Su reciente aparición en la prensa local con motivo de un concurso de torrijas organizado por la Asociación Cultural La Penilla de Villanófar de Rueda, en colaboración con el Ayuntamiento de Gradefes, al que acudió la subdelegada del Gobierno en León, Teresa Mata, ha permitido que el nombre de Villanófar destaque sobre el maltrecho estado en el que se encuentran los pueblos de la ribera del Esla.
Hubo un tiempo, allá cuando el ganado y la agricultura sostenían la economía regional leonesa, en que la feria de Villanófar de Rueda, celebrada en torno a las fiestas del día de Santiago, congregaba a vecinos y tratantes llegados del entorno o de lugares lejanos que no se querían perder el bullicio, todo un evento en la zona del que ya solo queda un lejano y amable recuerdo.
De su importancia nos habla Antonio de Balbuena en el artículo que esta semana repasamos en EraPapel, publicado en agosto de 1892 en El Heraldo de Madrid, un noticiero que osciló en la balanza ideológica y que como otros muchos, desapareció durante los años de la guerra civil.
El autor describe un itinerario por los caminos de León a Villanófar, al «estilo de esos novelistas llamados de observación», como él afirma, describiendo pueblos, monumentos y monasterios hasta llegar a la feria. «Por aquí se ven montones de blanca lana», dice, «por allá de instrumentos agrícolas de verano…», y así sigue, dibujando la escena de un mundo que se ha perdido para siempre. Mercancía de compra y venta, celebraciones religiosas, música de tambor y pandereta, baile, atuendos de mozos y mozas, cantares populares y corros de aluche en el día más festivo del mes de julio. ¿Te asomas con nosotros al Villanófar del siglo XIX?
Porque antes que digital EraPapel, hoy, lo rescatamos en Leotopía.
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