Cerca está el solsticio de verano con la noche más corta del año, pero en la tradición occidental, la fiesta que da la bienvenida al verano se celebra en la noche de San Juan. Las hogueras brotan al caer el sol, rompen el velo oscuro como puntos intermitentes de luz y los rituales paganos, heredados y transformados con el tránsito y la superposición de las creencias, se adueñan de todo. O al menos lo hacían.
Esta semana recuperamos un artículo escrito hace más de ciento treinta años en el semanario leonés La Lira. Su autor, Teodoro Arce, recuerda cómo la ilusión se apoderaba de la gente días antes de la noche de las hogueras, especialmente de los más pequeños, y cómo se conservaban determinadas creencias sin otro fundamento que la tradición, para tratar de apropiarse de la magia que envolvía esta fecha.
Siguiendo con el hilo del relato, el autor plantea distintos rituales mágicos de la noche de San Juan y recurre a ensalzar la belleza de la mujer en una oda cargada de excesos que sólo podría aparecen en la prensa de hace más de un siglo. Como tal, debe ser entendida.
Porque antes que digital EraPapel, hoy, lo rescatamos en Leotopía.
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