Unos metros antes de llegar a La Lola ya suena a bolero, a Quijano, a Papá Quijano. En el interior, los tablones de madera crujen al mismo ritmo que las cuerdas de la guitarra que Manuel Quijano Cerezal (Armunia, León, 1939) rasga con raza y profusión. Nos atiende al abrigo de una cueva excavada en las entrañas de la mismísima muralla de León, un refugio en el que su voz gana en sonoridad y donde se acentúa el brillo de su pasador de corbata: en letras doradas, cerquita de su corazón, leemos sin miedo al equívoco: Café Quijano.
«Mi nombre es Manuel Quijano y soy de Armunia» así te presentas en tu web y en tus conciertos ¿Una declaración de intenciones o de amor?
Manuel Quijano o Papá Quijano y soy de Armunia. Es una declaración de amor al pueblo donde nací. Soy Quijano y también Cerezal por parte de la señora Secundina, mi difunta madre, a la que siempre tengo presente, aunque lo omita por simplificar.
He leído que comenzaste haciéndote tu propia guitarra con un palo, una lata y unos alambres…
Yo vengo de una familia de obreros. Mi padre era ferroviario y zapatero artesano. En aquella época todo era poco para poder llevar el mendrugo de pan a la boca. Teníamos un vecino que estudiaba veterinaria y tocaba la guitarra, la bandurria, el laúd… y a mí aquello me gustaba, aunque lo veía en la distancia. Hasta que, en mi ignorancia, con una lata de escabeche, un palo y unas alambres intenté fabricar algo que produjera ruidos o sonidos (más ruido que sonido). Tendría como unos 7 u 8 años. En ese momento no había para más. El dinero daba para comer patatas o sopas de ajo, no para comprar guitarras. Además, hablamos de una época en la que ser músico era peyorativo («¡Músico, músico, titiritero…!»), no estaba bien visto. Luego ya, con 14 o 15 años, me compraron mi primera guitarra en la tienda de música de León Los Hermanos San José. Costó 250 pesetas, euro y medio. La siguiente (cuando ya empezaba a tocar de verdad), ya costó 1.100 pesetas y la pagaban a plazos ¡100 pesetas al mes!
¿Aún la conservas?
Tengo parte de ella, sí. Queda la caja, queda el mástil, pero cuerdas de aquella época ya no queda ninguna. Es curioso cómo ha ido cambiando su fabricación con el tiempo. En ese momento eran de metal, luego, la primera, segunda y tercera comenzaron a hacerse con tripa de gato y ya, de la mano de la tecnología, con el tiempo, aparece el nylon, que ha sido un gran aliado de toda la música.
¿Recuerdas cuál fue la primera canción que supiste tocar de memoria?
Entonces estaba de moda en España la copla (Antonio Molina, Juanito Valderrama, Pepe Pinto…) y los boleros (Antonio Machín, Jorge Sepúlveda, Bonet de San Pedro, Los Siete de Palma…). No recuerdo qué canción, pero seguro que alguna de las que estaban en boga en esta época, una copla seguramente.
Técnicamente ¿qué es lo más difícil de aprender a tocar la guitarra?
El conjugar las dos manos. Aunque son del mismo cuerpo son independientes y sincronizarlas no es nada fácil. Se consigue a fuerza de practicar muchas horas ¿La teoría? Está en la música ¿La ejecución? Es la práctica, sin duda.
El primer disco que llegó a tus manos y el primero que compraste.
No recuerdo, pero seguro que en ambos casos fue alguno de un bolerista, de Los Panchos, Los Tres Reyes o El Trío Siboney. Siempre he sido un enamorado de la música latinoamericana, pero la verdad es que no sé de dónde me viene…
¿Cuándo empiezas a componer y te das cuenta de que sabes hacerlo?
Comencé a componer y escribir tarde. La primera vez que lo hice, pero sin mayor trascendencia, recuerdo que fue para una chica que venía a pasar los veranos a Armunia. Luego ya, profesionalmente, lo primero que hice fue el himno que compuse para el pueblo, para Armunia en 1981-82. Desde entonces he seguido haciendo cosas y ahora mismo tengo editados 13 discos.
No sé si lo hago bien, mal o regular… Es la gente la que tiene que juzgar los trabajos. Aunque también es verdad que la calidad bien entendida empieza por uno mismo. Si tú te motivas y valoras el resultado siempre va a ser mucho mejor que si tratas de quitarte méritos o de destruirte.
También es verdad que hay cosas, como el componer, que o naces con ello o si no, no se adquieren por el camino. Puedes ser músico, puedes ser instrumentista, pero no puedes ser creador. La creatividad nace con la persona. Luego evidentemente vas cultivándola, mejorándola y llegas a hacer cosas que si no para los demás, para ti sí tienen valor.
¿Tienes un método de trabajo a la hora de componer? ¿Noche o día? ¿Tabaco?
Es indiferente la noche o el día. Eso sí, siempre tengo a mano —en esta cueva en la que estamos— guitarra, papel y boli. Emborrono muchas hojas, pero a veces sale alguna frase bonita… A la hora de componer no importa la hora. Sí que recurro a cosas que observo, a situaciones que observo, vivo o me cuentan. De ahí saco mi inspiración y mis propias conclusiones.
En cuanto al tabaco, en su momento sí fumé, pero hace ya 30 años que lo dejé. No por imperativo legal, eso sí. Fumaba puros y me costaban su buen dinero. Y al mismo tiempo a la hora de cantar de un día para otro la afonía afloraba. Lo que me estaba costando dinero me estaba impidiendo al mismo tiempo ganarlo, así que me dije, vamos a invertir los términos. Voy a dejar de fumar, a cantar y algo vendrá…
¿Cuándo y cómo disfrutas más de la música, componiendo, tocando, escuchando o enseñando? Porque durante 35 años combinaste tu trabajo en RENFE con el de profesor de música en casi todos los colegios de la capital.
Cuando más disfruto, sin duda, es cuando estoy cantando, cuando puedo expresar o aquello que previamente he compuesto o lo que han hecho otros autores.
Sin embargo la pedagogía, la enseñanza, también es muy reconfortante. También es esclava y no siempre bien entendida. En mis más de 30 años de experiencia me he encontrado con todo tipo de alumnos. Hay gente que lo agradece más, otros que lo agradecen menos y otros que van por inercia, o porque sus padres les dijeron «hoy hay que ir a guitarra, hoy hay que ir a música…». Pero cuando no es vocacional es impuesto y si es impuesto… Todo lo impuesto no llega a buen puerto.
Has compuesto 4 himnos deportivos (el de la Cultural, la Ponferradina, el Huracán Z y el Baloncesto León) ¿Qué parte del proceso es más complicada?
Para componer algo tienes que meterte dentro de la historia, de lo que quieres contar. Para el de la Ponferradina, por ejemplo, reflejé toda la historia de Ponferrada, la condensé en cuatro minutos (La Carrasca, el Sil, el Boeza, el Puente de Hierro…). Todo eso hay que escribirlo, macerarlo, procesarlo y darle forma. Luego siempre hay gente que no está de acuerdo o no lo entiende. Eso me pasó con el de La Cultural. Hay una estrofa que dice «El mismo Guzmán El Bueno que era también de León fue un forofo infatigable del deporte del balón». ¡Claro que no había fútbol en la época de Guzmán, pero hay que entender la metáfora…! De todas formas cuando escribo, lo hago para gente normal, no para retrógrados.
¿Le compondrías un himno electoral a algún partido político? ¿Te molestaría que usaran tus letras para tal fin?
No, no lo haría, pero no me importaría que las utilizaran siempre que le dieran buen uso.
En 2007 me presenté al concurso convocado por el Comité Olímpico Español (COI) para componer la letra del himno nacional. Hice una letra sin aristas de ninguna clase. Pero los políticos son políticos y no vas a pedirles más de lo que hacen, porque a lo mejor son incapaces de hacerlo. Desde el momento en el que para ser camarero se exige saber inglés y francés y para ser Presidente de un gobierno basta que…
Hablando de concursos, ¿qué opinión te merece el Festival de Eurovisión?
Creo que el sistema de elección de candidatos no es el apropiado. Para elegir al representante de España tiene que haber un jurado con conocimientos suficientes. Se puede equivocar, puede que entre un grupo de 4 o 5 buenos elija al que no va a ganar, pero al menos garantizaría que el que vaya tenga la calidad vocal y musical suficiente como para poder competir. De todas formas, creo que hoy en día Eurovisión es más política incluso que espectáculo.
¿Tú te animarías a componer una canción o incluso a proponerte como candidato y defenderla en el escenario?
Si me lo piden sí que compondría la canción, pero no iría. Yo ya de Armunia a León y de León a Armunia porque saliendo por ahí me pierdo [ríe].
¿Dónde suena mejor un bolero?
En el oído de una mujer.
En Latinoamérica el bolero es música cebolla, y en España, Sabina canta «miente como mienten todos los boleros» ¿Es triste, es mentiroso, qué es el bolero?
El bolero tiene de todo…
Compones y cantas, ¿también bailas o la guitarra es tu única compañera en este sentido?
Yo como el grupo aquel. Ellas bailan solas y yo también [ríe]. La verdad es que soy un pésimo bailarín. Parece mentira que teniendo el sentido del ritmo que tengo sea tan pésimo bailarín, pero así es… Sé bailar lo que bailábamos en los pueblos de jóvenes. Me acuerdo de chaval en Armunia con 11 o 12 años, que bailábamos con las chicas a la puerta, con los ecos de la orquesta que estaba tocando dentro del salón. Aunque, en realidad, conmigo no quería bailar nadie. Y no porque fuera más guapo o más feo, o más alto o más bajo, sino por la mentalidad de la gente. Era un pueblo eminentemente agricultor y ganadero y como yo no tenía ni tierras, ni vacas y conmigo no podían juntar los majuelos, ni la huerta para aunar capital… me quedaba sin baile casi siempre. Creo que hoy en día estas cosas están superadas. De hecho hay una prueba muy evidente que resalta mucho este cambio: el rey que tenemos.
¿Qué melodía te sorprendes canturreando inconscientemente?
Si tú me dices ven. Es un tema que canto desde siempre y en todos mis conciertos. Seguramente lo he cantado más veces que los propios creadores, Los Panchos, que ya es decir. «Si tú me dices ven, lo dejo todo», encierra tanto ese bolero, tanto, tanto, tanto…
Hablemos sobre el actual panorama musical. Desde finales de los 90 los ingresos no han dejado de caer. Las cifras de ventas de ahora comparadas con las de hace 20 años son irrisorias… ¿Cómo has vivido este cambio total de la industria?
Yo he sido tardío a la hora de hacer los discos. Me funcionan muy bien, tienen muy buena aceptación y me conformo con ello. Pero la verdad es que si los hubiera editado en los años 80 o 90 me hubiera ido muchísimo mejor. Ahora, con las nuevas tecnologías, metes en un pincho que es como un garbanzo 3.000 canciones y no ocupa sitio, has abaratado los costos… tiene todo a su favor. El cassette desapareció y el CD ya es para nostálgicos y dentro de poco sólo para coleccionistas.
Para nostálgicos, nostálgicos el vinilo…
Exactamente. Ha habido un repunte de aquello que había quedado en el ostracismo y parece que la gente ahora quiere retomarlo otra vez, pero la gente ahora mismo tiene muchas facilidades para acceder a la música sin que le cueste un duro y todo eso va en contra del músico, del compositor, del artista y de la industria.
¿Qué pasa para que cada vez que se hable de la SGAE y se defiendan los derechos de autor se genere rechazo?
Yo soy socio de la Sociedad General de Autores, socio con voz y voto. Creo que ha habido una falta de entendimiento entre la SGAE y la parroquia. No se ha sabido explicar cómo funciona para que el contribuyente, que es el que paga y el que sustenta a la SGAE, no lo vea tan mal y tan nefasto, para que deje de considerarlo como «el bicho que picó al tren». También es verdad que los casos flagrantes de corrupción en la institución no han ayudado… Pero lo cierto es que lo que no le llega a la gente es la función que cumple, el hecho de que, por ejemplo, ampare a músicos que desgraciadamente no tienen ni para comer. Yo soy un músico de la SGAE, y cobro a través de ella por mis obras.
Entonces crees que no es tarde, que hay posibilidades de volver a empezar…
Si se explica bien seguro que sí. Lo que está claro es que el colectivo de músicos en España, los músicos, no vivimos del aire. Si se escuchan mis temas es porque aportan algo. Si tú entras en un establecimiento y no suena música parece que aquello está apagado… En un mundo sin música nos subiríamos por las paredes. Pero si suena, es porque alguien previamente la compuso, así que habrá que premiarle, que reconocérselo. Sobre todo en los casos en los que la música ayuda a que los negocios florezcan, estén más en candelero o tengan más afluencia de público.
Cuentas que tus padres te recomendaron no centrarte en exclusiva a la música, no abandonarlo todo por ella.
En el año 1959, el Casino de León organizó un concurso para gente nobel. Me presenté y lo gané con un pasodoble, Rocío: «Rocío, ay, mi Rocío manojito de claveles, capullito florecío» [canta]. En esa época se estaba produciendo una eclosión de la música en España. Llegaba el proceso musical a nuestro país. Había un dicho que yo acuñé que era: «La música moderna es una música que nadie sabe lo que es, para una juventud que no sabe lo que quiere».
Por entonces yo ya era ferroviario. Cuando llegué a casa y se lo conté a mis padres, les planteé la posibilidad de irme a Madrid o Barcelona a probar suerte. Su consejo (que por cierto, seguí al pie de la letra) fue: «El hambre pasa por la puerta del ferroviario, pero no entra nunca». Con el sueldo de la RENFE vivía, mejor o peor, pero vivía, así que les hice caso, pero también continué con lo que me gustaba. Hice lo que realmente sentía y no me ha ido mal…
¿Seguiste el mismo ejemplo con tus hijos?
Mis hijos no eran ferroviarios [ríe]. Cuando me lo comentaron iban a firmar con la discográfica Warner. Era el año 1997. Yo veía que hacían cosas, pero la verdad es que pensé que no iba a salir de casa. Dije: «¿Estáis locos o qué?». Les advertí de lo complicado que sería el camino, pero hasta ahí. Ellos luego hicieron lo que les dio la gana y mal no les ha ido.
¿Qué tiene que conocer de la industria musical un joven que comience ahora según Manuel Quijano?
Le diría que el camino no es limitarse a hacer lo que hacen los demás, cantar o tocar lo de los demás. Tiene que tener en cuenta que siempre es mejor el original que la copia. Tiene que luchar por ser creativo, porque sólo así será diferentes y podrá aspirar a ocupar un hueco, un espacio hasta ahora vacante en la industria. Mis hijos, por ejemplo, no son los mejores guitarristas ni los mejores cantantes, pero lo que sí tienen es creatividad. Han conseguido hacer algo que no estaba en el mercado, novedoso, diferente. Esa es la clave.
¿Crees que la música se ha despolitizado? Parece que es en otros ámbitos de lo cultural (como el cine) donde ha germinado más la idea de la necesidad de hacer cine social, donde hay un mayor compromiso social y político…
Creo que hay una diferencia. El cine está subvencionado por el Estado, mientras que la música (en general) no. Lo que es inconcebible es el IVA cultural. Que una película o una canción paguen el 21% de IVA y una película porno pague el 8% es inadmisible. Eso sí que es incultura.
¿Los raperos son los nuevos cantautores?
Puede que sí. Aunque yo más bien diría que la figura del rapero es una distorsión de la del cantautor de antes. La canción protesta tuvo su auge en los 70. Entonces los cantautores hacían sus reivindicaciones, expresaban con su música lo que sentían, aunque no en todos los casos. Una cosa es predicar y otra dar trigo y muchos en sus casas hacían todo lo contrario de lo que cantaban. Podría dar nombres pero el listado sería tan largo que…
Con el éxito llega, irremediablemente, la crítica. En este sentido, ¿crees que «nadie es profeta en su propia tierra»?
Es un tópico que la verdad, en la mayoría de los casos, todavía se cumple. Mis hijos han tenido la suerte de ser reconocidos aquí, en León. No en vano son Hijos Predilectos de la Ciudad de León, fueron elegidos como embajadores para promocionar el Turismo de Castilla y León, y tanto a ellos como a mí nos distinguieron con la Medalla de Oro de la Ciudad de León. La mayoría lo acepta así, pero hay otro tipo de gente que comenta «éstos de qué van…». Como decía aquel torero, hay división de opiniones, unos se acuerdan de mi padre y otros de mi madre.
¿Cómo fue tu primera entrevista para un medio de comunicación?
Tengo que remontarme al año 55 o 56. Los que en ese momento empezábamos a cantar íbamos mucho a Radio León y a La Voz de León (ahora Radio Nacional de España). Por allí pasábamos casi todos los días a cantar y también nos entrevistaban. Te encontrabas con todo tipo de gente, desde Luís Arribas hasta Luís del Olmo.
¿Qué papel cumplió la radio en esos primeros años para los que empezabais?
Fue imprescindible. Si no hubiera existido ¡habría que haberla inventado! Era el único medio a través del cual podía oírte, por lo menos, tu familia desde casa sintonizando el aparato. «¡Que va a cantar el niño!», y se enteraba toda la calle, el barrio y hasta el pueblo entero.
En Sentimientos Papá Quijano (2009) optaste por una guajira para expresar, tal vez, la sensación de nido vacío, a través de La Granada.
No de nido vacío, pero sí la sensación del paso del tiempo. Tengo cuatro hijos y cuando eran pequeños, los metías debajo de la mesa y de ahí no se movía nadie. Pero el tiempo es inexorable, van creciendo y cuando se hacen mayores hacen lo que hicimos nosotros en nuestro momento. Cada uno va por su lado, buscándose las habichuelas. La granada en tiempos pretéritos estaba unida, pero con el tiempo se ha desmoronado. Esto no quiere decir que no nos juntemos, sólo que es más difícil. Manolo y Raúl ahora están América, en Miami. Óscar se marcha la semana que viene y Jorge está entre Ibiza y París. ¿La granada existe? Existen los granos.
Por tu pasado vinculado al ferroviario ¿qué tipo de canción y género le dedicarías hoy al Hullero de León?
Habría que poner algo que fuera decadente, porque es a lo que nos están llevando, a la decadencia total. Lo que pudo haber sido y no fue. Siendo un poco corrosivo, lo ideal sería componerle un rap, hacerle algo rapeado.
En septiembre de 2016 sacaste tu primer disco de base electrónica ¿cómo ha sido el tránsito hacia ese nuevo estilo musical?
En septiembre salió el primero de los cinco discos que ya tengo de música electrónica. No los firmo como Manuel Quijano o Papá Quijano. Utilizo uno de mis dos pseudónimos para evitar que se juzgue demasiado rápido y lo consideren raro directamente.
Es renovarse o morir. Vi claro que en las discotecas había todo un mercado para explotar y un terreno en el que los derechos de autor son fundamentales. Pero allí no suenan canciones como La Granada, No tengo palabras o Deseo… Allí ponen música que hace vibrar el estómago, así que me puse a producir canciones apropiadas para ese nuevo entorno capaz de generar nuevos derechos de autor.
Entonces te has acondicionado a los nuevos tiempos, pero ¿te gusta la música electrónica?
¿Tengo que decirte la verdad? No.
Dicen que la música techno, la percusión repetitiva, nos gusta porque simula el corazón de la madre y nos recuerda a cuando estamos en su vientre.
Estoy de acuerdo. La música electrónica apenas tiene letras como tal, sus canciones tienen poco sentido letrista. Ese es el pero que le pongo. Si tú expresaras sentimientos a través de la música electrónica dejaría de ser electrónica, dejaría de tener ese impulso que parece que te traslada desde el útero de tu madre hasta hoy.
Café Quijano versionó para la película de animación Lilo & Stich (Dean DeBlois, Chris Sanders, 2002) el Burning Love de Elvis Presley ¿Te ha tentado alguna vez la industria del cine?
No me han ofrecido nada en este sentido. Sí que me gustaría, porque evidentemente todo lo que sea ampliar el currículum me parece estupendo. Si lo bueno abunda nunca viene mal. Además, también me gustaría que fuera en una película infantil, de animación, estaría bien.
Cuéntanos qué es la plataforma “Seguir Creando” y por qué la apoyas.
Es un movimiento que trabaja en conseguir que autores y creadores podamos compatibilizar la pensión con los derechos de autor. Defiendo este derecho porque creo que, aprovechando el símil, «camarón que se duerme lo lleva la corriente». Si tú no progresas, no sigues creando, estás estancado y si te estancas estás abocado a estar en tierra de nadie, a no salir.
¿Qué te parece que Bob Dylan sea el último Premio Nobel de Literatura?
Siendo políticamente incorrecto, creo que Dylan no es acreedor ni merecedor del Premio Nobel de Literatura. Hay gente no más capacitada, sino con más mérito para aspirar a ese título. Otra cosa es que, arrimando el ascua a mi sardina, me parezca bien porque atañe a la familia musical. Sin que a mí me toque nada, absolutamente nada, es uno del oficio. Siendo así, ¿por qué no dárselo a nuestro Sabina, el mejor poeta rural de España?
¿Qué queda hoy en Manuel Quijano de Manolo el Caminante, el nombre que empleabas para anunciarte en tus primeras actuaciones?
Los pasos.
¿Algo por recorrer, pasito a pasito?
Me queda muchísimo por recorrer. Voy a confesar algo que sabe muy poca gente, a parte de mi familia. Tengo un reto por delante que la gente puede interpretar como que estoy loco o tonto… El curso que viene comienzo a estudiar 1º de Lengua Española y su Literatura en la Universidad. Empiezo en septiembre y me hace mucha ilusión. Es algo que sentía que tenía pendiente y se ha convertido en mi próximo reto. Creo que me va a venir bastante bien porque soy bastante burro y enriquecer el vocabulario es imprescindible para esta profesión.
¿Qué es lo más bonito que han pasado Los Quijano en esta cueva dentro de La Lola?
Sin duda, todos los momentos que hemos compartido en ella Papá Quijano, Manolo, Óscar, Raúl y Jorge. Todos ellos son los más bonitos, porque son de los que menos puedo gozar y los que más añoro.
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