Historia & Arte — 13/04/2018

Estela Blanco, reinterpretando el arte y la cultura pop desde León

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«Los sueños son aspiraciones sin esperanza. Para que se hagan realidad, cree en ti mismo[1]», cantaban las componentes del trío estadounidense TLC en Waterfalls. Una de ellas, Lisa «Left Eye» Lopes, fue también la responsable de su escritura. No sólo fue motor creativo del grupo en cuestión, también dejó una marca indeleble en la cultura pop que llega hasta nuestros días. Su espontaneidad, talento y extravagancia han inspirado a toda una generación de mujeres jóvenes a reclamar con agallas su propia feminidad, su propio espacio, sus propias reglas. Entre ellas, ya habréis podido imaginar, se encuentra Estela Blanco Merillas.

Su voz templada, y la timidez en sus formas, contrastan con la rotundidad y potencia visual que desprenden cada una de sus obras, sin importar el formato de las mismas. Estela (La Bañeza, 1985) se hace llamar en Twitter @ojo_izquierdo y es precisamente la plantilla con la imagen de Lisa Nicole Lopes la primera que realizó y que aún conserva: «Siempre me ha gustado mucho, pese a que no es muy conocida, y como quería tener una camiseta de ella y sabía que no la iba a encontrar en ningún sitio, decidí buscarme la vida, hacer mi propia plantilla y estamparla».

Comenzó a estampar camisetas a los diecinueve años, pero ya de niña —cuando empiezan a aflorar las verdaderas habilidades y pasiones—  confeccionaba la ropa de sus propias muñecas. «Tenía un programa de ordenador con el que diseñaba e imprimía patrones. Eso me dio una perspectiva que con el tiempo me ha servido muchísimo a entender el mundo del patronaje». No se trata, sin embargo, de su primer recuerdo vinculado con el mundo de lo artístico. Estela se recuerda a sí misma embelesada, pasando las hojas de cuentos, libros infantiles e incluso carteles de cine. «Siempre me fascinó el mundo de la ilustración. Cuando me llevaban a librerías o ferias, me compraba los libros por sus dibujos, por las imágenes que veía», nos cuenta divertida. Estela era un lienzo en blanco a la espera de ser iluminado.

Estela Blanco Leotopía

El camino para conseguirlo estaba claro. Acabados sus estudios en el colegio de las Carmelitas de La Bañeza, se trasladó a León, donde cursó el Bachillerato Artístico en la Escuela de Arte, para, a continuación, proseguir su formación en Madrid, donde se tituló como Técnico Superior de Estilismo de la Indumentaria. La colección que presentó como proyecto final llevó por título «UrbanGraph», y por bandera la reivindicación de un tipo de moda inspirada en el hip hop plasmada a través de la técnica del grafiti y las plantillas.

Para entonces, se avecinaban, como diría aquel, «malos tiempos para la lírica». De nuevo en León, Estela comienza a trabajar en unos grandes almacenes, donde, pocos meses después, ya es fija. Pero no se conforma. Se decidió entonces a matricularse en el Grado en  Conservación y Restauración de Bienes Culturales, con especialidad en pintura, de nuevo en la Escuela de Arte de la capital leonesa. «Fui la primera promoción, y además enfoqué el Trabajo Final en un lugar cerquita de La Bañeza que siempre me llamó la atención», nos cuenta.

Se trata del Monasterio de San Esteban de Nogales, un emplazamiento protagonista, muy a su pesar, de demasiados titulares de prensa con el expolio como pretexto informativo. «Fíjate cómo será la cosa que me llegué incluso a sorprender de encontrar todavía restos de pintura, o su escudo», nos dice.  «Pretendía darle la importancia que se merece, porque es un monasterio cisterciense que en su época fue de los más importantes de España, con una capilla real, y en la que también fueron sepultados, por ejemplo, Suero de Quiñones y su esposa Elvira de Zúñiga». Justamente los sepulcros de ambos, forman parte de esa historia de venta y expolio que ha sufrido el monasterio y que, en su caso particular, ha tenido como resultado que su localización actual sea la Hispanic Society of America de Nueva York.

Estela Blanco Leotopía

Reconoce que, desde la propia Escuela, les animan, una vez finalizados sus estudios, a «ponernos por nuestra cuenta, como autónomos. Pero este es un sector muy complicado, en el que los materiales son muy costosos y además, exististe muchísimo intrusismo. Muchas iglesias, sobre todo de los núcleos rurales, ya ni contratan, por ejemplo. Va una señora —como pasó con el Cristo de Borja— le repinta un poquitín los coloretes a la Virgen, y listo», explica. «Es importante entender que restaurar no significa ‘dejar como nueva’ una obra, sino respetar su antigüedad, su policromía original… tener un criterio y una ética profesional que en muchos casos no se está respetando», puntualiza al respecto Estela Blanco.

Estela Blanco Leotopía

Para cuando finalizó su formación, la crisis ya era una realidad demasiado evidente que, no sólo no tuvo consideración con el mundo artístico, sino que, en parte, se alimentó precisamente de él. Pese a todo, Estela decidió compaginar «diversos trabajos precarios» con su vocación. En agosto de 2011 nace Arte-sanaL, un espacio web a través del cual exponía el catálogo de artículos que confeccionaba —anillos, broches, complementos— y/o customizaba —ropa, zapatillas, bolsos—. En octubre de 2015 se profesionaliza y el proyecto pasa a llamarse Estela Blanco. Ahora, además, amplía su oferta de productos personalizados —como postales de boda— pero, sobre todo, se ha especializado en el mundo de la pintura y sus diversas técnicas —desde el óleo a la serigrafía— orientando sus creaciones, en gran medida, hacia el universo del pop art.

Estela Blanco Leotopía

Como toda artista plástica —y milenial—, Estela comparte con su comunidad en redes sociales muchos de sus trabajos, y también recibe un retorno muy positivo para su trabajo. Es a través de sus perfiles, por ejemplo, como se enteró de la iniciativa que el equipo de la película documental de Roger Waters sobre su gira The Wall lanzó a través de Twitter. Consiguió que uno de sus cuadros fuera seleccionado para aparecer en el póster promocional de la misma. También que dos de sus diseños stencil, Bowie y Grimes, salieran publicados en la 5º edición del Libro de Artistas FLAMANTES (nº 5.1, 2016/2017), o que el mismísimo Jackie Jackson le enviara un mensaje privado por Twitter para darle más que su visto bueno al cuadro que Estela Blanco realizó de los Jackson Five —«El primero que hice, y el único que no vendería», nos reconoce—. No duda cuando mostramos interés por saber dónde le gustaría ver estas y otras de sus obras expuestas: «Aquí en el MUSAC, en alguna sala como el Laboratorio 987, en el Reina Sofía, en el MOMA…», ríe.

Estela Blanco Leotopía

Lo cierto es que las capacidades artísticas de Estela Blanco son tan camaleónicas como su propio estilo. De ahí que se defina a sí misma como pintora, diseñadora, costurera y restauradora. «Soy multidisciplinar, porque toco todos los palos», dice entre risas. En su obra, sin embargo, sí encontramos algunos elementos recurrentes que hablan por sí solos de los gustos y preferencias de la artista, que dejan al descubierto su verdadero yo.

El influjo de la música, por ejemplo. Se declara al respecto amante de los musicales de los años cincuenta, «me fascina la peli The Band Wagon (Vicente Minnelli, 1953)», pero también del llamado ‘club de los 27’: «Siempre me han interesado mucho sus vidas, conocerles más a fondo, saber qué les llevó a crear esa música y hasta qué punto los problemas que tenían en sus vidas personales jugaron un papel importante en creaciones que han influenciado a la música para siempre». Por eso, por ejemplo, Pam Courson o Amy Winehouse son dos de las artistas a las que homenajea en sus creaciones, tanto textiles, como pictóricas. No son las únicas.

Dentro de la colección con la que Estela Blanco dio a conocer su obra de manera mayoritaria, «Cassette Stars» —exponiendo en León, La Bañeza y Orense—, encontramos nombres como los de Billie Holiday, Whitney Houston, Elvis Presley, Donna Summer, David Bowie o Aaliyah Dana Haughton. No son ilustraciones sin más. No. Su colección se adscribe al movimiento artístico conocido como Trash art —arte basura[2]—, que gira entorno a la idea de aprovechar estéticamente los objetos desechados, los mismo que, en principio, carecen de valor al haber finalizado su vida útil. El artista los recupera y les otorga una segunda oportunidad, recontextualizándolos y dotándolos de valor artístico. Hunde sus raíces en las vanguardias del siglo XXI, pero su actual auge está en relación con la corriente de reciclado, reutilización y DIY —acrónimo de «do it yourself», es decir, «hágalo usted mismo»— tan de moda en estos días.

Estela Blanco Leotopía

En su caso, el objeto en cuestión son las cintas de casete —«De momento, todas han sido reutilizadas. Muchas mías que tenía por casa con grabaciones antiguas, y otras de la gente que me ha dado cajas y cajas de ellas que iban a tirar»—. ¿Cómo surgió esta idea de producción artística?, le preguntamos. «Un día vi un videoclip de Bruno Mars —Just the Way You Are— que estaba inspirado en la obra de Erika Iris Simmons y tiempo después, por casualidad, me encontré por Internet uno de los cuadros que había hecho con cinta. Era de Bob Dylan, y como a mi padre le encanta, pensé en intentar hacer algo parecido para regalárselo por su cumpleaños. Así empezó todo», nos cuenta.

«No tenía ni idea de la técnica que ella utilizaba, porque la única referencia que tenía era fotográfica, así que me inventé la mía propia a base de probar e investigar. Con el tiempo, me enteré de cómo lo trabajaba ella, y la verdad es que no tiene nada que ver. Ella corta la cinta en cachitos muy pequeños y los va engarzando, mientras que lo mío es una cinta continua», apunta Estela.

Estela Blanco Leotopía

En cualquier caso, y pese a que, tal y como nos cuenta, en alguna ocasión ha visto cómo en algunos medios han publicado fotos de sus obras atribuyéndoselas a la americana, las de Estela Blanco tienen un mayor colorido y una inconfundible estética de stencil, de grafiti.

A la hora de afrontar su elaboración, primero selecciona la fotografía en base a la cual comenzar a trabajar.  Una vez tratada en Photoshop, toca comprar la tabla —«Así no tengo que someterme a formatos estándar, y lo hago a la medida que considere»—, lijarla, prepararla y pasar la imagen a la misma. A continuación, pinta la figura con acrílico y la barniza. Por último, entra en juego la cinta, la parte más complicada del proceso: «Voy colocándola a medida que me lo vaya pidiendo el propio dibujo, y el tiempo que tardo depende no tanto del tamaño como de la dificultad del mismo. Por ejemplo, el de los Beatles, que son cuatro, lleva un montón de trabajo, sobre todo por el pelo», reconoce entre risas.

Lo que está claro es que cuando el arte emana de su propia fisicidad, de la materia prima a través de la cual se constituye a sí mismo, la impronta que deja en el espectador —spectātor, que mira con atención—  es más intensa, poderosa y eficaz.

Estela Blanco Leotopía

Y hablando de arte, y de artistas, aprovechamos para comentar con Estela Blanco el primer estudio estadístico sobre los artistas plásticos en nuestro país —La actividad económica de los/las artistas en España. Estudio y análisis— que concluye, entre otras cosas, que casi la mitad de ellos ingresa unos 8.000 euros al año, incluyendo lo que ganan con sus oficios secundarios. «Como artista soy consciente de que las artes no me han ofrecido la alternativa romántica que había esperado. Ser artista supone trabajo duro y mal pagado», dice al respecto el pintor holandés, sociólogo y economista cultural Hans Abbing. Unas palabras que Estela Blanco, suscribe sin rechistar: «Hay mucha gente que sí que valora el resultado final de lo que haces, pero no el trabajo que lleva. No se hacen una idea de la cantidad de tiempo que hay invertido en seleccionar la imagen, preparar el soporte, el encuadre, la composición, el dibujo… Muchas veces te dicen que tienes un don. Y no es así. Te puede gustar lo que haces, y tener facilidad para ello, pero ese resultado final es fruto de muchas horas de estudio, de trabajo, de sacrificio… Nadie nace pintando», nos cuenta.

Estela Blanco Leotopía

Pese a todo, Estela Blanco, no se rinde. De hecho, acaba de emprender su último proyecto con más ilusión que nunca. Se trata de un estudio-taller que, bajo el nombre de BlancoArt (Arts, Academy & Gallery), da cobijo a la última de sus capacidades: la de docente. «Me apetecía mucho tener por primera vez un espacio propio, en el que poder no sólo exponer algunas de mis obras, sino también la de mis alumnos», afirma.

Estela Blanco Leotopía

BlancoArt acoge alumnos de todos los niveles y edades e incorpora la posibilidad (de ahí su nombre) de recibir las clases tanto en castellano como en inglés. «Pensé en aprovechar mi título por la Escuela de Idiomas y acercar a los más pequeños la historia del arte, los grandes movimientos artísticos y el vocabulario básico también en inglés».

Al final, lo importante es no perder de vista el valor de las artes plásticas y visuales, intangibles que, sin embargo, se adivinan en este luminoso y acogedor atelier artístico. Porque aunque como recuerda uno de los murales que embellecen el lugar, «Inspiration is Everywhere» —La inspiración está en todas partes—, lo cierto es que, el estudio-taller de Estela Blanco es un buen lugar donde desplegarlo y perfeccionarlo.

Estela Blanco Leotopía

[1] «Dreams are hopeless aspirations. In hopes of comin’ true, believe in yourself»

[2] También conocido como Art Bin o Trash Art, el origen de su nombre proviene del proyecto realizado en 2010 por el inglés Michael Landy en la South London Gallery.

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