Historia & Arte, Sociedad — 08/12/2017

Revista Comarcal: aproximación a la enciclopedia de la montaña oriental

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El vehículo circula montaña arriba por la N-621, la carretera que serpentea paralela como una sombra al cauce del río Esla. El sol brilla por la mañana y lo seguirá haciendo durante el resto del día. Sobre el asfalto el tráfico es tan fluido que resulta imperceptible. Los paisajes se deslizan al otro lado de las ventanillas conservando esa mezcla de color que les hace reconocibles en esta época del año. En el interior del coche los ocupantes callan y conversan por encima de la voz que sale de la radio. Entre otros temas, también hablan de la cita a la que deben llegar con puntualidad y de la entrevista que empezará apenas unos minutos después. Han renunciado al equipaje y sólo cargan con lo imprescindible, grabadora, cámara fotográfica, una carpeta llena de notas y una buena selección de ejemplares de la Revista Comarcal Montaña de Riaño.

Revista Comarcal Leotopía

Apenas son conscientes del tiempo que han consumido las manecillas desde que salieron de León, cuando ante los ojos, el horizonte natural pierde su armonía quebrado por una ciclópea muralla de hormigón. Algunos metros más arriba, superados los virajes a izquierda y derecha, las aguas del embalse en las que se refleja la luz en mil destellos se vuelven compañeras de viaje, aunque sólo al otro lado del túnel de Remolina se pueden percibir las dimensiones reales del terreno anegado por el pantano de Riaño. Resulta inevitable recorrer este paisaje sin que la imaginación —o en los peores casos, la memoria— se ponga en funcionamiento, tratando de determinar qué es lo que puede quedar ahí abajo después de tantos años.

Suele decirse del nuevo Riaño, construido ex novo como aquellas fundaciones de los antiguos romanos, que nunca podrá dejar de lado su apariencia artificial, desprovista del alma y los recuerdos que se perdieron en el limo del fondo del valle. Tal es así que, en poco más de una hora, los ocupantes del vehículo escucharán la siguiente frase en la boca de uno de los protagonistas de la entrevista: «Yo no puedo soñar con el nuevo Riaño. En los treinta años que llevo viviendo allí nunca he tenido un sueño relacionado con el nuevo Riaño…».

Manteniendo la lealtad a la M-621, los viajeros toman la ruta del este en dirección a la Tierra de la Reina. Cuando todavía quedan algunas semanas para que la sequía del otoño sature las redes sociales con insólitas escenas de pantanos resecos, el de Riaño ya muestra indicios de escasez en el agua embalsada. La meta del viaje es Boca de Huérgano, uno de los pueblos que han podido sobrevivir con la amenaza de la inundación a las puertas, remanso de paz y silencio en una vega interminable por la que discurre la carretera. A primera vista su aspecto resulta acogedor y tranquilo, aunque pronto toma forma la sensación de ser un lugar acorralado por la amenaza del despoblamiento, esa que desangra sin piedad el espacio rural de la provincia.

Revista Comarcal Leotopía

El vehículo se detiene, orillado en el camino, a la entrada del camping Alto Esla. Lo regenta José M. Domínguez del Hoyo, «Josemi», responsable de la maquetación y el apartado informático de la Revista Comarcal. En el bar del camping aguardan Miguel A. Valladares Álvarez (Bilbao, 1957) —uno de los fundadores de la revista hace la friolera de dieciséis años—, y Aurelio Rodríguez Puerta (Pedrosa del Rey, 1945) —apodado «El Abuelo» y todo un revulsivo desde su llegada a la edición en el número nueve de la Revista Comarcal—.

Hechas las presentaciones, los ocupantes del vehículo, ya armados de cámara, grabadora y preguntas, se disponen a iniciar una entrevista que tiene el propósito de revelar los entresijos de una de las revistas culturales más importantes de la provincia, la Revista Comarcal Montaña de Riaño.

 

LA REVISTA COMARCAL MONTAÑA DE RIAÑO 

Suele ser habitual que Leotopía reúna a los protagonistas de las historias en los bares, escenarios modelados para la conversación alrededor de una bebida caliente, fría, o como en este caso, un botellín de cerveza. Puestas las bases, la entrevista comienza con una cuestión directa sobre la relevancia de la Revista Comarcal en el contexto de la cultura leonesa: «Es difícil llegar a una conclusión al respecto», opina Miguel. «León es una provincia muy desgajada. El Bierzo, León, las tierras del llano, la montaña… E incluso la propia montaña, compartiendo problemas comunes, no mantiene una relación adecuada entre la parte oriental y la occidental».

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Durante algunos minutos hablamos de división, de falta de comunicación, de la ausencia de un plan común que beneficie a todos. Y en este momento, toma la palabra Aurelio, «El Abuelo», natural como él dice «de Pedrosa-bajo-el-agua», quien arroja un comentario pesimista que sirve también para explicar el nacimiento de la publicación: «Yo ni siquiera creo que exista un sentimiento real de comarca. Geográficamente lo somos, desde el Ayuntamiento de Crémenes hacia arriba, pero no lo somos desde el punto de vista humano. La comarca de Riaño siempre ha estado formada por isletas, donde cada pueblo era enemigo del de al lado. No había conexión, y con la revista pretendíamos generar ese sentimiento».

Revista Comarcal Leotopía

El primer número de la Revista Comarcal vio la luz en el mes de abril de 2001, con un propósito muy particular al que no se ha renunciado tras más de sesenta números: informar y dar a conocer la riqueza cultural de la montaña oriental leonesa, a través del testimonio de sus gentes y del resultado de las investigaciones de expertos en mil materias —la mayoría procedentes del ámbito académico, profesores, catedráticos, humanistas y escritores—. La historia siempre ha sido un asunto recurrente en las páginas, ya que como dice Miguel, «aquí, en la montaña, no ha habido una época de la historia de España que no haya dejado huella. Por la circunstancia que sea. Desde el indigenismo prerromano hasta la Guerra Civil».

También es frecuente la presencia de la antropología, las costumbres y tradiciones que ya en tiempos heredaron los abuelos, la riqueza paisajística que inunda la zona, la flora, la fauna, y todo ese compendio casi enciclopédico de canciones y poemas que se han podido rescatar de los distintos pueblos, unido a los relatos contemporáneos ambientados en la montaña, que sirven para ambientar, al mismo tiempo, lo cotidiano y lo excepcional.

Junto a los textos —que, como es fácil suponer, constituyen el grueso del contenido de la revista—, las imágenes a todo color y los juegos que demandan la participación del lector, en la Revista Comarcal Montaña de Riaño aparece un elemento diferenciador que los responsables denominan Gacetilla Local, un espacio de información trimestral donde se recogen las noticias y eventos más importantes sucedidos en el escenario comarcal, y que a día de hoy sigue siendo una de las secciones más leídas.

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Dicen en su web —www.revistacomarcal.es— que la idea de iniciar el proyecto «se nos ocurrió una fría noche de invierno en una taberna, mientras fuera las torbas de nieve golpeaban furiosas contra las ventanas». Así descrita, la escena no puede resultar más estimulante, recordando en lo esencial al juego decimonónico en Villa Diodati entre Byron, Shelley y Polidori por ver quién escribía la más conmovedora historia de terror, mientras en el exterior se desataba la ira del cielo suizo.

Pero hubo más de una noche en la que se fraguó la idea, hubo días en los que tomó forma, y tardes y mañanas en las que acosaban las dudas, como reconoce Miguel. «Hacía ya tiempo que habíamos pensado en hacer una revista, el problema era que nadie sabía cómo empezar. Además se necesitaba gente, pero creo que más o menos un año antes de que saliera el primer número, el tema de la revista ya era un asunto recurrente en las conversaciones». Para Aurelio otro de los problemas era que la mayoría de la gente, aunque estaba vinculada a la montaña, no vivía allí, sino «en Asturias, en Valladolid, en Barcelona, en León… y así ha sido básicamente desde el principio de la revista. Somos gente muy de la montaña pero tenemos que trabajar fuera».

La idea de iniciar el proyecto «se nos ocurrió una fría noche de invierno en una taberna, mientras fuera las torbas de nieve golpeaban furiosas contra las ventanas

Su historia es compartida por muchos, por tantos amantes de su tierra que tuvieron que dejarla atrás. Y a ellos también está dedicado el contenido de la Revista Comarcal, que según dice el de Pedrosa, «sirvió para que pudieran volver a conectarse los de la diáspora montañesa». El relato de los que se fueron merecería ser contado de un modo único y particular. Sin proponérselo, ellos han conseguido que con cada nuevo número lleguen ejemplares de la revista prácticamente a todas las provincias del país —mediante suscripción— hasta donde habite un leonés que no olvida sus raíces: «Algún ejemplar llega incluso a Canarias. Van a Sevilla, Huelva, Alicante, Asturias, Barcelona, Bilbao… Las metemos en un sobre en cualquiera de nuestras oficinas, que son las cocinas de nuestras casas y hacemos la distribución», bromea Aurelio.

Esta ha sido otra constante desde el número uno de la publicación; todo se hace por amor y pasión, sin remuneración económica, cediendo tiempo y dinero en favor de un proyecto común que no ha dejado de crecer. Pero ambos coinciden en que la recompensa es otra: «Todavía hay algún loco que expresa la idea de que tú estás en este negocio porque algo sacas. Y yo claro que saco. Tengo unos amigos estupendos…», apunta Aurelio como una idea que Miguel confirma: «La mayor satisfacción es que cada número que sacamos nos permite el lujo de reunirnos para comer juntos y celebrar que ha salido la revista, que ha salido nuestra Revista Comarcal».

 

Con la intención de cubrir el mayor área territorial posible sin perder ese propósito comarcal que se fijó en el momento de la fundación, los límites temáticos y comerciales han crecido con el paso de los años. Aurelio explica que «cogimos Oseja de Sajambre, el Ayuntamiento de Posada con todos sus pueblos, San Glorio, y desde ahí hasta Aleje, incluyendo posteriormente Sabero y Cistierna. Por el otro lado llegamos hasta el Cea, Prioro y Tejerina». Las fronteras parecen establecidas en Cistierna y Peñacorada por el sur y el Porma en el oeste, delimitando un espacio territorial tan amplio y rico que no deja de proporcionar información, relatos, y por supuesto, lectores.

Miguel, presente en el proyecto desde el primer momento, recuerda que «en los números tres o cuatro ya empezó a haber una sensación de que la revista nos estaba arrastrando, que la gente la demandaba y nosotros teníamos que seguir haciéndola. Nunca había existido algo así en la montaña y la novedad causó cierto impacto». El proyecto continuó con una apuesta permanente por la calidad, tanto en el contenido como en los materiales: «Sostenemos cada número con una publicidad muy barata y con las ventas, y en vez de ganar dinero preferimos emplear el beneficio en un material de primera para las ediciones. Ahí están las ganancias de la revista, en la calidad».

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La Revista Comarcal imprime cuatro números por año sin que exista una fecha específica de lanzamiento, con una tirada de cerca de ochocientos ejemplares, que se reparten entre sus suscriptores —las cifras rondan los ciento cincuenta—, y los puntos de venta físicos, «básicamente en los bares de cada pueblo, en León en la librería Artemis, en el bar Venezuela y en la panadería París… lugares de gente conocida, muchos de ellos emigrantes. Aproximadamente hay alrededor de cincuenta puntos de distribución», afirma Miguel. Es lógico suponer que las ventas aumentan en los meses de verano, momento que aprovechan los hijos de la montaña para volver a casa.

La Revista Comarcal también se ha lanzado al escenario digital. Los lectores pueden disponer de ella en formato PDF a través de la web, donde también se ofrecen algunos libros escritos por los principales colaboradores. Sin embargo hay dos elementos que todavía hoy favorecen la venta física: la brecha digital, una china en el zapato de la montaña que sigue dificultando las comunicaciones en el escenario global, y la tendencia al coleccionismo de los lectores de la revista, quienes prefieran poseer el papel antes que el archivo digital intangible.

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Esta idea del coleccionismo nos conduce irremediablemente a una cuestión ominosa derivada de la situación demográfica de la montaña. Preguntamos a los responsables si en algún momento han llegado a sentir que la Revista Comarcal pueda ser una crónica definitiva o un compendio final de toda una forma de vida que se desvanece. Aurelio, con gesto reposado, asiente: «Yo creo que esta revista tendrá una trascendencia de futuro, que es humildemente trascendente, y que en el futuro alguien acudirá a ella para consultar lo que se escribió en sus páginas. Para mí es una enciclopedia de la montaña y al mismo tiempo una revista milagrosa, que se sigue vendiendo a pesar del estado de la población en la zona».

 

LA MONTAÑA (ORIENTAL) 

Cerca de la hora del aperitivo, en el bar del camping de Boca de Huérgano se ha instalado un clima cordial, que favorece el ejercicio crítico de revolver asuntos más… espinosos. Desgranados los entresijos de la Revista Comarcal, hablamos de la situación real de la montaña, y pronto tenemos la sensación de que Aurelio y Miguel hablan tanto como callan. A través de sus palabras se traduce el malestar, la impotencia, la pena mal digerida y algún atisbo de esperanza muy de cuando en cuando.

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Los que conocieron otra montaña, otros valles que ya no existen, otros tiempos, no entienden cómo se ha llegado a éstos. El presente es sinónimo de incertidumbre y al futuro es mejor no mirar demasiado. Estas tierras nunca perdieron su apariencia rural pero fueron cuna de maestros y grandes sabios. Aurelio Rodríguez Puerta, con cuarenta años a la espalda dedicados a la enseñanza, habla del respeto a la educación y a la cultura que él conoció siendo niño: «La lectura y la escritura, al menos eso, se habían generalizado por aquí. Cuando yo era pequeño la escuela era sagrada, y aunque tuvieras sarampión ibas todos los días. Los mayores tenían esa mentalidad, y eso se nota en el aprecio a la cultura de las generaciones que recibimos esa educación».

La Iglesia —desde el punto de vista institucional— jugó un papel esencial en la educación superior. «Por aquí tuvo mucha influencia el clero, que empleaba estos pueblos como semillero de nuevas vocaciones. Era la mejor forma de salir del pueblo si no querías cuidar vacas. Como muchos, yo soy el resultado de una educación que nació en las preceptorías, aunque poco a poco cada uno fue buscando su propio camino».  Al pensar en los grandes centros educativos de la montaña resulta inevitable volver a la escuela de Soto de Sajambre, cuyos planteamientos y metodología didáctica todavía sorprenden hoy, o la cátedra de latín de Lois «un milagro de la naturaleza en un pueblo que no tenía ni carretera», sentencia «El Abuelo».

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Para Miguel, «la montaña es un lugar bohemio, con encanto», aunque su potencial económico se ha desmoronado en las últimas décadas. La desaparición de la minería en el valle de Sabero y en el caso particular de Riaño, la presencia del embalse, han sido los mayores frentes de batalla. Visto con una perspectiva serena, preguntamos si se han ido cerrando las heridas. «Depende de la edad», responde Aurelio, solemne. «Hay gente que vio cómo se derribaba todo el trabajo de una vida. En Riaño hubo vecinos que levantaron sus casas con sus propias manos, con la ayuda de sus hermanos, piedra a piedra. Eso no se olvida. Pero creo que para la gente más joven no tiene sentido vivir de la nostalgia. No se puede justificar el fracaso del presente con lo que sucedió hace unos cuantos años. No se puede vivir de la pena».

A propósito de la pena, Miguel A. Valladares, cuyos padres eran naturales del desaparecido pueblo de La Puerta, dice estar cansado. No olvida cómo se derribaban las casas en aquel mes de julio de 1987 y es muy duro al afirmar que «jamás perdonaré lo que pasó aquí». El orgullo que siente hacia su valle es más fuerte que cualquier sentimiento, pero… recuerda: «El primer día que empezaste a andar en bici, el día que fuiste a pescar cangrejos, todos esos sitios que conociste y que ahora ya no existen… No puedes evitar soñar».

Suele decirse del nuevo Riaño que nunca podrá dejar de lado su apariencia artificial, desprovista del alma y los recuerdos que se perdieron en el limo del fondo del valle

La herencia de lo que en otro tiempo fue una realidad latente, ha sido recogida por los museos —el de la Siderurgia y la Minería de Sabero, o el Etnográfico de Riaño—, en un intento por reutilizar la memoria y convertirla en un foco de atracción. Aunque Aurelio opina que «las cosas que terminan en un museo ya están muertas», el recurso turístico parece ser el único que a corto-medio plazo puede suponer un alivio económico para la montaña. Miguel cree que el turismo es la única vía de futuro: «yo no diría tajantemente que es imposible que exista una industria en la montaña, porque siempre hay proyectos de industria limpia, pero es bastante complicado montar una empresa en un entorno que está a noventa kilómetros del nudo principal de las comunicaciones en la provincia».

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La situación económica actual de la montaña es el resultado de un abanico de problemas lo suficientemente amplio como para generar varias horas de debate y análisis. Una de las claves es la despoblación, que hace años dejó de ser una tendencia expansiva para convertirse en una realidad aparentemente irresoluble. La ausencia de oportunidades condujo a la diáspora de los habitantes, especialmente de los más jóvenes, y hasta la fecha no existe un proyecto lo suficientemente estimulante como para recuperar a parte de esa gente que estaría ansiosa por regresar.

Tras la crisis del pantano, el proyecto fallido de la estación de esquí de San Glorio fue otro varapalo para las ambiciones de futuro. Por el momento se apuesta por el fenómeno de las carreras de montaña, con ejemplos como la Transvaldeónica o el Cainejo, ideas puntuales que ni siquiera tienen un carácter estacional, de modo que la única solución parece mirar a la venta turística del entorno, el paisaje y la naturaleza: «Aquí puedes ir al circo glaciar de Mampodre, hacer la ruta del Cares, entrar por hayedos y bosques que no hay en toda la cornisa cantábrica y puedes ver los cinco ungulados que conviven con sus mayores presas, el lobo y el oso. Eso no lo tienen los demás. El problema es que la montaña de Riaño no tiene grandes infraestructuras, por lo que el acceso a todos estos recursos no es sencillo», opina Miguel.

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La charla deriva hacia el parque nacional de Picos de Europa (protagonista habitual de la Revista Comarcal), que celebrará su centenario el próximo año 2018, el parque regional que no ha sabido encontrar un equilibrio entre el conservacionismo del entorno y los intereses de la población, de las trabas de la administración al buen hacer de las juntas vecinales que siempre se han encargado de organizar el consumo de los recursos, de la salud de los montes y la flora y de los problemas de la caza en la reserva de Riaño. Hablamos del peligro de la masificación turística en incomprensible oposición con el despoblamiento generalizado, del aumento de los accidentes de senderistas, escaladores, ciclistas, y del riesgo que supone para todos perderle el respeto, en el más amplio de los sentidos, a la montaña.

Algunas líneas atrás anticipábamos todo un abanico de problemas que, como una pared rocosa, deben ser superados para poder mirar hacia adelante. La montaña lleva milenios habitada, y ya lo estaba antes de que los hombres aprendieran el significado de la palabra escrita. Siempre se han explotado sus recursos. Con mayor o menor rendimiento se han cultivado sus campos, se ha cuidado de los rebaños, se han cazado sus presas, se ha trabajado la minería y se ha pescado en sus ríos. Tal vez el presente, donde se imponen otros modelos de vida distintos al tradicionalmente rural, resulta desconcertante. La gente se hacina en las ciudades, los recursos llegan a las neveras desde cualquier parte del mundo y el contexto digital pone en valor otro tipo de bienes y servicios. No obstante la montaña conserva algo que no es fácil definir, algo que lleva a sus vecinos a remodelar sus casas para pasar en ellas veinte días al año en lugar de ponerlas a la venta, algo que la convierte en un refugio donde poder escapar del mundanal ruido, algo que despierta el interés por escuchar historias, por recorrer paisajes, por recordar lo esencial que al fin y al cabo, es la tierra. Un no sé qué que también desprenden cada una de las páginas de la Revista Comarcal. 

Revista Comarcal Leotopía

Hasta que descubramos cómo poner nombre a ese hechizo que atrapa y sepamos cómo rentabilizar sus recursos infinitos, sólo nos queda apostar por la conservación y el respeto, que suelen venir de la mano del conocimiento. Y a día de hoy, la mejor manera de conocer lo que pasa en la montaña oriental, lo que nunca volverá o lo que puede hacerse realidad, es visitar el paisaje con cualquier ejemplar de la Revista Comarcal en la mochila.

Como hacen estos viajeros que se despiden, ponen el coche en marcha, y deciden que sería buena idea entregarse a la montaña, antes de regresar a las tierras llanas de la capital cuando acabe del día.

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