Entrevistas, Sociedad — 08/03/2018

Emma Rosa Posada: «Me veo, miro atrás, y sólo puedo dar gracias por dedicarme a lo que me dedico»

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Lleva más de una hora contagiando su energía al equipo y a los invitados que han pasado por el plató de 8 Magazine León. También a nosotros, testigos hoy de su labor desde un rincón que no se puede ver en la pantalla. Emma Rosa Posada García [1] (León, 1982) ha aprendido a superar las dificultades dando protagonismo a la sonrisa, esa que también entrega mientras hablamos, ya con los focos apagados. Su pasión por el medio —en el que lleva trabajando más de una década— se palpa en cada proyecto, en cada respuesta, en cada idea que traduce en palabras. Inmediatamente descubrimos que es una afortunada que disfruta de su trabajo, que tiene la constante necesidad de expresarse y de crear, y que cada día cumple un sueño al asomarse a los hogares de los leoneses por esa ventanita llamada televisión.

Emma Rosa Posada Leotopía

Hoy conversas con nosotros, pero ¿qué haces normalmente al terminar cada día de grabar el programa?

¡Preparar el siguiente! La tele no termina nunca, tiene 24 horas, 365 días al año. En cuanto terminas un programa tienes que preparar el siguiente, y más ahora, que desde octubre de 2017 no sólo abarcamos de lunes a viernes, sino de lunes a domingo. Somos una de las televisiones locales de Castilla y León que más producción propia hacemos, así que imagínate…

Pero lo mejor de todo es que me gusta. Me gusta seguir haciendo tele cuando acabo de grabar y me gusta seguir viendo tele cuando llego a mi casa, porque de verdad que algunas veces me voy para mi casa a dormir [ríe].

Así que mantienes esa «adicción confesable» a la televisión de la que ya hablabas en el primer post de tu blog, allá por 2010.

Sí, pero es algo que he sentido desde pequeñita. Con tres o cuatro años, cuando me iba de vacaciones a Madrid con mi tía, recuerdo que me despertaba súper pronto para ver La Bola de Cristal. Me quedaba embobada mirando para la televisión, y mi tía se levantaba detrás y me decía: «apaga la tele y para la cama» [ríe]. ¡Yo necesitaba ver tele!

Con diez años, me ponía delante del espejo y jugaba a ser la que en aquel momento era la estrella de la televisión: jugaba a presentar un programa de televisión como si fuera María Teresa Campos [ríe]. No sabía lo que estaba haciendo, sólo que quería comunicar.

Y a eso me dedico, a comunicar y entretener a la audiencia leonesa cada noche, porque bastantes malas noticias tienen ya… Hay veces que nos apetece llegar a nuestra casa y que alguien nos haga sonreír. Por eso cuando me dicen «¡qué risueña eres!», les contesto: «Claro, es que me gusta sonreír, porque creo que cuando tú sonríes, la mayor parte de la gente te devuelve esa sonrisa».

Me dedico a comunicar y entretener a la audiencia leonesa cada noche, porque bastantes malas noticias tienen ya… Hay veces que nos apetece llegar a nuestra casa y que alguien nos haga sonreír

Y para que esa sonrisa se perciba en su totalidad, el medio ideal es el televisivo. Aunque tú en realidad, comenzaste enganchada a un micro, pero sin cámaras. Con cinco años te regalaron tu primer micrófono, durante tu adolescencia en el IES Valles de Luna eras «la loca de la radio», y es en Los 40 Principales donde haces tu primera colaboración en un medio.

Con Mures y con Óscar Chamorro, sí. Comencé con ellos en 2001. Lo recuerdo como si fuera ahora mismo. Llamé por teléfono a Radio León después de haber escrito y memorizado exactamente lo que les quería decir. No me quería equivocar. Me cogió el teléfono Bea [Beatriz Robles] y le dije: «Hola soy Emma Rosa Posada, soy de La Mata del Páramo, tengo 19 años y quiero colaborar con vosotros, quiero hacer cosas, lo que me digáis. Me apetece entrar en este mundo».

¿Y te pasó con Mures directamente?

No. Me preguntó: «¿Pero qué radio quieres?». Y yo: «¿Qué radios tienes?» [ríe]. En cuanto me dijo Los 40 Principales lo tuve claro. De aquella me pasaba el día escuchándolo, así que figúrate la ilusión que me entró de sólo imaginar que podía colaborar con ellos.

Cuando me pasó con Mures le volví a soltar todo el discurso tal cual, y él me invitó a acercarme por allí un día. Cuando fui me presentó a Óscar Chamorro, y a partir de ahí nació una unión entre los tres que ha seguido con los años. Luego, comencé las prácticas en Localia y…

…Y de Localia, a Canal 4 y, desde 2006, a Televisión de León, de donde no te has movido desde entonces. Han sido doce años clave no sólo en tu carrera, sino en el mundo de la comunicación en general.

Me veo, miro atrás, y sólo puedo dar gracias por dedicarme a lo que me dedico. Porque mi sueño se haya cumplido. Yo era agricultora. Mi padre tenía tierras y yo me recuerdo entresacando y recogiendo remolacha, conduciendo el tractor… Esa era mi vida.

No he leído El Secreto [ríe], pero siempre he pensado que cuando sientes algo con mucha fuerza, lo deseas de verdad y lo persigues y trabajas al máximo para conseguirlo… lo consigues. Y yo tenía clarísimo que lo que quería era comunicar.

Estoy orgullosa y presumo de ser de pueblo, y de saber lo que sucede en las zonas rurales no por lo que me cuentan, sino porque lo he vivido y porque ser del Páramo es maravilloso y ser de La Mata más. Te recomiendo que te empadrones allí [ríe]. Pero yo lo que quería era contar lo que pasaba, comunicarlo.

Todos estos años han sido una  montaña rusa impresionante de experiencias y aprendizajes. He conseguido no sólo trabajar en esto, sino hacerlo con grandes profesionales. ¿Y lo mejor? Que a pesar de la cantidad de proyectos que ya hemos sacado adelante, todavía nos queda muchísimo por hacer. Eso es lo bueno, porque imagínate que no quedara nada…

Emma Rosa Posada Leotopía

¿Qué me dices de la gente, de la reacción y evolución del público? Por ejemplo, tú empiezas en Televisión de León en ‘Gatos Pardos’, con la sección «El Reto», en la que a horas intempestivas les proponías desafíos curiosos. ¿Hoy en día sería posible ese tipo de formato?

Siempre que entraras a la gente con respeto y con una sonrisa, sí. Es verdad que hay gente a la que no le gusta salir en televisión, pero es normal. Cuando me dicen que lo más complicado es sacar totales de calle —es decir, preguntar a la gente en la calle—, siempre digo que tenemos que pensar que no conocemos la situación de esa persona. Igual le acaba de dejar su mujer, o su hijo tiene problemas en el colegio, o se le ha muerto su madre. No lo sabes, así que tienes que respetar que te digan sí quiero o no quiero participar.

La dificultad está más en el carácter de cada persona —si es más o menos tímido, por ejemplo—, y en el miedo que tienen a equivocarse, a no saber responder y a hacer el ridículo en televisión.

Bueno, y en cómo se desenvuelva el reportero, su desparpajo, que también ayuda a que la gente entre en el juego y participe.

Yo sobre todo me pongo en la situación de la gente que está en casa, y a la que lo que le apetece es reírse. Y quiero que se rían conmigo también, así que por eso de vez en cuando hago «tonterías» [ríe].

David Gistau dijo una vez que, en este momento, «el trauma del periodista es pasar desapercibido». ¿Lo compartes?

Depende del formato. A día de hoy, por ejemplo, se lleva mucho eso de que sea más importante la pregunta del periodista que la respuesta del entrevistado. Y eso es una pena, porque al final el periodista, por regla general, no tiene que ser protagonista.

Pero en determinados formatos, como por ejemplo nuestro Historias de Pueblos y sus Gentes y otras Mentirijillas, el reportero no sólo tiene que salir ante cámara. También tiene un cierto grado de protagonismo, porque él es quien hace que suceda algo, el que provoca parte de la historia.

Pero de todas formas, sí que es verdad que hay mucha gente que tiene ese miedo, ese pavor de que, de repente, un día se convierta en invisible.

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De ahí, tal vez, ese fenómeno de cierta espectacularización que vive el medio, incluso en el género del infoentretenimiento. Y también, de manera paralela, la «explotación» en clave de humor que algunos espacios como Zapeando hacen de la labor de los reporteros locales.

Bueno, es simplemente una forma de que ellos hagan entretenimiento y de que tengan un contenido que hace gracia al telespectador. Las tomas falsas siempre han gustado, no sólo en televisión. Julia Otero, por ejemplo, tiene una sección de gazapos en su programa [Montaje Rabioso, en Julia en la Onda].

Nos gusta, y eso es muy bueno. Porque es una manera de reconocer tus propios fallos, de darte cuenta de que todos a veces cometemos errores. Siempre que se haga con respeto…

¿Algún miedo recurrente en los directos, o alguno que ya hayas superado con el tiempo y la experiencia?

¿Sabes eso de que cuanta más información tienes, mayor es el miedo a quedarte en blanco?

Sí.

Pues eso es lo que pasa. Cuando eres inocente y atrevida no tienes miedo a nada. En ‘Gatos Pardos’, por ejemplo, me daba igual todo, no tenía miedos ni vergüenzas. Ahora, sin embargo tengo más, porque la responsabilidad también es mayor. No sólo con la audiencia, también conmigo misma, con la profesión… Hace doce años sabía que quería estar, pero ahora además sé hacia dónde quiero ir.

Al final son responsabilidades que te impones a ti mismo, pero que tampoco tienen que llegar a agobiarnos. Tenemos que ponernos objetivos y retos que nos ayuden a mejorar, pero sin caer en la impotencia o la frustración. Mira el caso de Pastora Soler. ¿Cómo una mujer como ella, con tanta experiencia y profesionalidad, de repente un día confiesa que tiene miedo escénico?

Hay miedos comunes a la profesión, y también latiguillos, y clichés. ¿Alguno que tengas localizado en tu caso?

Es que no sé si está bien decirlos porque luego la gente se va a dar cuenta [ríe].

Tengo el «precisamente», que es la típica palabra que siempre queda bien. Mientras estás hablando y pensando en lo siguiente que tienes que decir, te da algo de tiempo para pensar y construirlo. También utilizo mucho el «pero», o el «¡ojo!»… Forman parte de mí. No creo que sea algo malo, nos definen, pero ojo… —¿Has visto? [ríe]— porque van cambiando a lo largo de tu vida. Antes tenía otros que he ido cambiando cuando me he dado cuenta.

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Estaremos atentos entonces [risas]. Hemos hablado de miedos y de latiguillos. Vamos con los sueños. ¿El de presentar las campanadas, fue uno de los tuyos hecho realidad?

No, la verdad es que nunca lo había pensado. Mi sueño en televisión es crear proyectos, llevarlos a cabo y ver si gustan a la gente.

Es cierto que parece que todos los presentadores aspiran a presentar las campanadas, sobre todo en el ámbito nacional, pero creo que hay cosas mucho más importantes. Al menos para mí. A ver, que si mañana me llaman para hacer las campanadas con Ramón García… ¡espérate! [ríe]. No, en serio, presentar las campanadas es un proceso mágico que ha vivido esta tele y que va a seguir viviendo, pero no es un sueño. Un sueño es sacar el día a día adelante [ríe]. Eso sí, lo más bonito de presentarlas  ha sido palpar el cariño de la gente, toda esa gente que desde hace cinco años nos ha acompañado en Cistierna, Boñar, Santa María del Páramo, Sahagún y Astorga. Se agradece muchísimo, sobre todo con el frío que pasamos [ríe].

En cualquier caso, te sientes muy orgullosa de la casa en la que estás, La 8 León, de la que cuentas «fue pionera a la hora de poner en marcha una televisión local en España».

Sí, mucho.

En el caso de La 8 León hablamos de una televisión local de titularidad privada. ¿Cómo valoras tú el debate —siempre presente, pero avivado últimamente con el cierre de Radiotelevisió Valenciana y su reapertura bajo el nombre de À Punt— en torno a las televisiones públicas?

¿Sabes qué pasa? Que hay cosas en las que opinar sin tener datos —datos verdaderos, no los que te quieren vender—, es un error. Y eso lo hacemos constantemente en economía, en política…

De todas formas, creo que el problema no está en si son televisiones privadas o públicas. La cuestión está en quién las dirige y, sobre todo, cómo lo hace. En nuestro caso, por ejemplo, esta tele es lo que es gracias a la manera de dirigir de Juan Francisco Martín Fresneda, pero también al excelente trabajo de todos mis compañeros. Cualquier negocio o empresa mal dirigido será un fracaso, y es verdad que hay muchos directivos —no sólo en el ámbito de la comunicación, sino en general—, que lo único que hacen es tener un puesto y pasearse con él.

Uno de los argumentos que profesionales y académicos esgrimen en pro de su permanencia es su capacidad para vincularse con valores como los de la identidad cultural de los territorios a los que dan cobertura. Algo que vosotros también trabajáis con formatos como Paisanos (2009-2014) o Historias de Pueblos y sus Gentes y otras Mentirijillas (desde 2015).

Sí, sin duda. Lo disfruto muchísimo además, son súper agradecidos.

¿Cómo están viviendo ellos el problema de la despoblación en León? ¿Qué te cuentan al respecto?

Tienen la sensación de que cuando ellos ya no estén, todo su mundo se va a perder, que el pueblo va a desparecer. La mayoría lo da todo por perdido, porque ven cómo sus hijos y sus nietos se van, y no quieren heredar sus tierras o sus negocios, y es una pena.

En este sentido, tanto la Diputación, como la Junta, los ayuntamientos y nosotros mismos —los medios—, tenemos mucho trabajo por delante. Es complicado, pero creo que en algún momento todo se va a dar la vuelta, porque es verdad que esto se va a llevar a mucha gente por delante —al campo, a la ganadería, a los negocios rurales…—, pero creo que en equis años mucha gente volverá al pueblo. De hecho mi compañera Miriam García ya cuenta en Me vuelvo al pueblo cómo algunos jóvenes lo están haciendo. Poco a poco… Todos tenemos que poner nuestro granito de arena, proponer proyectos creativos e interesantes, saber desarrollarlos…

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De momento, en Historias de Pueblos y sus gentes y otras Mentirijillas tú pones en valor su historia y sus tradiciones, y lo haces, jugando, en connivencia con ellos, con el resto de la audiencia… 

Jugamos todos. Ellos también juegan conmigo, alucinas [ríe].

¿Cómo es el feedback que recibís por parte de los telespectadores? La cantidad de vías de comunicación no ha dejado de crecer en los últimos años. ¿Lo han hecho también sus colaboraciones y comentarios?

Sí, sí nos escriben, pero de todas formas creo que a la larga nos estamos acostumbrando a dejar de valorar el trato personal. El cara a cara. Y que nos dejamos llevar y arrastrar por lo que, por ejemplo, parece imperativo en las redes sociales.

Las redes son unas herramientas fantásticas, pero tengo la sensación de que no estamos sabiendo utilizarlas, yo incluida. Si hace diez años me da por subir un vídeo a YouTube contando mi vida, no hubiera encontrado trabajo en ningún sitio. Hubiera quedado de loca, de friki… Hoy en día, sin embargo, si no tienes un canal donde cuentes «tus vidas y venidas» —como aquel disco de Café Quijano— no eres nadie. No estás. Así que te obligas a hacerlo, te dejas arrastrar. Yo abrí el mío en 2016, colgué mi primer vídeo —«Hoy en tres minutos»— y decidí que también sería el último. Lo eliminé porque me di cuenta de que no me daba tiempo a hacer las cosas como a mí me gustaría, y esa no era la forma en la que quería mostrarme a los demás.

Es cierto que de un tiempo a esta parte has modificado tus perfiles en redes, haciéndolos marcadamente profesionales.

Sí. Ahora por ejemplo, tengo dos cuentas diferenciadas en Facebook. Una privada, personal, que comparto sólo con la gente a la que realmente conozco —con mi gente—, y otra profesional, para poder seguir conectada con el público, con todo aquel al que le apetezca preguntarme o proponerme cosas del programa. Quiero mantener ese feedback personalizado con la audiencia, y que me puedan seguir preguntando a mí directamente, por ejemplo, qué día se emite tal o cual reportaje.

En Instagram es verdad que me permito el lujo de ser algo más jovial, más divertida, y subo otra clase de cosas porque creo que también define un poco cuál es mi personalidad.

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¿Qué me dices de Twitter? Me interesa especialmente tu opinión como profesional de los medios. Hay quien lo define como un frenopático, otros como un ágora pública donde poder encontrar nuevas fuentes o informar…

Es verdad que Twitter tiene una vertiente más informativa, pero todo depende de a quién sigas y de lo que determine el algoritmo de la red en cuestión. En mi caso, suelo tener únicamente a medios de comunicación, periodistas y gente que me aporta información, pero como ahora también me sale todo lo que le gusta a las personas a las que sigo… Se ha convertido en una especie de cajón desastre al que no entro mucho.

Mi fuente de información diaria es la prensa, la radio, y sobre todo, Feedly, el agregador de noticias que me permite estar suscrita a todo lo que me interesa.

Que es…

¡De todo! Noticias sobre televisión, política, cine, música, economía, blogs… Incluso a veces noticias del corazón, porque también hay que desconectar de vez en cuando. Unos días me gusta más la historia y otros más la música. Me gusta todo. La vida es preciosa. Todo es bonito [ríe].

¡Qué maravilla! Vamos a venir a charlar contigo todos los días [risas].

Es verdad. Todo depende de cómo se mire, y de cómo lo vivas. Siempre y cuando tengas una situación normal, claro. Si tienes un problema, es normal la tristeza o la rabia. Pero hay gente a la que no le pasa nada y está todo el día quejándose. Esa gente no merece la pena. Yo he aprendido mucho en este sentido de personas como Emilio Duró. Te lo recomiendo.

Lo conozco. Precisamente algunas de sus premisas son todo un clásico de Twitter. Tu reportaje 24 horas con Isabel Carrasco también se viralizó en redes tras su asesinato. Era un formato en el que además no estábamos acostumbrados a verte. ¿Cómo lo recuerdas?

Fue la primera protagonista de ese nuevo proyecto, así que por un lado estaba nerviosa, porque eran muchas horas, mucha grabación, e Isabel era una tía muy perfeccionista. Quería que estuviese todo medido, pero ni a mí, ni a mi compañero Carlos Ochoa nos dijo nunca nada sobre qué hacer o cómo grabarla.

Estuvo súper simpática con nosotros, incluso cuando le planteamos cuestiones más «polémicas», como el tema del número de cargos públicos que ostentaba. ¿El por qué? No lo sé. Igual es que tenía ganas de hablar. Igual es que le apetecía. Y tal vez, contestó a ciertas cosas porque yo no soy periodista. No me interesa el mundo de la información en mi profesión, prefiero el entretenimiento, y creo que ella lo sabía. Sabía que no le iba a «chinchar» para buscar, ya no un buen titular de respuesta, sino un buen titular de pregunta. Sabía que íbamos a hacer algo agradable, y que lo importante iban a ser sus respuestas, no mis preguntas. Y así fue.

Pero de todas formas no fue mi primera entrevista con ella. Le había hecho otra en plató, en una sección que se llamaba «Memoria de Archivo», a la que invitábamos a personajes de la vida pública de León para conocerles más de cerca.

 

Transmitió, comunicó, y dijo lo que quería decir. Y eso es lo importante. Que el entrevistado diga lo que quiera decir y que le dejemos hablar, porque muchas veces les chinchamos.

Entiendo que tu lectura es más en clave de entretenimiento, pero eres consciente de que  también son necesarias ese tipo de entrevistas.

Claro. También tiene que haber periodistas que hagan eso, sobre todo cuando el entrevistado también se lo merece [ríe]. Ana Pastor, Jordi Évole… pero yo no valgo para ese rol. Y tampoco me gusta. El mío es más amable, más cómodo, más tranquilo, más entretenido, más afable… mejor para la salud [ríe].

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¿Contactaron contigo los compañeros de Muerte en León [Justin Webster, 2016]?

Sí, me llamaron precisamente porque vieron el reportaje, pero les dije que yo no tenía mucho que decir. Me limité a darles la información que tenía que darles y, sobre todo, a facilitarles los contactos de las personas que sí tenían mucho que contar.

¿Cómo eres tú como espectadora? Recientemente te he escuchado decir que la gente todavía tiene miedo a reconocer que ve la televisión.

Sí, sobre todo los programas del corazón, la llamada «telebasura». Los datos de audiencia nunca coinciden con lo que luego la gente dice que ve. Eso se llama postureo.

No sólo eso. ¿Conoces a «Los sin tele» de los que escribía José Antonio Pérez en Jot Down?

No, me lo tienes que pasar.

En cuanto acabemos te lo mando. Habla del tono de superioridad moral con la que algunos presumen de no tener televisión en casa. Incluso hay voces —como la del dibujante satírico El Roto— que apuntan a que «la televisión debe ser extirpada de nuestras casas»…

 ¡Claro, totalmente de acuerdo! Tiene que desaparecer la televisión, y también el azúcar, los donuts, los batidos, los zapatos de tacón… ¡Madre mía!

Cada uno tiene que ser responsable de lo que ve, de cómo lo ve,  de cuándo lo ve, de lo que se cree, de lo que deja de creerse… Pero ya está. Y tampoco estaría de más que supiésemos hacer una lectura correcta de lo que vemos. Por ejemplo, a mí el personaje de Jorge Javier Vázquez no me gusta, pero eso no quita para que reconozca —y me encante— su carisma, experiencia y sabiduría como profesional del medio.

La televisión, como cualquier otro medio de comunicación, es fundamental en la vida de las personas. Quien no quiera tener un televisor en casa, perfecto. Pero que no diga que hay que vivir sin televisión. No lo entiendo. ¿No será mejor que haya un abanico muy amplio y que cada uno elija lo que quiera siempre y cuando no dañe a los demás? Es que es así de sencillo. Y sobre todo ¿por qué mientes y dices que no ves cosas que sí ves?

Si fuera hombre, estoy segura de que tendría muchas más reuniones relacionadas con mi profesión. Es muy triste, pero es así

Hablando de programas que no ve nadie. Cuéntame cómo fue escuchar tu nombre de labios de Mercedes Milá en mitad de una gala de Gran Hermano.

Buff. Me enteré de que el programa sacaba un concurso de cartas contra el tabaco y de que el premio era comer con Mercedes Milá, así que no lo dudé.

Siempre me gustó Mercedes. Mucho. Tanto en su etapa más periodística, como en su rol más desenfadado. Incluso cuando dice que «mea en la bañera». La gente no se da cuenta de que dice y hace según qué cosas —como yo en el Magazine—, por sacar una sonrisa al espectador.

En ese momento trabajaba en El Corte Inglés y lo único que pensé fue «quiero hablar con ella, que me diga cosas, hablar de tele…». Porque te voy a confesar el gran problema que tiene Emma. Me encanta esta profesión. Vivo por y para ella desde siempre. Pero cuando te topas con un profesional chico y le dices «¿quedamos para hablar de tele?», adivina qué es lo que piensa que quieres en realidad. Si fuera hombre, estoy segura de que tendría muchas más reuniones relacionadas con mi profesión. Es muy triste, pero es así.

Así que lo bueno de esto es que el premio era comer con ella. Y gané. Guardo la carta en casa de mi padre, enmarcada y todo. Recuerdo perfectamente el momento.

 

Y la comida con ella fue fabulosa. Ella es fabulosa, y muy lista. A mí no se me quitó la cara de imbécil en todo el día… [ríe]. Al despedirse me dio su teléfono y me dijo que contara con ella para lo que necesitara. Y a día de hoy, siempre que la he escrito, he tenido respuesta.

Emma Rosa Posada Leotopía

Entiendo que ella es uno de tus referentes. ¿Algún otro especialmente reseñable?

Álex Grijelmo, Enrique Guerrero, y un fenómeno al que sigo desde hace muchos años: Borja Terán.

Es verdad. Firma unas críticas televisivas que dan gusto.

¿Verdad? Es que encima lo hace de manera tan elegante que aunque la crítica sea mala dan ganas hasta de darle las gracias [ríe]. La visión que tiene del medio te hace despertar y aprender. Me gusta mucho.

Tú también te has atrevido con la crítica televisiva en tu blog. Por cierto, ¿con qué objetivo decidiste abrirlo?

Pues casi ni me acuerdo, hace tantos años ya… Pero en esencia, para seguir comunicando. Hago críticas de programas, escribo sobre mis vivencias en la televisión, sobre gastronomía… El problema es el tiempo que me lleva y la manera en la que a veces se puede interpretar lo que escribo. Reconozco que, por eso, en ocasiones soy demasiado políticamente correcta, y es un error.

Te da miedo decir ciertas cosas que piensas porque no quieres dañar a nadie, y porque mucha gente luego lo utiliza en tu contra para etiquetarte como «machista», «de derechas», «de izquierdas»… Y es que soy apolítica total.  Simplemente, como comunicadora y como persona, defiendo la humanidad, las personas, los derechos de todos, del débil…

Has hecho varias veces hincapié a lo largo de esta conversación en tu condición de comunicadora. E incluso en tu propio blog reflexionas sobre la necesidad o no de ser periodista para trabajar en la televisión. ¿Es un tema que te preocupa?

Me preocupa si me hacen sentir mal por ello, como en su momento sucedió.

Te hicieron sentir mal ¿espectadores, compañeros…?

Periodistas compañeros de profesión. Cuando empecé en esto, hace muchos años, hubo gente que no me conocía y que hablaba de intrusismo. Gente que me dijo que ellos se habían pagado una carrera de cuatro o cinco años, y yo no. Es verdad, tengo estudios en televisión —soy técnico audiovisual y realizadora de formación—, pero no en periodismo. Aun así, entiendo que dentro del periodismo hay dos ramas bien diferenciadas. La informativa, y la del entretenimiento y la comunicación. Y es en esa última en la que llevo trabajando desde entonces.

De todas formas, hay muchos profesionales en este país que no son periodistas, se dedican a la información, y han hecho y hacen un periodismo fabuloso. A quien le moleste que yo sea profesional de la comunicación —o como yo me digo «periodista de profesión»—, que apague la tele o que no la compre, lo siento.

¿Sabes cómo se llama esto al final? Miedo e inseguridad. La gente tiene miedo a que venga otra persona y le invada su espacio. Yo tendré miedo a que me quiten mi puesto cuando sea consciente de que estoy haciendo un mal trabajo por desidia o aburrimiento. Cuando llegan los chicos para hacer prácticas a la tele lo que me toca es enseñarles. ¿Soy profesora acaso? No. Podría decir eso de «que les enseñen en la universidad», pero entiendo que lo que tenemos que hacer es ayudarnos entre todos.

Precisamente se dice de los medios locales que son la verdadera escuela de un periodista, donde va a aprender a hacer todo y de todo. Y para muestra, un botón: ¿En qué faceta está más centrada ahora mismo Emma Rosa Posada: presentadora, guionista, productora, creativa…?

Esa pregunta me la debería de hacer yo a mí misma todas las noches [ríe]. Puff,  en todo.

Ahora mismo [toma aire] dirijo, a veces también presento, hago las escaletas, guionizo, programo la parrilla y llevo las redes sociales del Magazine. También me encargo de cerrar promocionales, hacer reportajes y montarlos y de idear y crear nuevos programas. En mi mesa, entre las siete mil carpetas que tengo, hay una dedicada en exclusiva a eso.

Emma Rosa Posada Leotopía

Programas como el talk-show Que Quede entre tú y yo.

Exacto. Lo disfruté muchísimo. Es «mi niño». Pusimos toda la carne en el asador, y técnicamente se utilizaron muchos recursos. Por eso sólo pudimos hacer cinco programas, porque era imposible mantener el formato, tanto por recursos humanos como técnicos y de tiempo.

Pero fue increíble conocer la faceta más personal de personajes de León, sumergirme en sus vidas, y además hacerlo con tiempo, sin las prisas de un programa diario. Fue una gozada.

El primero de ellos estuvo dedicado a Rut Marcos, con la que guardas un cierto paralelismo vital…

Nos conocemos desde hace mucho, y es verdad que tenemos un feeling especial. Cuando estaba en el pueblo con el tractor, ella venía a cantar en las fiestas con la orquesta San Francisco, y yo me quedaba ensimismada viéndola actuar…

Y luego fuiste tú la chica que cantaba en la orquesta…

¿Sí? No me acuerdo de eso… [ríe]. Es verdad que siempre he sido mujer de espectáculo, de entretenimiento, y cuando estaba en el pueblo, lo más cercano que tenía a ese mundo era cantar en una orquesta.

Un día vi en El Diario de León un anuncio en el que buscaban cantante y para allí que me fui. Guardo la primera grabación… Si sale a la luz me suicido [ríe].

Tan mal no lo harías. También te cogieron en uno de los primeros talents de la época: Popstars.

Sí, primero quedé finalista para entrar en Operación Triunfo y luego, entre las últimas veinte seleccionadas de Popstars. Pero todavía tengo una conversación pendiente con Flo [Jorge Flores], uno de los miembros del jurado, para que me explique por qué me cogieron, porque —las cosas como son— mi voz no tenía nada que ver con la de las otras chicas.  Creo que fue por lo que transmitía, la energía, el ímpetu…

Me sigue gustando cantar, pero sobre todo lo que me gusta es la música. Y precisamente porque la respeto, ya no canto tanto [ríe]. Cuando ves mundo y adquieres experiencia te das cuenta de que a lo mejor no cantabas tan bien como te decía tu padre. Que igual tienes un garbo muy bueno en el escenario, pero la voz no…

Emma Rosa Posada Leotopía

La adaptación del See You Again de Miley Cyrus que hiciste para León es así fue todo un éxito…

Un día viendo Operación Triunfo escuché la canción y me gustó. Quedaba poco para que empezaran las fiestas de León, y pensé que podíamos hacer una adaptación para la cabecera del programa. Escribí la letra, la grabé en Music Center, e hicimos el vídeo en una tarde.

Fue una cosa de las muchas que hacemos para el programa y que no pensábamos que iba a salir de ahí, pero a la gente le gustó y lo empezó a compartir… La verdad es que me siento mucho más orgullosa de secciones como «Jueves con nota», en el que los protagonistas eran, precisamente, grupos de música de León. Es mi otro «chico pequeño», mi otro hijo.

¿Se te queda pequeña la tele local?

No, se nos quedan pequeñas las instalaciones, eso sí [ríe], pero estoy contentísima donde estoy.

Una siempre está abierta a nuevas oportunidades, pero para que me planteara marcharme tendrían que ofrecerme un proyecto que me llamara mucho la atención. Ni te imaginas lo que es estar en un sitio en el que puedes poner en marcha proyectos propios. Y yo ya llevo unos cuantos. Hace poco me he comprado un cuaderno en el que estoy anotando las cosas más destacadas que he hecho desde que comencé en 2006.

¿Con algún objetivo en concreto? No sé, ¿un libro, por ejemplo?

Sí que me gustaría escribir un libro, pero ahora mismo no podría. Tengo que madurar y relajarme. Cuando me sosiegue, esté más tranquila y me apacigüe un poco, me lo plantearé en serio.

Por ahora, escribo en este cuaderno, hago cada año un videobook de los mejores momentos y guardo «trocitos» de mi vida que quiero poder enseñar a mis hijos y a mis nietos en un futuro. Porque no quiero olvidar. Ese es uno de mis grandes temores. Tengo miedo a envejecer siendo joven y a olvidar.

Emma Rosa Posada Leotopía

[1] Peinada para la ocasión por la peluquería Isabel Urdiales Estilistas de León.

 

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