Al final, todo tiene que ver con el tiempo. Con ese tiempo que tiene forma de rueda girando siempre hacia adelante, en el engranaje del relojero universal. Con ese tiempo que de tanto en tanto permite movimientos conocidos, pequeños ciclos que se repiten, que se aguardan con impaciencia, que se anhelan como la llegada de las estaciones. Por aquí esperamos la Semana Santa leonesa tachando días en el calendario, perfeccionando ensayos, repasando pentagramas, ultimando hilados y bordados, mimando las flores que adornarán los tronos, puliendo metales, embelleciendo imágenes, mirando al cielo… Durante esas fechas se piensa mucho en las nubes y en lo que hay más allá. Porque en la Semana Santa leonesa la conexión entre el cielo y el corazón está más próxima, el uno depende del otro, se palpan fe y tradición, admiración y lágrimas, dolor y esperanza. Todo dentro de un ciclo que se repite aunque el tiempo pase.
Ahora el momento ha llegado, la Semana Santa leonesa avanza como una marcha y desde Leotopía hemos querido narrar el recuerdo de la Pasión del Nazareno de un modo especial, plasmando algo de lo que ha sucedido y lo que va a suceder. De la mano de la Real Cofradía de Minerva y Vera Cruz salimos a la calle acompañando a los papones, seguimos el sendero de su paso titular y asistimos con dulce pena al proceso de desmontaje, que cierra otro ciclo para el recuerdo, la hermandad y la devoción.
La de Minerva y Vera Cruz es una cofradía antigua, cuyos antecedentes más lejanos —otra vez aquí, hablando del tiempo— se remontan hasta algunas agrupaciones sacramentales relacionadas tanto con Roma, sede de la Iglesia de Pedro, como con León, estando en este caso nuestro muy vinculadas con el barrio de San Martín.
Entre idas y venidas ya que los siglos no siempre son benevolentes, no es hasta el XIX cuando aparece el nombre por el que hoy es conocida entre la Semana Santa leonesa. Pero habría que esperar cien años más para ver desfilar por las calles de León, y alzado al cielo por la devoción de los braceros, el Lignum Crucis, un fragmento del madero de Cristo llegado desde el monasterio cántabro de Santo Toribio de Liébana.
Como paso titular de Minerva y Vera Cruz, la importancia del Lignum Crucis es indiscutible, más si cabe por su valor artístico, emotivo y devocional. El que fuera su Seise, Ángel Carlos Rodriguez Llamas, nos recordaba que la astilla de Jerusalén se procesiona en su relicario junto a la cruz, sobre uno de los tronos más antiguos de la ciudad: «Ese trono es del arquitecto Cárdenas y en 2018 hará cien años desde la primera vez que se procesionó».
La Real Cofradía de Minerva y Vera Cruz es una parte indisoluble de la Semana Santa leonesa. Con sus túnicas negras y sus bocamangas de terciopelo morado, y sobre todo, con su imaginería devocional, llena las calles a su paso de miradas de asombro. Desde el lunes sale Nuestra Señora de la Piedad en la procesión de la Pasión, la Amargura en la tarde-noche del miércoles con el titular de la cofradía, y en los años impares participan en la procesión del Entierro.
Lejos de lo visible, nos hemos querido colar —con el permiso de los hermanos, que para su nuevo Abad, José Luis González Álvarez (Josines), constituyen el mayor patrimonio de la cofradía— en los momentos finales de una Semana Santa leonesa a la que todavía le quedan muchas horas de recorrido. En Leotopía asistimos al cierre repasando con fotografías el desmontaje del pasado año, un proceso desarrollado entre bambalinas y que en sí mismo, es un ritual más.
Participan decenas de voluntarios organizados con orden y mano firme, llaman cariñosamente manzanillos a los recién llegados, y a estos últimos se les pide, precisamente porque son nuevos, que conserven la ilusión del primer día. El ritual comienza temprano, poco antes del amanecer, cuando los tronos se han quedado vacíos de braceros y flores y reposan esperando al equipo.
Uno de los miembros del equipo de montaje, David Cuevas, nos habla de la estructura de los pasos, que poco a poco se van revelando a medida que avanzan los trabajos: «Están compuestos por varas, que es donde se asientan las almohadillas en las que se apoyan los braceros. Las varas suelen ser móviles y van ancladas a la parrilla, el chasis sobre el que se asienta el trono».
De cómo llevar a cabo las tareas con efectividad y cuidado, de la historia de Minerva y Veracruz, y en general de la Semana Santa leonesa sabe mucho Jorge López Becker (León, 1963), uno de los encargados —el pasado año— del montaje, que lleva en la cofradía «desde que tenía más o menos doce años». Jorge habla con orgullo del oficio del papón y explica cuál es el origen de una denominación tan típicamente leonesa: «Sin embargo la expresión viene de Asturias. Se llamaba papón al tonto del pueblo porque le ponían un capirote en la cabeza para ridiculizarle. Aquí no se llamaba capirote si no capillo, y la función era la misma. Poco a poco lo fuimos asimilando hasta asumirlo. En otros lugares es un nombre cargado de menosprecio y aquí lo llevamos con mucho orgullo. Es como decir que un leonés es cazurro…».
Jorge también puede presumir de hermano, Manuel López Becker, imaginero responsable de muchas de las piezas. «Si él quisiera podría escribir varios libros. Empezó en la Cofradía desde niño y llegó a ser el último abad del siglo pasado. Tiene unos enormes conocimientos de la semana santa y de las procesiones. Es un papón de los grandes».
Mientras repasamos lo vivido en la Semana Santa leonesa de 2018 y recuperamos de los archivos las imágenes del desmontaje de Minerva y Veracruz de 2017, resuenan en los oídos las notas de la banda de cornetas y tambores. Música que acompaña al paso y su caminar, que rompe el silencio de la calle, que quiebra las barreras y libera la emoción.
La Pasión continúa, lo seguirá haciendo durante días, volverá el año que viene para cumplir de nuevo su ciclo y se irá dejando profunda impronta en la piel. Y a medida que pasen los años nuevas experiencias pasarán de mano en mano, entre generaciones, alimentando una tradición con varios siglos de historia en nuestras ciudades.
La Semana Santa leonesa, motivo de orgullo para el ciudadano y de esperanza para el creyente pondrá un broche de oro estrenando abril con el Domingo de Resurrección. La Real Cofradía de Minerva y Vera Cruz, como las demás, dejará a buen recaudo sus tesoros, aguardando la próxima cita, que por cierto, tiene nombre y ritual: el Corpus Chico, manifestación de la eucaristía y de la raíz con el barrio de San Martín. Porque aquí, precisamente aquí empezó todo hace siglos. Y aquí continúa.
♦