Volvemos a hojear las páginas de El Porvenir de León al ver que, por el módico precio de tres reales, los lectores de la capital de un sábado de febrero de 1877 tuvieron en sus manos un interesante repaso de la historia del carnaval, desde los tiempos más remotos hasta el siglo XIX. Con estas palabras comenzaba el redactor su narración:
Hallándonos en víspera del carnaval, creemos que nuestros lectores leerán con gusto una ligera reseña histórica de dicha popular diversión.
El artículo es ligero en la información y conservador en el fondo de las palabras. Como si de una lectura sin interés se tratara, repasa en diagonal el índice del libro de la historia para destacar el desenfreno de las cortes europeas y el decoro hispano de los austrias y los borbones.
Sin embargo —y por tratarse de un medio leonés—, llama la atención más por lo que omite que por lo que cuenta, ya que no hay referencia alguna a las nuevas maneras de entender el carnaval que en los últimos años, han cobrado fuerza desde nuestros pueblos. De antruejos y antruidos nada se dice más allá de la siguiente reflexión:
En todos los pueblos de nuestra nación se conserva aun la práctica de extrañas costumbres en la mencionada época del año, las cuales deben tener muy remoto origen.
Gracias al instinto protector de asociaciones culturales y de particulares se han podido recuperar fiestas tradicionales, que beben mucho del indigenismo previo a la conquista de los romanos, y que han permanecido ocultas o silenciadas por el calendario y la tradición católicos. Es ahora, en vísperas del carnaval cuando se anuncian los antruejos y antruidos, desfiles y danzas empapadas de simbolismo que remiten al mundo natural y de los bosques, al de las creencias desprovistas de magia y al de los fenómenos sin explicación humana.
La riqueza cultural de León adquiere un papel protagonista estos días y cualquier opción está llena de emotividad y significado. De un lado, el carnaval más desconocido, el de los primeros pueblos, el de los dioses olvidados, el que se puede ver en Omañana, en el valle del Órbigo o en la montaña de Riaño. De otro, el más terrenal, más cómico y universal, en el que priman la burla y la parodia con el fondo musical de una llamativa charanga. Ambos aconsejables, ambos nuestros.
Por eso nosotros rescatamos la visión que del carnaval se tenía en el siglo XIX. Porque antes que digital, EraPapel.
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