Es tanto lo que hemos cambiado en tan poco tiempo que a veces nos resulta casi imposible reconocer nuestras raíces. Acostumbrados al ritmo urbano, a sus horarios, a las prisas y al aquí y ahora, hemos dejado de lado el vínculo natural del que venimos para caer en brazos del universo digital.
Por eso, para detener el olvido y valorar en su justa medida lo que fuimos y lo que seremos, es tan saludable volver a las memorias, a los álbumes antiguos, a las fotos en blanco y negro y a las palabras que otros dejaron como herencia.
Esta semana en EraPapel, recuperamos una reseña, breve pero repleta de honestidad, que publicó la revista ilustrada Blanco y Negro en la primera etapa de su historia, la que llegó hasta el abismo de la guerra civil, cuando se frenó su salida a la calle: «francos, honrados, inteligentes, garridos y apuestos…». Eso se dice de los montañeses de León.
En sus viajes, muchos escritores ilustrados dejaban versos o frases que definían paisaje y paisanaje de los pueblos por los que pasaban. El poeta Robert Southey († 1843), afirmó que muchos corazones ingleses latirían gozosos en el tiempo leonés, pero además reflejó un hábitat que nos permite imaginar la dureza del día a día: «Fatigado ahora camino por la senda solitaria de la montaña de león // los yermos tristes y duros, donde los lagartos grises, a pleno sol, sobre las rocas juegan // donde el cabrero a medianoche, roto su sueño por un sobresalto, tiembla al oír el ulular del lobo // y al rezar a los santos, balbucea».
Porque antes que digital EraPapel, hoy, lo rescatamos en Leotopía.
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