Llega con las señales horarias y la certeza de saberse en tierra propia. Es Pablo Morán Martínez (Ponferrada, 1980), la voz berciana de la Cadena SER en Madrid desde el año 2001. Nos encontramos con él en Bembibre, donde el editor de Hora 25 y director de Punto de Fuga nos regala toda una vida de experiencias, aprendizaje y compromiso tras los micros. No estamos en Gran Vía 32, pero no importa. ¡Prevenidos! Corren nuevos tiempos, vamos a escucharlos.
¿Sabía el pequeño Pablo Morán quién era Luis del Olmo?
Claro. He crecido con el soniquete de la radio de fondo. En mi casa se escuchaba mucha radio, sobre todo por las mañanas, así que sí, obviamente, escuchábamos mucho a Luis.
Además, hace unos años, ya trabajando en la SER, tuve la oportunidad de conocerle en persona.
¿En los estudios de radio?
No, fue en el Museo de la Radio de Roda de Barà. Hace unos cinco o seis años, cuando estaba en Hora 14, nos encontramos y fue muy especial. De repente, la voz que tu siempre habías escuchado en casa te habla a ti directamente…
¿Qué recuerdas haber escuchado por primera vez en la radio?
Pues a tanto no llego [ríe]. Pero sí te puedo contar la primera vez que hice radio.
¡Me sirve!
Fue aquí, en Radio Cima, en la radio municipal de Ponferrada y yo tendría unos catorce o quince años.
Hacía junto con otros dos compañeros del colegio el programa musical El Eslabón Perdido. En comparación con ellos, yo no entendía nada de música, pero no me importaba. Lo que me gustaba era hacer radio. Subir y bajar el volumen, meter una canción, dar paso a una llamada… me quedé definitivamente enganchado, ya no sólo al periodismo, sino al medio radiofónico. Ahí fue donde decidí que quería dedicarme a esto, que lo que me gustaba de verdad era hacer radio. Incluso comencé a acostumbrarme a dormir con la radio encendida. Siempre me ha parecido un medio muy especial.
Lo tuviste claro muy pronto. Es curioso porque eres uno de los pocos profesionales leoneses dedicados al periodismo, periodista de profesión. La mayoría son licenciados en Derecho.
Sí, me licencié en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, pero siempre he defendido que el periodismo es un oficio, y como, tal, no se aprende estudiando una carrera.
Obviamente los estudios te dan un background y unos conocimientos que siempre ayudan, pero el periodismo, como cualquier oficio, no se puede aprender del todo en una facultad. Se aprende trabajando, escuchando, leyendo, viendo cómo lo hacen los grandes referentes… La nuestra es una profesión en la que siempre tienes que seguir aprendiendo y alimentando tu curiosidad.
Estoy de acuerdo. Más aún en lo que a la radio se refiere. Un ejemplo. ¿Cuánto tiempo pasaste durante tu formación en el estudio de radio de la facultad?
Poco, muy poco. También es verdad que espero que la cosa haya cambiado desde que yo hice la carrera [ríe]. De eso hace ya veinte años. Da vértigo sólo pensarlo… [ríe].
De todas formas mi caso fue un poco particular. Las circunstancias también hicieron que prácticamente no tocara un micro en la facultad porque enseguida tuve la oportunidad de trabajar, primero en Radio Bierzo y luego en Radio Madrid, en la Cadena SER, con lo cual esa fue mi verdadera escuela y mi verdadera facultad. Las grandes lecciones las aprendí fuera, trabajando.
¿Cuál fue la mejor de ellas, la que sigue presente en tu día a día como periodista?
Las que más grabadas me han quedado son las que aprendí trabajando con Iñaki Gabilondo. Si me tengo que quedar con una, lo tengo claro: la honestidad crítica. La obligación de ser conscientes de que la gente nos está escuchando, y de que lo que decimos tiene sus consecuencias y su repercusión e importancia para muchos.
Y tanto. Por ejemplo. Tú llegaste a la Cadena SER el 7 de junio de 2001. Sólo tres meses después, sucede el 11-S. ¿Cómo lo recuerdas?
El 11-S me pilló aquí, en Ponferrada. Estaba en casa, sentado a la mesa comiendo con la familia, cuando empezaron a emitir las imágenes del World Trade Center.
En ese momento, sentí la necesidad de estar en Madrid, con mis compañeros. No tanto para aportar, sino para vivir ese momento dentro de una redacción. Y eso es lo que hice. Me cogí el primer autobús y me planté en Madrid. Fue el primer gran acontecimiento internacional que viví en una gran redacción como la de la Cadena SER, y fue increíble.
No te puedo decir lo que aporté en aquel momento, porque llevaba muy poco tiempo —era un tierno becario que sabía hacer poquitas cosas [ríe]— pero entendí que ese era el momento para aprender cómo lo hacían los grandes y para absorber el mayor número de lecciones posible. Y eso fue lo que hice. Abrir bien los ojos y las orejas.
Vamos unos años más allá. El 11 de marzo de 2004 ya te pilló como editor y redactor del Hoy por Hoy.
Sí, era uno de sus editores.
¿Cómo lo viviste entonces?
Fue un momento muy complicado de gestionar, sobre todo por la confusión que se generó.
Recuerdo que Iñaki salió a antena pocos minutos después de las primeras explosiones en Atocha diciendo que había habido una explosión en las vías del Ave. Nadie nos podíamos imaginar lo que estaba sucediendo. Recibimos muchísimas llamadas y era todo tan confuso…
Lo más importante en esas condiciones es mantener la calma. Tener sangre fría y no dejarte llevar por el torrente de información, de nerviosismo y de confusión del momento. Sobre todo porque es lo que los oyentes demandan en situaciones así. Nos escuchan buscando recibir información clara. Y esa fue nuestra misión esa mañana. A mí en concreto me tocó cubrir lo que estaba sucediendo en la estación de El Pozo, y esa fue, sin duda, mi prioridad. Templar los nervios e intentar gestionar de la mejor manera posible el nerviosismo y la confusión que había en esos momentos.
¿Para ti fue una jornada satisfactoria, profesionalmente hablando?
No, no llegaría a tanto. Recuerdo jornadas mucho más satisfactorias que esa. Fue muy triste, creo que como para todos. Contamos algo que nunca nos hubiera gustado contar.
En todo este tiempo en la radio has pasado por todas sus posibles franjas horarias. De los madrugones del Hoy por Hoy a las madrugadas del Abierto al Amanecer. ¿Dónde te encuentras mejor?
Cada horario tiene sus ventajas e inconvenientes, y su forma de abordar la información. No sabría con cuál me quedaría porque cada uno de ellos tiene su atractivo y su propia adrenalina.
De noche, se prepara el informativo de la mañana —el Hoy por Hoy—, con lo cual aprendes a adelantarte a lo que puede ser noticia, a imaginar cómo va a ser el día siguiente informativamente hablando.
Durante el tiempo que estuve en Hora 14 [el informativo de medio día de la Cadena SER], en cambio, aprendí a gestionar la información cuando se está cocinando, cuando todo está pasando.
Y ahora, en Hora 25, estoy aprendiendo a gestionarla cuando ya ha pasado. No sólo hay que contársela al oyente. El reto es ayudarle a entender lo que está pasando y a que se forme una opinión.
¿Qué me dices de los cambios que han sucedido desde la llegada de las nuevas tecnologías?¿Se ha modificado el modelo radiofónico?
La radio ha afrontado el reto digital mucho mejor que otros medios. Pese a los malos augurios que muchos planteaban…
Sí, los mismos que ya hablaban de que la televisión iba a acabar con ella allá por los años cincuenta… [Risas]
Exactamente. Y, al final, creo que la adaptación a los nuevos canales de comunicación y de distribución del sonido ha sido y está siendo muy buena.
Las redes sociales, los smartphones… Internet en general, ha permitido que el mensaje llegue a todo el mundo y lo haga además, de manera personalizada. Ahora es la gente, cada oyente, quien decide cuándo te escucha y dónde.
Pero no sólo tenemos nuevos canales de comunicación. También han surgido formatos tan interesantes como el del podcast, que además, permite desarrollar tanto el mensaje informativo como la creatividad. Prisa Radio, por ejemplo, lleva dos años trabajando en ese gran proyecto que es Podium Podcast y que ha supuesto desarrollar una parte de la radio que estaba olvidada, como por ejemplo, las dramatizaciones.
También está el formato vídeo. Las entrevistas emitidas en vídeo por streaming, o las promociones que lanzamos a través de redes. Esto lo hacen muy bien, por ejemplo, mis compañeras de La Script. Tienen una creatividad enorme, y utilizan el vídeo para dar a conocer el programa y ganarse la complicidad del oyente.
La radio ha encontrado en las nuevas tecnologías una oportunidad que ha sabido aprovechar y que la ha revitalizado.
Lo que sin embargo es prácticamente invariable es el modelo de negocio. La publicidad es la única vía de monetización del medio, salvo algunas excepciones como el caso de crowdfunding de Carne Cruda. ¿Tú estás suscrito a algún medio?
No, pero porque trabajar en la SER me da un acceso privilegiado a según qué medios. Consumo mucha radio, prensa y televisión internacional. Me gusta mucho estar al día porque siempre son una fuente de ideas, temas o enfoques.
¿Alguna recomendación especial en el ámbito radiofónico?
¡Claro! Tengo dos referentes importantes que suelo escuchar más o menos con asiduidad. Los boletines informativos de la BBC y Radio Ambulante, que es otro buen ejemplo de programa —muy pegado a la calle, y de ahí en parte el gran éxito que está teniendo a nivel internacional— en formato podcast.
Hablando de nuevos enfoques y temas. Àngels Barceló dice que se rodea de un equipo joven porque «donde a mí se me acaba la imaginación ellos siempre tienen una idea que va más allá con menos coste económico» ¿Cuál es tu experiencia al respecto?
[Ríe]. Es un buen punto de vista. Lo ideal es rodearte de un equipo joven que aporte ideas y enfoques nuevos. Eso siempre va a enriquecer el resultado final, que, en este caso, es el de Hora 25. Si entre todos conseguimos eso, me sentiría orgullosísimo.
Yo desde luego, de Àngels aprendo cada día muchísimo. De su capacidad de comunicación, de la serenidad que demuestra en momentos críticos…
Fíjate que ella ya hacía mención al «menor coste». Hace unos meses Roberto Herrscher escribía en la versión en castellano del New York Times La miseria del mejor oficio del mundo en el que leíamos: «Hoy los periodistas no necesitamos disfrazarnos de nada para tener la experiencia de vivir con el sueldo mínimo. Y el aprendizaje de las dificultades psicológicas, mentales y físicas de vivir con muy poco (…) ahora llega a nuestro gremio y afecta el periodismo que hacemos».
La precariedad es, ahora mismo, la mayor amenaza del periodismo. No nos tenemos que cansar de decirlo y tampoco de buscar la complicidad de la audiencia para que ellos también sean críticos.
Son muchos los factores que entran en juego —la crisis de los medios, la económica, las decisiones empresariales…—, pero también debemos apelar al sentido crítico de los oyentes, lectores y espectadores. Son ellos los que tienen que discriminar. Desde los propios medios, es necesario que fomentemos su espíritu crítico para que contribuyan a que lo que se haga sea bueno, de calidad.
Pasa igual con las redes sociales. Tenemos que ser responsables de lo que compartimos y publicamos en redes. No estoy hablando de enfoques ni líneas editoriales, si no de información seria, veraz, crítica y que aporte algo.
Como periodista de la Cadena SER, ahora que sacas el tema, ¿de qué manera concebís y usáis las redes?
Para nosotros las redes sociales son un referente, una fuente de información más, que, por supuesto, ha de ser verificada y contrastada antes de llegar a antena.
Twitter no deja de ser un patio de vecinos gigante en el que todo el mundo opina. Vuelvo a Iñaki Gabilondo, que hace poco puso un ejemplo que me pareció muy ilustrativo. Él defiende que hoy en día tenemos más información que nunca. Estamos inundados de información por todas partes. Y, como en toda inundación, lo que escasea es el agua potable. Pero es esa la que debemos encontrar y ofrecer. La información potable, la útil y la que aporta algo al oyente.
Hemos pasado años «traduciendo» a la audiencia los dobles lenguajes —rescates, copagos, salidas fiscales…—, para acabar en el plano de la posverdad. ¿Dónde queda el periodismo?
Te contesto con otra de las lecciones de Iñaki: Ante la duda y la confusión, periodismo. Es así.
Tenemos que centrarnos en saber qué ha pasado y cuáles son los hechos. Los hechos, los mires desde el punto de vista que los mires, son irrefutables, y nuestra obligación es contar lo que pasa, tan simple como eso. No nos podemos dejar llevar por los intereses políticos o empresariales que tratan de perturbar la realidad. Los hechos son incontestables, así que a eso nos tenemos que agarrar los periodistas.
Veo que Gabilondo te ha dejado realmente huella.
Sí, es un gran maestro. Al principio imponía, pero simplemente con observarle y escucharle, aprendes.
Con todo este aprendizaje en la maleta llegas en 2006 a Punto de Fuga. Lo haces sustituyendo a Mamen Mendizábal —que lo presentaba desde 2001— y a Ana Pastor —que hizo lo propio hasta 2006—. Ambas se marchan para conducir en televisión 59 segundos. ¿Cuándo llega tu turno?
Cuando llegué, más de uno me dijo eso de «te irás a la tele en seguida», pero no… [ríe].
La verdad es que fue un regalo. Al principio, cuando me lo propusieron, supuso todo un reto. Nunca me había enfrentado a un proyecto como este, a tener una hora semanal para mí. Y me siento afortunadísimo de llevar ya doce años al frente, junto con mi compañero Javier Bañuelos.
Y no me canso, al revés. Porque Punto de Fuga me permite tener una mirada muchísimo más amplia de lo que pasa en el mundo. Es un continuo aprendizaje. Ha sido gracias a él, por ejemplo, que he aprendido a escuchar y a relativizar lo que pasa aquí, en nuestro país, y lo que pasa fuera, a comprender dónde están los verdaderos problemas.
Además es un programa que la gente escucha porque realmente le interesa, que si lo hace, lo hace con la actitud de escuchar.
En el décimo aniversario del programa, explicabas divertido que al principio no te atreviste a preguntar a Mamen el porqué del nombre del programa, y que, en su lugar, optaste por acudir a la RAE —Real Academia Española—, donde encontraste como definición: «el punto donde se pierde la vista del infinito».
Sí, eso es. Y la verdad es que tenía todo el sentido. ¿Así lo escribí, no?
Sí. Exactamente escribiste que «el nombre del programa tenía bastante sentido porque hablaba de todo lo que no alcanzan a ver los espacios e informativos de actualidad general». De ahí, seguramente, el comentario del blog especializado en radio, Radiochips, que califica a Punto de Fuga como «un programa que quizá no hay que escucharlo porque te guste, sino que hay que escucharlo porque higieniza la cabeza».
Me parece una buena crítica. Gracias a Radiochips [ríe], pero no sé si llega a tanto.
Nosotros peleamos y sacamos tiempo de debajo de las piedras cada semana para buscar temas, documentarnos, encontrar puntos de vista y testimonios interesantes que nos permitan ofrecer un valor añadido a la actualidad internacional. Intentamos aportar un enfoque diferente, explicar al oyente en qué le influye lo que está pasando a nivel internacional.
Porque al final, esa realidad que nos parece lejana tiene muchas más implicaciones con nuestra propia realidad de lo que nosotros pensamos. Por ejemplo, sin explicar el expolio que se está realizando en muchos países de África como el Congo, no se entendería la crisis de refugiados. Ahora mismo estamos viviendo una crisis de refugiados como nunca antes se había vivido en nuestro planeta, con porcentajes incluso mayores que en la Segunda Guerra Mundial. Podemos quedarnos en esa cifra, o podemos intentar explicar el por qué.
No sé si nuestro programa higieniza o no, pero sí tratamos de buscar ese enfoque que despierte el interés del oyente y su preocupación por la realidad internacional.
Y para eso también es importante el seguimiento que hacéis de la misma. Esta temporada, por ejemplo, habéis vuelto a Camboya un año después, para conocer qué había sido del juicio contra los genocidas de los Jemeres Rojos. ¿Alguna vez ha habido algún movimiento generado por vuestro programa?
Que yo tenga constancia, no. Punto de Fuga es un programa modesto, y tiene la dimensión que tiene. Con que logremos despertar interés y crear conciencia por algunas de las realidades de las que hablamos, yo me doy por satisfecho. Porque ese sí que es un primer paso para que la gente actúe y cambie las cosas.
Hablando de periodismo social, ¿qué opinión te merece Ryszard Kapuściński, del que dicen fue «el mejor escritor entre los reporteros, y el mejor reportero entre los escritores»?
Que estoy de acuerdo en eso de que una mala persona no puede ser periodista.
¿Así que corroboras que Los cínicos no sirven para este oficio[1]?
Totalmente. El periodista tiene que tener un punto de sensibilidad y de humanidad para abordar los temas.
¿Tú le consideras más escritor entre reporteros o reportero entre escritores? Lo digo por las críticas hacia su trabajo que hablan de ciertas licencias estilísticas, de esa tendencia suya a «colorear» sus reportajes.
Yo diría que más reportero, ¿no? Aunque este debate en torno a su figura, a los límites entre la literatura y el periodismo, no lo voy a resolver yo ¿no? [ríe].
Lo único importante es que lo que cuentes sea verídico, ahí es donde reside la honestidad de un periodista. Obviamente, la mera disposición de contar algo ya lleva implícita una cierta subjetividad que va a condicionar la información, porque ante un mismo hecho, seguramente haya tantos enfoques como miradas de aquellos que hayan sido testigos. Por eso lo importante es la honestidad crítica del periodista y, por supuesto, que la audiencia se forje su propia opinión bebiendo del mayor número de posible de fuentes, de medios. Ahí es donde se crea la verdadera riqueza de la información.
¿Tú escuchas a la competencia?
¡Claro! Cada mañana hago zapping para ver cómo abordan ellos la jornada. Es un buen ejercicio que ayuda a enriquecer tu punto de vista, ya no sólo el que da el medio en el que trabajas, si no el tuyo propio.
A ver si me puedes ayudar a resolver esta duda. ¿Cómo es que todos ganáis en la medición de audiencias del EGM[2]?
Es un buen ejemplo de lo que acabamos de hablar. Ante un mismo hecho, hay enfoques diferentes. De ahí la importancia de que el oyente sea crítico y preste mucha atención.
En cualquier caso, hoy en día, la escucha va mucho más allá de la radio —y su medición— tradicional. Creo que fue precisamente la Cadena SER la primera en ofrecer al oyente la posibilidad de consumir, a través de su aplicación para el móvil, programación en paralelo a la parrilla tradicional.
Sí, cuando hay partidos, en radio convencional se escucha Carrusel Deportivo. Pero a través de la app o la página web de la SER, pueden escuchar Hora 25.
Ahora que me hablas de la programación deportiva, dice Javier del Pino que «en la Cadena SER solamente no hay boletines cuando hay fútbol. Si a mí se me ocurre proponer: «Oye, yo no quiero que haya boletines en mi programa», seguramente tendría una gran discusión tras la cual sería despedido por enajenación mental, pero cuando empieza el fútbol se acaba la información. ¿Qué mensaje estamos mandando con eso? Yo creo que esto es un problema, y que conste que no digo que tengamos que prohibir el fútbol y estar todos leyendo a Kant».
Entiendo que me preguntas por el pulso entre deportes e información, ¿no?
Exacto.
La SER es una radio comercial en la que importan mucho los deportes, pero también la información. Aquí el reto está en encontrar el equilibrio, y está claro que las nuevas tecnologías están siendo grandes aliadas. Nos permiten hacer esa multioferta en la que se amplía nuestra capacidad para llegar a los oyentes, y eso es una ventaja tremenda.
El pulso que se puede generar entre los deportes y la información yo lo enmarco más dentro de la camaradería de una redacción. No es una lucha seria. Le quito todo posible dramatismo, vamos. Siempre que hay algún tipo de noticia importante ellos son los primeros que se vuelcan, nos dan paso e incluso contribuyen y aportan información útil para que eso sea posible.
Vamos ahora con uno de los roles menos conocidos dentro de una redacción de radio que tú también has desempeñado. El productor.
Es una figura fundamental en la radio. Y está muy poco valorada.
Uno de mis jefes de la SER, Javier Manzano, me dijo una vez que hacer un informativo es como pintar un cuadro. Cada dato, cada información es un color, y cada profesional se encarga de dar un brochazo en el lienzo. La persona que se encarga de ejecutar el cuadro es el productor. Es el que pone la pintura, el que vigila que los pinceles estén limpios y en perfectas condiciones…
Es el que se encarga de pedir cada pieza informativa, de que las conexiones salgan, de prevenir a los compañeros que están fuera para que estén conectados a determinada hora, de que todas las piezas que están grabadas estén en el momento del informativo, de llamar al entrevistado en el momento en el que va la entrevista dentro del orden del informativo… Yo reivindico siempre que puedo la figura del productor porque sin ellos no sería posible hacer radio.
Aaron Sorkin también lo puso en valor en la serie The Newsroom (2012-2014). ¿La has visto?
No, qué va. ¿Sabes qué problema tengo? Que me engancho muchísimo a las series [ríe]. Cuando me pongo con una no hago otra cosa, y no puede ser… Porque me gusta hacer más cosas cuando llego a casa. Me gusta la literatura o ver algunas cosas que están haciendo ahora en televisión, y no saco tiempo para todo.
Me pasó con Juego de Tronos hace poco. La empecé a ver en julio del año pasado, y en menos de tres meses me la vi entera.
Tenías que haber esperado a 2019 y verla del tirón.
Sí, me lo han dicho [ríe]. Ahora, también es verdad que muchos de mis amigos me tenían envidia cuando la estaba viendo, porque les hubiera gustado verla así, temporada tras temporada [ríe].
¿Versión original o doblada?
Versión original, por supuesto. Porque además te permite practicar tu inglés, que también es importante en nuestra profesión. En Punto de Fuga, por ejemplo, buscar temas internacionales como los que tratamos, implica también hablar inglés.
No puedo dejarte marchar sin preguntarte por la terraza de la SER.
Jo, es que es tan impresionante… ¿Sabes qué? Una de las cosas que le regalamos a Iñaki cuando se fue a la tele fue una panorámica de un amanecer de esas vistas. Yo ahora disfruto más del atardecer, de esas puestas de sol con esos colores que da el cielo de Madrid tan especiales.
Siempre lo he interpretado como una metáfora genial para una radio. Que una radio esté allí, mirando todo Madrid, pudiendo observar todo Madrid… es una metáfora de lo que quiere ser: Un gran mirador desde el que se puede observar todo lo que pasa no sólo en Madrid, sino en el mundo.
A Madrid, ¿ya casi lo confundes con tu hogar, como canta Vestusta Morla?
Mi familia y mis grandes amigos están aquí, en El Bierzo, pero no puedo negar que después de veinte años viviendo en Madrid —casi la mitad de mi vida— siento un arraigo muy especial.
Madrid es una ciudad muy abierta —casi nadie es de allí, somos todos de fuera—, muy acogedora. Te pone fácil el que te sientas cómodo y crees rápidamente tu propia familia, esa con la que compartes la vida diaria. Así que, sí, podría decirse que a Madrid también la considero mi casa.
[1] Los cínicos no sirven para este oficio. Sobre el buen periodismo, es un ensayo del periodista y escritor polaco Ryszard Kapuściński que recoge sus reflexiones sobre el día a día del periodista desde un punto de vista deontológico, exponiendo su punto de vista sobre el papel social e intelectual del profesional, sobre todo en relación al tratamiento informativo de temas más sensibles.
[2] El Estudio General de Medios (EGM) es una de las entidades profesionales dedicadas al análisis de audiencias con mayor peso en nuestro país. Fechada en 1968, es dependiente de la Asociación para la Investigación en Medios de Comunicación (AIMC).
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