Otra vez en la hemeroteca, esa especie de gruta de las maravillas del periodismo donde la historia de León se ha congelado impresa y la curiosidad comparte espacio con la información de un día cualquiera. Aunque de hace mucho, mucho tiempo. Hoy nos fijamos en la prensa pedagógica y en el servicio que ponía a disposición de los profesores de León, clavando el foco en sus contraportadas, lugares para la seducción y las tentaciones.
Hablamos, claro está, de publicidad. Una influencia a la que estamos expuestos desde que abrimos los ojos al despertar. Podemos resistirnos, podemos fingir ignorancia, rechazar sus métodos o criticarlos, pero siempre será en vano. La publicidad insiste en dejar su huella, como una presencia sin forma que siempre hubiera estado ahí. Incluso en eso que se ha llamado la prensa pedagógica.
La catalogan los expertos como una materia propia del siglo XIX, época en la que se desarrolló —e incluso evolucionó empujada por el variable viento político del país—, aunque bien es cierto que las publicaciones orientadas a la información de la enseñanza han llegado hasta nuestros días. Todo comenzó con la primitiva Gaceta de los Niños, editada en aquel Madrid de 1798.
La historia de León también acoge un amplio abanico de estos noticieros regulares, que dejaron interesante impronta a finales del diecinueve y primeras décadas del siglo nuevo. Ahí están ejemplos como La Escuela, El Estudiante Español, El Magisterio Leonés, y nuestro protagonista de hoy, El Distrito Universitario, que hace la friolera de cien años, un mes de febrero de 1919, ofrecía en su contraportada un interesante catálogo de productos y servicios destinados a los profesores de León: imprentas, ópticas, relojeros, sastres, o gabinetes de instrumental científico, todo a disposición de la mejor educación.
Porque antes que digital EraPapel, hoy, lo rescatamos en Leotopía.
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