Se licenció en Derecho en la Venezuela de los años 90 y homologó su título en la Universidad de León veintiún años después. Patricia Carrera Arocha (Caracas, Venezuela, 1968) llegó a España un 12 de octubre de la mano de su hijo y su marido, el ex-jugador del Elosúa León, Mendiguchía, buscando la tranquilidad perdida en su patria natal. Es un mirlo blanco con inagotable sonrisa a quien sus conocidos llaman «súper Patricia».
Si te pido que cierres los ojos y pienses en Venezuela, ¿qué pasa por tu cabeza?
Amor, país de la furia. Yo llamo así a Venezuela, mi amado país de la furia. Es la tierra donde todo es posible, donde hay muchísimas oportunidades, donde tenemos la tierra más fértil y las riquezas naturales más grandes… pero donde a la vez nos hacen muchísima falta cosas que parecen ser más intangibles pero que son indispensables para el crecimiento de una sociedad sana. Hablo fundamentalmente del fomento de valores. En Venezuela hay que trabajar muchísimo en formación cívica para que la gente sepa vivir en armonía, en sociedad.
¿Cómo se desarrolló tu infancia y juventud?
Muy tranquila. Caracas es una ciudad cosmopolita que en esa época, en los años setenta, ya destacaba por muchísimas cosas positivas. Es verdad que también había un índice importante de criminalidad, pero se vivía «tranquilo». Como toda gran ciudad tiene sus matices de peligrosidad, pero entonces era una ciudad en la que podíamos dormir tranquilos. No viví en la época de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (al que derrocaron el 23 de enero de 1958), pero sí que escuché mucho de la voz de mis abuelos lo que se vivió entonces. Y lo que se decía era que la gente podía dormir con la puerta de su casa abierta. Yo no puedo decir lo mismo. Mi casa en Margarita está llena de rejas por todas partes. Hemos tenido que instalar cerco eléctrico, sensores de movimiento, cámaras de seguridad… porque a día de hoy los índices de inseguridad son altísimos. En Venezuela nos dicen desde pequeños que «tenemos que trabajar para tener dónde caernos muertos». Ahora resulta que no tenemos ni eso porque el estado te expropia todo lo que tienes a menos que seas chavista. No hay respeto por la propiedad privada.
Estudié en una escuela pública emblemática, justo al lado del Panteón Nacional, que se llamaba Armando Zuluaga Blanco. Con el tiempo la «bolivarianizaron», la convirtieron en escuela bolivariana. Formaba parte del coro de niños que iba al Panteón Nacional en cada día feriado, en cada fecha célebre para conmemorar el nacimiento y el fallecimiento de los héroes venezolanos, entre ellos Simón Bolívar. Mi memoria todavía me da para recordar el himno de Andrés Bello, el himno al árbol, el himno nacional… Lo cantábamos todos vestiditos de blanco, con una corbatina verde y una falda plisada que costaba mucho planchar… Mi adolescencia transcurrió en un Liceo público, en el Rafael Urdaneta. Tengo muy bonitos recuerdos de esa época en Caracas.
¿Cuándo tuviste claro que querías dedicarte al derecho?
Esta es una profesión absolutamente vocacional. Lo llevo en las venas desde bien pequeña. Con nueve años ya decía que quería ser abogado. Hay cosas que te marcan en la vida y se te abren las venas de la justicia. Ese rechazo por lo inhumano, por lo injusto, va inmiscuido en esta vocación. Es un factor especialísimo de motivación para que digas sí, por aquí, esta es la vía, esta es la ruta. Si volviera a nacer, volvería a estudiar derecho, sin duda.
¿Cómo viviste como abogada el revocatorio de Hugo Chávez de 2004?
Me afectó muchísimo y a varios niveles. Primero, despertó esa conciencia de la necesidad que tenemos los ciudadanos de participar en la política. Los venezolanos estábamos muy «acomodados» en nuestra zona de confort. Hasta entonces, lo relacionado con la política no generaba tanto interés, porque tampoco implicaba una convulsión. Cuando estaba pequeña recuerdo que las campañas políticas se movían en medio de alegría. Desde que comenzó la llamada «Cuarta República[1]»había una alternancia, un sistema bipartidista. Se presentaban los adecos contra los copeyanos. AD (Acción Democrática) contra Copei (Comité de Organización Política Electoral Independiente). Las campañas eran fiestas populares en las que nos encontrábamos los partidarios de unos y otros y nos saludábamos mientras unos decían «viva Acción Democrática» y otros «viva Copei». No había resentimiento social, no había odio infundido desde los propios partidos políticos. Era otra cosa, se vivía un clima de mucha armonía políticamente hablando. No escuchabas las cosas que tenemos que escuchar ahora. Un día Chávez dijo que iba a «freír a todos los adecos en aceite». Ese tipo de comentarios no se escuchaban en la vieja política venezolana.
Nuestras protestas contra el nuevo gobierno de Chávez habían empezado un tiempo antes, en el 2001, cuando quisieron regular la educación de una manera diametralmente opuesta a lo prestablecido. Entonces, comenzamos vislumbrar la repercusión negativa que el cambio de ideología comenzaba a tener de cara al ciudadano de a pie y organizamos la campaña «Con mis hijos no te metas». El revocatorio me despierta definitivamente como ciudadana. Teníamos que hacer algo porque nos estaban empezando a limitar nuestras libertades, a conculcar nuestros derechos.
Participé en todos los eventos contra el gobierno, comenzando por el «firmazo» (la recogida de firmas para convocar un referendo contra Chávez en 2003) y siguiendo por lo que nosotros llamamos el «reafirmazo», que fue la re-promulgación del anterior. Dijeron que las firmas recogidas en el primer proceso eran planas, que las había hecho una única persona, así que se repitió y lo ganamos. En el centro de votaciones en el que participé como testigo de mesa estábamos felices, porque era un centro emblemáticamente chavista y allí mismo habíamos logrado revocarlo. No fue hasta cerca de las 3 o 4 de la mañana, cuando ya estábamos saliendo, cuando el Presidente del Consejo Nacional Electoral dijo que habíamos perdido, que había ganado el no, el no revocar a Chávez. Ese día nos desplomamos. Recuerdo haber llegado a casa y ponerme a leer La Biblia, pasajes bíblicos que me motivaran, para tratar de salir de ese shock, porque fue un shock social. Fue un momento muy duro que nos marcó como venezolanos, porque sentimos que lo habíamos perdido todo y recuperar la esperanza cuando sientes que ya no controlas la situación es difícil.
¿De qué manera afectó a tu vida profesional?
Me dejó muy mal sabor de boca. Todos aquellos que habíamos alzado nuestras voces, de alguna u otra manera, en contra del régimen dictatorial de Chávez, a quien yo llamo, «cadáver insepulto», éramos muy mal vistos. Nos veían feo, nos cerraban las puertas, no teníamos acceso a los órganos de la administración pública…
Si ejerces el derecho en un país en el que tienes que litigar todos los días en juzgados que están arrodillados al régimen, es muy difícil que te den la razón, porque allí hay una subjetividad del juez que hace que no sea imparcial, que no exista la justicia ciega. Las cosas se complicaron mucho. En 2001 ya había sido removida de mi cargo como registrador subalterno sin ningún motivo aparente. Con el tiempo me contrataron como consultor jurídico de una multinacional de servicio público que se llama SENECA (Sistema Eléctrico del Estado Nueva Esparta Compañía Anónima) a la que le revocaron la concesión como resultado de los procesos de nacionalización y expropiación a la que Chávez sometía a Venezuela. Le decíamos «el rey Midas de la desgracia» porque todo lo que tocaba lo estropeaba de inmediato y pasaba a ser improductivo y a engrosar la deuda pública del estado venezolano. Tras el revocatorio, en la empresa me informaron que me tenía que ir fuera por exigencias del Gobernador del Estado de Nueva Esparta, así que no me renovaron el contrato, pero yo seguí adelante porque no me voy a parar nunca.
¿Ese espíritu luchador forma parte de la idiosincrasia del venezolano?
No. Ese es parte del problema que tratamos de hacer visible y solucionar. El hecho de ser un país tan rico en petróleo nos ha hecho caer en la despreocupación. Ha generado en una actitud muy acomodaticia por parte del venezolano, y por eso siempre digo que el petróleo ha sido y es una de nuestras más grandes desgracias. No nos hemos preparado para la época de carencia. Lo que es malo es la escasez de criterio, pero no el tener criterio de escasez. El hecho de no ser estacionarios también ha influido negativamente en el temperamento y en la idiosincrasia del venezolano, porque nosotros sabemos que siempre vamos a tener el mismo clima. El tenerlo todo fácil, el lanzar una semilla de una fruta al suelo y contar con que en un mes vas a tener una planta sin necesidad de regarla, al final, nos lo ha puesto más complicado.
Martín Seligman en su «Teoría de la Indefensión Aprendida», habla de esa entrega de espíritu que haces cuando sientes que no puedes hacer nada por cambiar una situación. Eso es exactamente lo que le ha pasado al venezolano. Hoy en día se está acostumbrando a hacer colas y a hurgar en la basura porque siente que no puede hacer nada para cambiar la situación. Y eso ha sido a punta de años bajándonos la estima propia, descalificándonos como ciudadanos y reafirmando en nuestras narices que no tenemos derechos, que somos simplemente autómatas. El pueblo no se ha dado cuenta de su verdadero poder, de la fuerza que tiene y de que es a él al que le corresponde poner o quitar al gobernante.
¿Este carácter hace de Venezuela un espacio «idóneo» para el desarrollo del populismo?
Sí. En Venezuela ya había populismo antes del gobierno de Chávez. De pequeña, en la escuela, recuerdo que nos daban una arepa y un cuartico de leche. De alguna u otra manera esa ya era una forma de populismo, muy pequeña y muy bonita, muy positiva, pero populismo. En ese momento se consideraba como una parte de la renta petrolera. El criterio era el siguiente: «si somos el quinto socio comercial más importante de los Estados Unidos y producimos tanto petróleo —Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA)—, que hemos incluso ayudado a otros países europeos cuando Rusia impedía que llegara el gas, ¿por qué no podemos tener un cuartico de leche y una arepa?». No nos dábamos cuenta de que esto era populismo. Con Chávez la oferta no ha hecho sino aumentar y ser más evidente. De hecho en parte lo que hizo fue cambiar el nombre de un montón de misiones (programas sociales del gobierno) populistas ya preestablecidas por los adecos. En época de la «Cuarta República» en Venezuela teníamos, por ejemplo, un Ministerio de Inteligencia para tratar de motivar la inteligencia de los niños desde los hogares y las escuelas.
Chávez prometió acabar con un montón de ministerios y terminó triplicando su número, de manera que no sólo incrementó el gasto público, sino que hizo que el venezolano de a pie se acomodara, se acostumbrara a las misiones. El problema es que no eran ayudas sociales a cambio de nada, sino a cambio de votos. Hay una permuta de misión por voto, al punto de que, hoy en día, el que no vota a su favor (porque el voto en Venezuela no es secreto y así lo acreditan los estudios e informes que lo han analizado), es expulsado de las misiones y echado de su trabajo si es funcionario de la administración pública. No nos enseñaron a pescar, nos dieron el pescado. Y nos lo dieron sin tener en cuenta que, a pesar de tener una de las mayores reservas petroleras del mundo, no somos una hucha sin fondo. En Venezuela se han hecho famosos antivalores como el de «a mí que no me den, sino que me pongan donde haya» o el «quítate tú pa ponerme yo». Para erradicar estas ideas de un pueblo hay que esperar, por lo menos, dos o tres generaciones. Es un tema complicado de abordar, pero es importante y trascendental para determinar el cambio de la sociedad. Podemos sacar a Nicolás Maduro hoy de la presidencia, pero el prurito, la infección, va a seguir allí. Queda mucho trabajo por hacer.
¿Qué es un Viceministerio de la Suprema Felicidad?
Es un invento que enchufa y coloca en una posición económica importante y tranquila a una familia, a la familia del Viceministro. Esos son los que viven supremamente felices, el Viceministro y su grupito familiar y de amigos y enchufados. Es la burocracia pura y dura, una forma más de demagogia… en definitiva algo que no sirve para absolutamente nada, pero que forma parte de esos ideales chavistas que tampoco sirven para nada, porque cada día el venezolano es más pobre, tiene más necesidades, y cada día ellos, ese grupito, esa cúpula podrida de poder está en mejor posición.
Los defensores de Chávez alegan que, tras el Caracazo, su llegada al poder siguió cauces democráticos y hablan de la estrategia de «golpe suave» contra el proceso bolivariano…
Parto del criterio del marketing socialista, de que el socialismo es puro marketing. El Caracazo fue una pantomima en la que murieron muchas personas, pero no fue un acto espontáneo. Fue fraguado por la izquierda en Venezuela, por la gentuza que se apropió del país, que nos lo quitó, que nos arrancó su futuro aprovechándose de unas circunstancias muy coyunturales de crisis. Había que llamar la atención de los medios y darse a conocer en el mundo, y el primer golpe de estado frustrado de Chávez fue su oportunidad para hacerlo. Él necesitaba eso para decir que en Venezuela había hambre. En Venezuela no había hambre, es mentira. Hambre hay hoy, pero quitarse el moquete de golpista se le hizo muy difícil, y por eso en cada ocasión de protesta él hablaba de golpe blando, suave, o como lo quieran llamar.
No ha habido golpes suaves. En Venezuela los únicos golpistas han sido los chavistas, no ha habido más golpes, esa es la verdad.
Te he escuchado comparar la situación con la generada por Slobodan Milošević. En el caso de Serbia, el mismo pueblo que lo ensalzó lo derrocó, aunque en el camino, el Parlamento fue asaltado y prendido fuego.
Fue algo desproporcionado. Es lamentable, pero nosotros ya tenemos veinte años en esto. Veinte años es una generación. Cuando llegó al poder Chávez dijo que iba a «crear un hombre nuevo», pero resulta que ese hombre es sumamente peligroso, porque está sustentado sobre antivalores. Estamos hablando de un hombre nuevo que desde las cárceles ordena secuestros y negocia la divisa del bolívar… Lo que veo no es nada alentador. Si reparas en el número de muertos anuales te das cuenta de que estamos en una guerra civil velada. En Venezuela hay una guerra con guerrilla urbana y rural armada por el gobierno. Se llaman los colectivos.
¿Es el proceso de diálogo entre el gobierno de Maduro y la oposición de la Unidad Democrática, en el que participan como facilitadores el Vaticano o el ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, una cortina de humo?
Una cortina de humo no, es una forma de apaciguar al pueblo. Hay una teoría que me gusta mucho, a pesar de que a su autor le llamen «gusano cubano», «gusanero de Miami». Robert Alonso dice que esto es burundanga, es como una droga. El líder de la oposición nos dice «salgan y defiendan los votos» y luego nos dice «esperen, váyanse a su casa, no queremos un baño de sangre» y luego nos dice «vuelvan a salir» y así estamos… Cuando salimos a protestar se logra una cierta presión popular, se logra que haya negociaciones entre el gobierno y la oposición y esto tranquiliza de cierta manera al pueblo. Pero, ¿qué es lo que negocian? Parcelas políticas. Déjame en mi gobernación y yo te dejo tranquilo a ti por el momento y calmo a la gente… Nos dan burundanga, nos volvemos a colocar en nuestras zonas de confort y nos quedamos en letargo hasta que nos vuelven a convocar… Es un círculo vicioso. Hasta que no llegue un elemento externo y rompa ese círculo vamos a seguir así.
¿Puede venir desde los Estados Unidos? ¿Qué supone la victoria de Donald Trump para Venezuela?
No sé si vendrá de la divina providencia, de los venezolanos que estamos fuera haciendo muchísimo activismo… pero Trump probablemente haga vislumbrar un camino un poco más positivo, más optimista. Sin embargo no pierdo de vista el «problema» del petróleo. Su precio y producción son el epicentro de muchas negociaciones en las que probablemente el pueblo tenga que seguir pasando el hambre que pasa. Ojalá que con la administración de Trump esto no siga siendo más de lo mismo, porque con Obama lo fue.
Puede resultar chocante que encuentres en la figura de Trump una posible solución…
¿Sabes qué pasa? Que a pesar del muro y de todo lo que se ha hablado de él, yo veo en Trump una persona completamente distinta. Es un patriota y quiere lo mejor para los Estados Unidos. Ojalá en los países de Latinoamérica tuviésemos a un Trump en las cabezas de los poderes ejecutivos. Yo sí tengo mucha fe en que puede ser capaz de lograr grandes cosas positivas para Venezuela, pero tengo que verlo, porque nos han pasado tantas cosas y hemos creído en tanta gente… Una buena parte de los problemas que tenemos los venezolanos los tenemos que resolver nosotros. Nosotros tenemos que ser los protagonistas de este cambio y tenemos que serlo a partir de cuatro pilares: respeto, confianza, fomento de valores y formación ciudadana. Si nosotros no nos concienciamos como sociedad que eso es lo que tenemos que hacer para mejorarla… ni Trump, ni la providencia ni nadie va a poder mejorar la situación en Venezuela.
¿Qué papel juegan en este contexto los más jóvenes?
La desafección es obvia. Es innegable que la gente no entiende que su participación como ciudadanos es imprescindible e indispensable si se quiere un cambio hacia mejor. Hay que participar. No podemos callarnos, porque si no, le dejamos a un grupito muy pequeño que elija por nosotros. Hay una apatía impresionante, la gente no quiere participar y el que quiere hacerlo es porque quiere un enchufe.
¿Hay diferencias entre los jóvenes de Venezuela y de España?
Sí. Venezuela hoy en día tiene una juventud traumatizada, tocada en su fibra. Cuando ves a mis compatriotas con dos tallas menos, hurgando en la basura tratando de sobrevivir y luego llegas a un escenario como el de España y te encuentras con que aquí se protesta por cosas verdaderamente banales y no por lo que en realidad es necesario para mejorar la sociedad… no doy crédito.
Se está valorando muy poco lo que debería de significar España para cada uno de los ciudadanos. Este es un país grande que le da oportunidades a mucha gente y en el que se siente y se percibe mucha igualdad. Ojalá que no llegue el comunismo porque eso sería verdaderamente dañino para nosotros y para las generaciones futuras. Venezuela es un país joven con una población media que no llega a los cuarenta años, todo el mundo es joven, las mujeres tienen muchos hijos… España, en cambio es un país que necesita jóvenes para sacarlo adelante.
Necesitamos jóvenes no apáticos…
Tal cual. Jóvenes activos, que participen todos los días, que haya constancia de la participación y que lo hagan sanamente por el bien del país, no por el bien de su bolsillo.
La Presidenta del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena, insiste en que «Venezuela puede decir con orgullo que tiene una democracia estable y palpitante».
Sí, palpitante porque a ella le palpita su corazón porque tiene el bolsillo lleno de dinero. Y estable para ella también, porque está en su zona de confort, normal que hable así… Esta señora es un germen —al igual que todos los demás rectores del Consejo Nacional Electoral—, que se mantiene allí enchufada desde hace muchos años haciendo primero lo que le dictaba Chávez y ahora Maduro.
Yo comparo la democracia con un cóctel, con un Martini. Los ingredientes que debería tener para poderse llamar democracia son separación de poderes, respeto por el estado de derecho (lo que implica respeto por los derechos humanos) y elecciones libres y transparentes. Ustedes me dirán si en Venezuela por lo menos está uno de los ingredientes. Eso puede ser cualquier otra cosa, pero el cóctel de la democracia no es.
Escribía el periodista Pablo López Hurtado en El Español que «Pareciera que en Venezuela confluyen los males del capitalismo y el socialismo, lo peor de los dos mundos». ¿Estás de acuerdo?
No. En Venezuela nunca hubo derecha, ni en la «Cuarta República». Cuando me dicen que Leopoldo López es liberal me entra la risa. Su partido, Voluntad Popular, está inscrito en la Internacional Socialista. La derecha nunca ha gobernado en Venezuela. Sí que es cierto que hay partidos que han tenido posturas importantes en algunos estados, como por ejemplo en el estado Carabobo, el partido Proyecto Venezuela, que sí es de derechas, pero ya está. Y el capitalismo, lo veo difícil. Llevan veinte años expropiando. Dentro de las esferas del chavismo sí, porque ellos son los amos del imperio. Tienen aviones, tienen propiedades en muchísimos países, visitan a Mickey Mouse en Disney con mucha frecuencia… son obviamente incoherentes porque no les gusta el capitalismo de cara a la gente que les vota, pero para ellos el capitalismo es su forma de vida.
¿Tanta es la influencia que todavía queda en América Latina de la idea del «socialismo del siglo XXI» de Chávez, para que el partido de la oposición esté inscrito en la Internacional Socialista?
Es una cuestión de pura conveniencia. Los partidos tradicionales (como AD) y sobre todo el chavismo, se han encargado de demonizar y satanizar hasta la propia palabra. Nadie que en el día de mañana aspire a liderar un partido político se atreve a decir que es de derechas, pero no saben ni por qué. En Venezuela no se sabe lo que es la derecha ni la izquierda. Tenemos gobernando a la ignorancia y por eso somos las víctimas y a la vez somos los autores de nuestra propia tristura, porque esa ignorancia es la que ha permitido toda esta cantidad de porquería y de desgracia. En Venezuela no hay una lucha ideológica, hay una lucha por las parcelas de poder, pero no de ideales.
¿Quién es para un venezolano Simón Bolívar, y quién es para ti, para Patricia Carrera?
A mis 49 años no pienso lo mismo de Simón Bolívar que cuando era pequeña. Es nuestro más importante héroe, un hombre que logró muchísimas cosas, que libertó muchas naciones, que creía tanto en la libertad… que no podía ser socialista. Simón Bolívar era un liberal, cuando lees sus escritos te das cuenta. De hecho le decían «el George Washington de Latinoamérica». Fíjate si era liberal que suya es la frase que decía: «Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro». Él decía que los partidos políticos eran la peor desgracia de cualquier sistema de libertades porque a su amparo nacía el enchufe o el compromiso político partidista. Es un personaje a quien como venezolana, le profeso un profundísimo respeto y se lo profesaré siempre. Seguramente sus huesitos, esos que tuvieron el descaro de tocar los chavistas, deben de estar removiéndose. Esa alma tiene que estar removiéndose por todo ese daño que se le está haciendo a Venezuela, en nombre, supuestamente, de la libertad.
¿Qué me dices de Cuba? En los 90 Venezuela enviaba a los cubanos productos básicos para resistir el llamado «período especial» y ahora son los venezolanos los que viajan a Cuba para revender productos de higiene y llevarse los dólares de vuelta, para cambiarlos en el mercado negro.
A Cuba la defino como «una pequeña isla que terminó adueñándose de un país». Su régimen Castro-Comunista ha querido en varias ocasiones adueñarse de Venezuela (como por ejemplo el conato de invasión por Machurucuto en 1967) por el tema, de nuevo la desgracia, del petróleo. Cuando la Unión Soviética pasa por la Glásnost y la Perestroika, se preguntan qué hacer para que subsista el comunismo. Y empezaron a utilizar la inteligencia cubana (el famoso G2) para mirar escenarios geográficos. Eligieron Venezuela.
Cuba se ha aprovechado de Venezuela y de su petróleo de una manera asquerosa, y ahora nos mantiene a un títere en la Presidencia de la República elegido por ellos. Hoy tenemos que ir nosotros a comprar alimentos a Cuba, lo que pasa es que en realidad lo que estamos haciendo es comprándonos a nosotros mismos, porque esos alimentos existen en Cuba gracias al petróleo venezolano.
¿Conoces a la activista cubana Yoani Sánchez?
Sí claro. Yoani ha hecho un trabajo espectacular de información, ha servido muchísimo de manera solidaria, y nos ha ayudado un montón. Pero como ella hay muchísima gente trabajando duro por redes sociales. Sin embargo también hay que tener en cuenta que hay personas que redifunden información sin antes contrastar, o que son «guerreros del teclado», que escriben a través de las redes e Internet pero no brindan ningún otro tipo de ayuda a la Venezuela que tanto nos necesita, que nos está pidiendo que nos unamos, que nos unamos en una sola fuerza, que saquemos adelante un cambio.
¿Cómo de importantes son para tí las redes sociales?
Juegan un papel preponderante en el manejo de información, en el flujo informativo desde el exterior hacia Venezuela y desde Venezuela hacia el exterior. Si nos quitan las redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp…), sería muy difícil saber qué pasa en Venezuela, porque desde que en 2007 cerraron RCTV (Radio Caracas Televisión) los medios de comunicación venezolanos se autocensuran. La prensa escrita porque les imponen limitaciones para la compra de papel y de tinta, cosas que se adquieren en el exterior porque no se producen en Venezuela. Y los canales de televisión porque los sancionan a raíz de la creación de la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión (RESORTE). Cumplirla es muy difícil sin sentir que te están limitando tus libertades… De todas formas han conseguido que incluso en las redes haya censura porque mucha gente tiene miedo a que le cierren o le bloqueen sus cuentas y evitan dar noticias de primera mano o hacer comentarios.
La OAR (la Oficina de Asilo y Refugio) a 30 de junio de 2016 recibió 7.036 solicitudes encabezadas, por este orden, por ciudadanos de Ucrania, Venezuela y Siria. ¿Qué te hizo a ti abandonar el país?
Yo llegué a España en 2010 después de que se metieran en casa y nos robaran todo. Con anterioridad ya nos habían robado en el bufete y había tenido un accidente con el coche porque me estaban persiguiendo para robarme… La situación en Isla Margarita se estaba poniendo verdaderamente preocupante porque a pesar de que es una isla turística donde la gente debería de estar muy contenta, muy feliz, ya no podíamos vivir seguros. Sentíamos que en cualquier momento nos podían matar. A parte de eso, había persecución política. Recuerdo que cuando se acabó el contrato con SENECA me dijeron que me tenían grabada, pinchada y que en cualquier momento iban a sacar a la luz cosas de mi vida íntima.
¿Cómo te lo dijeron?
Así, como estamos hablando tú y yo ahora. Nos sentamos un día en una reunión y me dijeron «o te vas, o te vas». Tuve también una amenaza de secuestro. Llevaba a mi hijo a una escuela muy emblemática en el estado de Nueva Esparta cuyos propietarios éramos los propios padres que habíamos comprado acciones para construirla, y todos estábamos marcados de alguna manera. Ya era imposible vivir tranquilo. Cuando tienes que estar tan pendiente de sobrevivir, de que no te maten… ya no se puede vivir así. Cuando en un país tú día a día no es otro que estar pendiente de si te están persiguiendo, de si te están amenazando, si te van a poner una pistola… ya no vives, lo que haces es sobrevivir. De hecho la mayoría de los venezolanos se vienen aquí con paranoias. Caracas se ganó hace dos años un primer premio, como ciudad más peligrosa del mundo. Esos son nuestros premios…
¿Lo tienen complicado los venezolanos para venir a España?
El tema de Venezuela, aun cuando el marketing socialista haya funcionado tan bien, es un tema de muerte todos los días, de persecución política, de meterte preso por lo que piensas. Leopoldo López es una víctima más que evidente de lo que está pasando, pero no es el único. En Venezuela estamos hoy por hoy en un sálvese quien pueda y la gente está saliendo desesperada. ¿En qué país piensa el venezolano cuando va a pedir asilo? Muchos piensan en los Estados Unidos, pero se encuentran con la barrera del idioma. ¿Cómo nos referimos en Venezuela a España? Como la Madre Patria. Para la mayoría España es esa madre que acoge, que protege, que da refugio, que te arropa y te abraza. Nosotros recibimos a muchísimos españoles (y portugueses, alemanes, italianos…) desde los años treinta hasta incluso los ochenta con la alfombra roja. Hemos sido receptores de inmigración, hemos dicho a todo aquel que ha llegado a Venezuela «bienvenido, aquí estamos para que hagas de Venezuela tu nuevo hogar, y de los venezolanos tu nueva familia».
¿Y sentís vosotros eso ahora en España? ¿Hemos estado a la altura como Madre Patria?
Personalmente, en muy buena medida, pero formando parte de ese colectivo de venezolanos que ha migrado, no. Desde el punto de vista del asilo, España no está en un buen lugar acogiendo a los venezolanos. Y eso nos duele, porque vimos a ese español llegar con una mano adelante y otra detrás y salir adelante en Venezuela, hacer fortuna en Venezuela y criar a sus hijos en Venezuela, y quisiéramos obtener esa reciprocidad. Nos duele porque nosotros formamos parte de esa Iberoamérica tan importante para España. Nosotros nos hemos sentido siempre orgullosos de España y queremos que España responda a ese orgullo, que nos ayude, que nos acoja, que sea verdaderamente esa Madre Patria de la que nos hablaron desde la escuela.
¿Has vuelto a Venezuela desde entonces?
Dos veces. Una en el 2012 porque ocuparon mi casa y tuve que ir a sacarlos y otra en 2014. Hasta donde sé, perseguida política como tal no estoy, pero ahora mismo no me atrevo a volver porque están sembrando a los que vuelven —que son activistas—, con armas, con drogas… así que no voy a asumir ese riesgo. Por encima de todo está la vida. Tenemos nuestras familias y sufrimos y padecemos por lo que está pasando en Venezuela, pero no nos podemos arriesgar a que nos metan presos porque presos no podemos formar parte de la solución, pasamos a ser parte del problema.
¿Qué pasó con tu familia? ¿Sientes miedo por ellos? Tengo entendido que tu madre además, es una conocida escritora de libros de cocina.
Las personas mayores no quieren salir de Venezuela. Están muy adaptados a su zona de confort. Quieren estar estables y sienten mucho miedo de la incertidumbre de un futuro en otro país. Prefieren arriesgarse y decir «estoy en mi tierra, si me pasa algo por lo menos me muero aquí». Mi madre sigue allá, tiene setenta años y sigue escribiendo libros y trabajando con muchísimo coraje. Cuando le planteo venir me dice «no, yo soy venezolana, yo no salgo de aquí».
Pero entiende que tú sí que te hayas venido…
Sí, claro que lo entiende, y aplaude el hecho de que estamos lejos pero no ausentes, como siempre decimos. Nos duele lo que les pasa, pase lo que pase vamos a estar siempre allí y asumimos todos los riesgos que sean necesarios, pero no vamos a dejar de ayudar a los venezolanos. El hecho de saber que estamos fuera pero que no nos hemos desentendido, a ellos les llena de mucha confianza y de mucha alegría. Yo siempre estoy convocando a la gente, motivándola para que se involucre, porque el cambio tiene que empezar por nosotros. Podemos ayudar desde la distancia y desde el amor.
De hecho ya has conseguido cosas. Háblanos de esa carta que enviaste a Rajoy…
En abril de 2014, a mi vuelta de mi última estancia en Venezuela, preparé un monográfico en el que explicaba de manera muy sencilla por qué estamos protestando los venezolanos y cuál había sido la reacción del gobierno ante las protestas. Hice una carta con un resumen y se la mandé al Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, junto con las firmas recogidas a favor.
¿Era una carta informativa o le pedías algo?
Le pedía que por favor cesara la venta de equipos antimotines a Venezuela. Y le pedía también que alzaran su voz, que no fuesen indolentes, que no se convirtiera España en un cómplice silente de lo que estaba pasando en Venezuela. En julio me contestaron, pero un tiempo antes ya habían anunciado la suspensión de ventas de estos equipos. Yo no se lo quiero atribuir a la carta, pero sí que hay gente que se lo atribuye. Fue una carta hecha desde las emociones pero objetiva, con muchos datos de instituciones y fuentes primarias.
El Presidente de la Federación Médica Venezolana, Douglas León Natera, se refiere a la situación como de «holocausto de la salud».
Sí, sin duda. La Encuesta Nacional de Hospitales al cierre de 2016 ya hablaba de un 96% de desabastecimiento de medicamentos en Venezuela. No hay sondas. A los pacientes les están inyectando en la vena un refresco muy dulce que se llama Frescolita porque no hay suero. Estamos en guerra, pero es una guerra que gracias al marketing del socialismo no se ve de cara al exterior. Cada día entran dos niños al hospital con cuadros de desnutrición severa. No hay leche, no hay alimentos de ningún tipo, no se está produciendo nada. Los laboratorios se han ido como consecuencia de la deuda impagable que el gobierno tiene con ellos.
Para terminar, ¿cuál es tu valoración sobre las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela de este pasado domingo y sus consecuencias?
Paradójicamente, a día de hoy, aunque el dictador de izquierdas Nicolás Maduro ha destruido por completo la democracia en Venezuela, la izquierda mundial guarda un silencio cómplice y miserable capaz de ignorar a los cientos de asesinados y los miles de presos políticos que han salido a protestar a las calles, cansados de tanta basura y recién despertados del letargo de dos décadas de ignominia.
Sin embargo, esta lucha por rescatar la libertad apenas comienza y ya no habrá forma de detenerla. Como desde hace muchos años, hoy más que nunca Digo NO al Foro de Sao Paulo, digo NO a la Internacional Socialista, digo NO a cualquiera que intente hacerme dependiente del Estado en contra de mi naturaleza evolutiva y digo NO a cualquier nombre con el cual pretendan disfrazar al demonio de la izquierda, sea que lo llamen centro izquierda, progresismo, socialdemocracia, nuevo orden mundial o como mejor les parezca.
[1] Período de la Historia de Venezuela que abarca desde el final de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en 1958 al advenimiento, en 1999, de la República Bolivariana de Venezuela tras la redacción de una nueva constitución por parte de la Asamblea Nacional Constituyente.
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