo porque en la próxima a lo mejor les toca ser mujer o, simplemente, vivir en un mundo aún más desequilibrado, con las consecuencias que esto significa.
Por tus palabras, entiendo que eres budista, que crees en la reencarnación. Toca hablar de tu vertiente más espiritual.
Sí. Me encanta la filosofía budista, que además, según Einstein, es la religión más factible científicamente.
Pero mi creencia en el longer now [más allá del ahora], no viene sólo del budismo. Someterme a terapia regresiva ha sido clave en mi espiritualidad. Me hizo darme cuenta de que nuestra alma tiene una larga trayectoria. El día que me di cuenta de que llevamos aquí toda la existencia, se me quitó un peso enorme de encima. Me cambió la vida. Se me quitó el estrés del no parar de cuestionarme qué voy a ser, qué hacer…
En un par de días creé lo más importante que he hecho en esta vida, a parte de mi hija, claro. En la obra LifE=mc2, identifico vida con energía, siguiendo la teoría de la relatividad de Einstein, bajo la hipótesis de que la vida no se crea ni se destruye sino que se transforma, lo que podría significar lo que en algunas creencias llaman alma, que se escapa del cuerpo inerte en la muerte, y que en otras creencias vuelve a habitar otro cuerpo, o se funde con otras energías del universo sideral. Trato de expresarlo mediante la transición de fotogramas de la creación de un niño desde la célula embrionaria hasta que adquiere consciencia de si mismo, pasando por la materialización de los tejidos microscópicos y sus relaciones emocionales. Es muy psicodélico, puesto que los colores son la alegoría de la radiación de la materia al convertirse en energía.
¿Qué me dices del libro Art Meets Science and Spirituality in a Changing Economy: From Competition to Compassion (Louwrien Wijers, 1990)?
Lo compré en el año 2000 por un dólar. Lo vendían en el suelo, en la avenida séptima con la catorce de Nueva York. Al principio no significó mucho, pero con el tiempo comenzó a tomar forma, a calar en mi vida.
La vinculación de la ciencia con el arte crea puentes en el pensamiento entre dos disciplinas aparentemente diferentes, pero que, en realidad, provienen del mismo término griego tekné [τέχνη], producción. Es el origen de las prácticas artesanas, de las primeras producciones conceptualizadas de la humanidad. Ambos, artistas y científicos, son teknés, pero a día de hoy les hemos disociado completamente.
Arte, ciencia y espiritualidad son, efectivamente, tres pilares históricamente separados que veinte figuras destacadas de estos tres ámbitos —como Marina Abramovic, el Dalai Lama y Stanislav Menshikov—aunaron en la década de los 90 a través de este libro.
Volvemos al tema del racionalismo. El arte contemporáneo puede sentir un cierto interés en vincularse con el ámbito científico, pero rechaza de pleno la práctica espiritual. Para mí, sin embargo, es crucial.
¿Te has sentido juzgada por ello como artista?
Recuerdo el momento en el que empecé a idear una de las exposiciones de las que fui comisaria. Se tituló In the mood for today —De humor para hoy— y la concebí como una forma de representar nuestra magnitud vital, el paso del tiempo… Se trataba de dar una identidad a cada día de la semana: el lunes es la luna, el miércoles el día de los intercambios comerciales, el domingo el del sol y el pensamiento superior de los dioses…
Gente de mi entorno me dijo que eso no era arte contemporáneo, que era una locura. Finalmente se expuso en Nueva York, en la pantalla de la Sexta Avenida, y también en Madrid. En ese momento, sí que me sorprendió ese boicot desde dentro del mundo del arte a la espiritualidad, al acercamiento a las creencias. Es la hiperracionalidad del arte contemporáneo. Yo no lo comprendo. Si analizamos todo, ¿cómo no vamos a analizar desde el punto de vista artístico nuestra historia espiritual?
¿Cuál ha sido la tuya, tu historia de acercamiento a la vida espiritual?
Mi familia siempre ha sido muy espiritual, así que tengo un bagaje personal que me ha permitido, por ejemplo, visualizar y entender a Jesucristo como una figura que no es monopolio de nadie. Un judío puede encontrar muy interesantes las doctrinas de los Evangelios, al igual que un budista, un hindú o un agnóstico.
Tengo mi propia manera de acercarme a diferentes figuras espirituales de todas las culturas. Les respeto a todos ellos, y por eso me niego a pensar que sean monopolio de nadie. Estoy abierta a doctrinas de diferentes filósofos, pensadores, profetas, figuras espirituales… personas, al fin, que han pasado por el mundo y que han tenido mucho que aportar. Muchos de ellos, por cierto, han acabado asesinados.
Son personajes «molestos». En el contexto, en la época en la que se sitúan, lo que dicen y predican no viene bien a determinadas esferas…
Y por eso en parte mi acercamiento a la espiritualidad es propio, personal. Todo el mundo tiene derecho a tener su propio acercamiento a la espiritualidad de la mano de lo que considere más cercano y con los ritos que considere más aptos.
Mi forma de acercarme a la fe fue a través de la religión cristiana o católica, pero la pubertad me quitó durante un tiempo esa espiritualidad. Comencé a tener dudas absolutas sobre lo que había creído a pies juntillas hasta ese momento. Y ahí comenzó mi camino personal. Durante muchos años tuve muchos conflictos existenciales, pero ahora entiendo que tener fe, ser espiritual, es un gift [regalo].
Yo llevo el nombre de María (católico) Cruz (cristiano) Morán (musulmán) Marcos (judío), y encima soy budista. Como no consiga tener paz conmigo misma, no puedo promulgar que la paz entre diferentes culturas es posible [ríe].
Lo que me preocupa en este momento es cómo explicarle a mi hija lo que es tener fe en un misterio que es el origen de todo verdadero arte y verdadera ciencia. «Lo más bonito que podemos experimentar es el misterio. Es la fuente de todo verdadero arte y verdadera ciencia», decía Einstein. Todavía no sé cómo explicarle que hay cosas por encima y por dentro de nosotros que no tienen una explicación demasiado racional, pero en las que es bueno creer para poder seguir amasando y descubriendo lo que ese misterio todavía contiene.
Ayúdame a resolver a mí este otro misterio. ¿Cómo llegas a ser número 3 al Congreso de los Diputados por León con Podemos? ¿Por qué decides formar parte de este proyecto?
Yo no soy de Podemos. Yo soy Podemos. Es al revés. Había una cosa latiendo que no tenía forma, y que de repente comenzó a perfilarse en el 15M, y acabó configurándose como partido político poco después. Las cloacas del sistema no permitirán que las cosas cambien tan rápido como deberían, pero creo que tenían el programa político más definido del planeta.
¿Tenían o tienen?
No lo sé. Lo que sé es que el sistema tiene unos mecanismos de autodefensa inconcebibles, inescrutables. Considero Podemos como la representación política de un pensamiento divergente compartido por mucha gente, incluso por personas que votan al PP, solo que es más fuerte el miedo al cambio.
Pero el cambio es natural e imprescindible. Lo de tildarles de «rojos» y acabar con cualquiera de un plumazo, siempre funciona. La realidad es bastante más compleja, y no se arregla con un puñetazo en la mesa como algunos fantasean.
¿Ves factible la materialización de sus propuestas? ¿Macu Morán tiene claro los pasos a seguir para que se materialicen?
Detrás de cada una de las propuestas incluidas en el programa de Podemos hay mentes brillantes y especializadas en todos los sectores.
Dicho esto, creo que el primer paso es saber aceptar que ahora mismo tenemos gente a nuestro alrededor que son genios en su ámbito. Hay que tener la grandeza y la humildad suficientes como para confiar y apoyar a personas coetáneas que traen mensajes interesantes. Porque la realidad es que tenemos miedo a confiar en un coetáneo. Es lo que le pasó a Jesucristo y a tantos otros filósofos en su día, incluso entre sus propias filas.
Si no estamos dispuestos a confiar en expertos actualizados y comprometidos, seguiremos apoyando al mundo de las apariencias, aunque al desenmascararlas hayan superado los límites de nuestra imaginación. En la Grecia antigua los idiotas eran aquellos que estaban más interesados en lo privado que en la cosa pública. Y los idiotas, sin insultar, que nos gobiernan no están preparados para conducir el cambio al que tenemos que hacer frente. Es un hecho.
Soy consciente de la dificultad de formar un partido intelectual en el que cada uno tiene unas prioridades totalmente diferentes, y al mismo tiempo todas ellas son esenciales. Es difícil priorizar y difícil organizar un planteamiento nuevo estructurado, pero muchos estamos trabajando en ello con responsabilidad.
El programa político neoliberal es tan dañino para el futuro y para el presente que hemos de contrarrestarlo pronto. Ya vemos el punto de inflexión en Portugal y Grecia, tomando medidas socialistas y no liberales, justo lo contrario a lo que se ha hecho en España. Vamos con mucho retraso y las consecuencias a largo plazo aún están por verse.
Diego Sánchez de la Cruz nos contaba hace un tiempo que entiende que cuando se usan términos como el de «neoliberal» lo que se pretende es intentar etiquetar sus ideas, las de los liberales, de manera interesada.
Me da igual llamarlo liberalismo, aunque me joroba mogollón que un término como la libertad se confunda con la libertad de los mercados financieros, la verdad.
Es una palabra que nos han robado a los que creemos en la libertad del ser humano, a los que queremos que sea el dinero el que esté al servicio del ser humano y no viceversa. Son liberales, pero de los mercados financieros. Liberalizar el poder de don dinero a costa de esclavizar al ser humano, eso es lo que están liberalizando.
Tú defiendes fervientemente una de las medidas más polémicas del programa de Podemos: la renta básica.
Sí. Las ayudas sociales son sólo un parche para salvar los desequilibrios del sistema. Sin embargo, creo que la renta básica es la única forma de que en un futuro altamente tecnológico y robotizado como en el que estamos entrando, el ser humano pueda tener las necesidades básicas cubiertas.
Grandes núcleos de población actualmente activa, de obreros, de trabajadores de la industria, van a ver cómo su profesión desaparece. La renta básica está siendo analizada como paliativo para este futuro inminente, no sólo por nuestro país, sino por otros países en los que, por suerte o por desgracia, están bastante más interesados en mantener como eje el confort del ser humano, la economía antropocéntrica, diferenciándose de la capitalista, cuyo eje es el dinero por encima del ser humano, que lo convierte en mero activo. Un paso más avanzado sería una economía biocéntrica, regulada centrándose en la sostenibilidad ecológica.
¿Cómo por ejemplo?
Los Países Nórdicos. Ellos están analizando la renta básica como la posible, por no decir la única solución, al gran cambio al que vamos a enfrentarnos en breve.
Lo importante es entender que nadie se va a convertir en un parásito. Vamos a recibir una renta básica y vamos a seguir creando, consumiendo, viviendo, existiendo, pensando, evolucionando… Simplemente vamos a tener cubiertas o salvaguardadas nuestras necesidades básicas. Probablemente así podamos por fin dedicarnos a nuevos menesteres y sacar mayor partido a nuestras extraordinarias capacidades.
En tu blog Macu Debemos te presentas en los siguientes términos: «En León Macu Morán tuvo una educación conservadora basada en la noción de que esfuerzo significa prosperidad, con Estados Unidos como modelo». ¿No crees en la cultura del esfuerzo?
Esfuerzo sí, pero no limitado al sistema de producción y consumo. El tener que sentirnos productivos es una construcción mercantilista. Para sentirnos realizados, ¿tenemos que esforzarnos? Sí, tenemos que hacerlo, y, de hecho, lo hacemos constantemente: nos esforzamos en vivir, en sobrevivir, en analizar y proyectar nuestra existencia y en evolucionar. Y la producción intangible intrínseca a este proceso sólo interesa si puede adoptar forma en el mercado, desestimando actividades fundamentales para el ser humano.
¿Qué miedo tenemos a que el ser humano simplemente viva? No sé en qué punto hemos aceptado convertirnos en esclavos de la vida. La vida es un milagro y la consciencia humana un don único en la tierra. Se nos ha olvidado esta magnitud. ¿Por qué no vamos a brindar la oportunidad a nuestra especie de, en un momento de evolución tan alto en el que nuestras capacidades han llegado a crear robots que trabajan para nosotros, simplemente vivir, concediéndonos el tiempo vital para ser seres humanos libres y conscientes?
Además, con una producción robotizada con carga impositiva, capaz de cubrir la renta básica y una producción humana intangible o digital, no contaminante, muchas estructuras insostenibles se reducirían a nivel ecológico. Por ahí tendrían que ir las cosas.
En este futuro robotizado que avanzas, ¿llegaremos también a ver un arte manufacturado por robots?
Las máquinas artistas [ríe]. Ya hay por ahí robots funcionando con una especie de consciencia aprendida, pero no me interesa, me interesa el ser humano. Me interesa, por ejemplo, lo que cerebros artificiales pueden aportar a nuestro desarrollo espiritual.
Dentro de tu holding de proyectos culturales Imagery Spectrum, de hecho, ya trabajabas con artistas y obras basadas en tecnología y robótica. Surge después de Video Art World, una plataforma que creas en 2005 y que sienta las bases de los estándares del mercado internacional para la adecuada recolección, preservación y divulgación del arte audiovisual en el siglo XXI.
La idea sobre los estándares para coleccionar obra intangible me rondaba en la cabeza desde que estaba haciendo la tesis. Por entonces no había nada parecido, así que ayudó a clarificar el mercado del coleccionismo del audiovisual. Ya lo explico, en parte, en mi artículo Coleccionando la herencia intangible, compartiendo propiedad intelectual: la obra original no sólo no pierde valor al ser utilizada por otros artistas en sus propias investigaciones, sino que aumenta su difusión, respeto y estatus. El proyecto cumplía y cumple con dos funciones complementarias:
Además, el del videoarte siempre me pareció un campo especialmente interesante, porque creo que los artistas audiovisuales tienen una disposición especial para capturar la realidad y reinterpretar perspectivas. La actual capacidad de aceptación de mensajes audiovisuales está muy desarrollada, y eso ayuda.
Tus dos últimos proyectos están vinculados con una faceta más educacional. El primero, Imagery School, busca precisamente, que la educación visual tenga un peso más activo en la formación de los más pequeños.
Sí, es un método que incluye diferentes teorías educativas y que engloba una forma diferente y alternativa de educar compatible con la actual. Combina técnicas neuro-lingüísticas y artístico-metafóricas para potenciar las inteligencias múltiples y la capacidad de relajación, el enfoque de la atención, la visualización o la memoria.
Está muy vinculado con el mundo de las emociones, con cómo apelar a las emociones para mejorar el aprendizaje, y cómo utilizar el imaginario para el desarrollo evolutivo, espiritual y emocional de la persona.
El último, Imagery Residency, es una residencia para artistas que has puesto en marcha en Tailandia, donde vives desde septiembre. ¿Qué tiene Tailandia que no tenga León, por ejemplo?
Tailandia es un país que siempre me ha fascinado. En primer lugar, su naturaleza exuberante es un regalo para los sentidos. Estar rodeado de esta belleza natural te permite aspirar a más y a la vez, conformarte con menos. En segundo lugar, el Budismo Theravada es la clave detrás de la «sonrisa tailandesa», calmada, feliz y bastante libre de prejuicios. Es un país que prácticamente no ha conocido la guerra, algo extraordinario en este mundo y que posiblemente tenga mucho que ver con sus gentes risueñas. Por otro lado la grácil belleza de su imaginería y las sabias enseñanzas de sus historias mitológicas están constantemente presentes en una cultura abierta, exquisitamente influida por Japón y, menos exquisitamente, por occidente.
León significa muchos de los fundamentos de la civilización occidental. Las infraestructuras civiles romanas, la territorialidad, la arquitectura, el parlamentarismo, las cortes, los fueros,… Fundamentos que en principio buscaban una relación justa entre individuos, el trueque de productos y servicios, la moneda… Hemos de estar orgullosos de lo mucho que esta pequeña gran ciudad ha aportado a nuestra civilización, mayoritariamente cosas positivas e históricas.
Cada lugar tiene diferentes cosas que aportar, y si aprendemos de lo bueno, y rechazamos lo no tan bueno, podremos reconducir el sistema hacia uno mejor, o al menos sostenible, que es lo que el momento en que vivimos nos exige.
El proyecto lleva por subtítulo, precisamente, Art meets Science and Spirituality…
Claro. Ya te comenté antes que el libro Art Meets Science and Spirituality in a Changing Economy: From Competition to Compassion me caló mucho.
Me permitió seguir con propiedad la línea de investigación interdisciplinar que he ido desarrollando con posterioridad. En 2009 organicé una conferencia en Art Basel, con el director del departamento de Física del CERN (Centro Europeo de Investigación Nuclear), Michael Doser y el director de la network de arte y ciencia Marcel, Don Foresta. La charla analizaba los cambios en las técnicas de representación de la realidad en el arte y en la ciencia. Pero lo verdaderamente importante es que a raíz de esa charla, el CERN abrió su residencia para artistas y las repercusiones que estas interacciones han tenido en el ámbito científico y en el cultural.
La retroalimentación entre científicos y artistas produce importantes revelaciones en ambas disciplinas, al combinar estructuras de pensamiento muy diferentes. La curiosidad que los científicos cuánticos tienen sobre el budismo no es ningún secreto. Creo que las reuniones que se lleven a cabo en Imagery Residency, crearán vínculos muy significantes para la evolución, procurando diálogos enriquecedores entre grandes mentes de nuestro tiempo dedicadas a conocer más profundamente nuestra realidad, desde diferentes ámbitos: el arte, la ciencia y la espiritualidad, que serán documentados y accesibles públicamente.
Alternando con estos encuentros, habrá unos retiros meramente espirituales, bajo el nombre de Imagery Evolution. Se trata de unos retiros de meditación y proyección imaginaria, que también incluirán las clases de cultura tailandesa y los tours, pero tratando de reducir el trabajo intelectual y relajar la mente.
[1] Roger Manley define el outsider art como un arte creado por gente común que no forma parte del mundo del arte y que, al menos inicialmente, no suelen tener una concepción de sí mismos como artistas o creadores artísticos. Precisamente por ello, considera sus trabajos evocadores, provocativos, intensos, personales, obsesivos, vitales, desafiantes o inconscientes.
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